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jueves, 17 de febrero de 2011

¡Cuidado Florida, el Gobernador está pensando!

Reproduzco un artículo de Daniel Morcate aparecido en El Nuevo Herald en que se plantea una preocupación sobre la forma de gobierno del Elefante de Tallahassee; elefante por su comportamiento y representante además del elefante republicano.
Ya veremos más “genialidades” políticas del Sr. Gobernador.

Un elefante en Tallahassee
Daniel Morcate



El flamante gobernador de la Florida, Rick Scott, se está comportando en Tallahassee como el proverbial elefante en una cristalería. El pariente sabe de política y presupuesto público lo que yo de mecánica cuántica. Y eso era obvio desde que abrió la boca por primera vez durante la pasada campaña electoral, salvo, por supuesto, para la mayoría de los votantes floridanos. El hombre les habló con dinero, invirtiendo $74 millones de su fortuna personal en la contienda. Y ese es un lenguaje irresistible para mucha gente. Ahora Scott quiere pagarles a sus embelesados electores, y de paso a todos los residentes de la Florida, con despidos masivos de empleados estatales, cierres de cárceles con la probable liberación prematura de criminales, broncas con legisladores de su propio Partido Republicano, que controla la Legislatura estatal, y lo más grave: recortes sin precedentes al presupuesto de educación.


Scott es un magnífico ejemplo de por qué cuando un político promete una cosa lo sensato es esperar que haga exactamente lo contrario. Durante la contienda electoral se comprometió a no saquear los fondos de la enseñanza pública. Y tan recientemente como el pasado tres de febrero declaró: ``Mi compromiso es que el dinero que reciben [las escuelas] lo vuelvan a recibir... Lo que estoy tratando de hacer es mantener iguales los presupuestos de los colegios''. Menos de una semana después el elefante, digo, Scott propuso recortes presupuestarios por $4,600 millones, 71 por ciento de los cuales afectarían la educación en nuestro estado.

Si Scott se sale con la suya, nuestro vecino condado de Broward perdería $205 millones en fondos para la educación pública y Miami-Dade $214. Las universidades estatales, que ya sufren de hacinamiento en las aulas, fuga de talento y otras calamidades, perderían un seis por ciento de su presupuesto para el próximo año fiscal. ``Sería el comienzo de la destrucción de nuestro sistema de enseñanza pública'', advierte el superintendente de escuelas, Alberto Carvalho, quien lleva semanas alertando a sus tropas sobre el peligro inminente que representan los nuevos aires políticos que soplan desde Tallahassee. A menos que los legisladores metan en cintura a Scott, o logren encerrarlo en el manicomio una temporada, sus propuestas conducirían a cientos de despidos de maestros y otros trabajadores escolares y a recortes drásticos en diversos programas de enseñanza.

Como para dramatizar su desconocimiento del asunto, Scott acaba de pasearse por el estado con Michaelle Rhee, ``estelar educadora'' de Washington D.C. Su especialidad es cesantear maestros ineficientes para sanar la educación pública. Ella misma define, por supuesto, lo que es un un ``maestro ineficiente''. Y lo hace mediante un rasero ideológico tan amplio que les costó el trabajo, momentáneamente, a decenas de educadores en el distrito de Washington D.C. Digo momentáneamente porque un mediador designado por las cortes de justicia declaró su método ilegal y felizmente revirtió los despidos. ¿Se lo advertiría alguien a nuestro despistado gobernador?

Un presupuesto que sobrepasa los $70 mil millones en una época de crisis económica es, sin duda, una carga insoportable para el gobierno estatal. Bien lo sabemos los contribuyentes. Entre esos fondos abundan los desperdicios, como invariablemente ocurre con las burocracias que manejan dinero ajeno. Pero ese no es el caso de los fondos para la educación pública que, año tras año, han ido disminuyendo de los planes de inversión con el consabido deterioro de nuestras escuelas y universidades públicas. El gobernador Scott recibió un mandato precario en noviembre para eliminar el desperdicio --ganó por un margen del uno por ciento--. Pero los votantes no se lo dieron para que menoscabe aún más nuestro ya declinante sistema estatal de enseñanza. Si él no lo ve así, los legisladores tendrán que abrirle los ojos.


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