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martes, 7 de diciembre de 2010

Sofisma: resultado final de las Cumbres Iberoamericana

Mario J. Viera       



Ya desde la celebración de la VI Cumbre celebrada em Viña del Mar, en 1996, las cumbres Iberoamericana han perdido credibilidad. Aquella VI Cumbre se desarrolló bajo el lema de “Gobernabilidad para una democracia eficiente y participativa”. Sus conclusiones entonces parecían un compromiso con los principales valores de la democracia.

Se expresaba de manera contundente el compromiso “con la democracia, el estado de derecho y el pluralismo político, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el imperio del Derecho Internacional…”

Se declaraba también, como elementos esenciales de la democracia,  la independencia de los poderes públicos y su mutuo control, así como la representación y participación de mayorías y minorías y las libertades de expresión, asociación y reunión, el acceso a la información, elecciones libres, periódicas y transparentes y exigía que ningún ciudadano se viera afectado en sus derechos “…en nombre de una visión dogmática acerca de la sociedad, del Estado o de la economía, debe afianzarse hondamente en la cultura democrática…”. Todo muy impecable.

Una variopinta composición de gobernantes desde la derecha, el centro y la izquierda  firmó aquella Declaración. Como José María Aznar de España, Rafael Caldera de Venezuela quien en su primer periodo presidencial legalizara al Partido Comunista y, en 1994 ganara la presidencia con el apoyo de partidos de izquierda como el Movimiento al Socialismo (MAS), el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) y el Partido Comunista de Venezuela  (PCV) y a quien debe Hugo Chávez la amnistía que sobreseyó su sanción por su intento fracasado de golpe de estado; Violeta Barrios de Chamorro de Nicaragua; Sanguinetti del Uruguay; Fujimori por el Perú y Ernesto Cedillo de México, para sólo señalar los gobernantes más representativos de  las distintas posiciones políticas que se dieron cita en la VI Cumbre.

Y en medio de toda esta mezcla emergía la figura del usurpador del gobierno de Cuba, Fidel Castro. ¿Se comprometía Castro con los postulados de la Declaración de Viña del Mar? Es claro y evidente que para Castro, todo lo que emanara de una Cumbre Iberoamericana sería solo debates, papel y tinta desperdiciados y sin ningún valor vinculante.

Sin sonrojo alguno, el usurpador cubano fue a sentarse como igual junto a los gobernantes democráticamente electos en el seno de la VII Cumbre, esta vez celebrada en la Isla Margarita de Venezuela. No hubo ninguna voz que le reclamara por el cumplimiento de las resoluciones de la pasada Cumbre.

En esa Cumbre el tema sería “Los valores éticos de la democracia”. De nuevo los dignatarios se declararon convencidos “que la democracia es no solo un sistema de gobierno, sino también una forma de vida…”. Afirmaron que la “tolerancia, la capacidad de valorar y aceptar el pluralismo; el derecho a la libre expresión y al debate público; el respeto, la promoción y la protección de los derechos humanos, (…) la validez del diálogo en la solución de los conflictos (…) son principios y valores éticos de la práctica democrática…”. Nada que estuviera decidido a cumplir el usurpador. El firmaría también esa declaración con puntos tan conflictivos con su sistema de gobierno como: la promoción y el respeto de los derechos humanos; la existencia de partidos políticos y transparencia de los procesos electorales; el derecho a la información, incluyendo los derechos a la libertad de expresión, de información y de opinión y su requisito de pluralidad de medios de comunicación libres.

Aunque no cumpliera con aquellos puntos de la Declaración el continuaría siendo la vedette publicitada de las siguientes cumbres. Satisfecho se marcharía con el regalo que se le concediera a cambio de nada, el “enérgico rechazo a la puesta en práctica de la denominada Ley Helms Burton, así como a las recientes acciones del Congreso de los Estados Unidos orientadas a ampliar el alcance de tal legislación” y la exhortación al gobierno de los Estados Unidos para que reconsiderara “la puesta en práctica de dicha Ley, que atenta contra los principios que rigen la convivencia internacional…”

Dos años después se honraba al castrismo con la celebración de la IX Cumbre en la capital cubana en noviembre de 1999. No hubo ninguna crítica a la gestión del totalitarismo en Cuba. No hubo una voz que condenara la reciente promulgación en Cuba de la Ley “88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”, cuyo único propósito era acallar al movimiento del periodismo independiente crítico del castrismo y, por tanto una violación de la libertad de expresión, de información y de opinión que proclamaba la Declaración de la VII Cumbre y un rechazo total al requisito que exigía la misma de la pluralidad de los medios de comunicación libres.

Aunque Castro había desatado la represión previo a la reunión cumbre, la única exhortación que la IX Cumbre hizo no fue dirigida al déspota sino al gobierno de los Estados Unidos, para poner fin a la aplicación de la Ley Helms-Burton.

La X Cumbre celebrada en Panamá se reunió bajo el lema “Unidos por la niñez y la adolescencia, base de la justicia y la equidad en el nuevo milenio”. Castro atemorizado denunció la presencia de Posada Carriles en Panamá con el supuesto propósito de atentar contra su vida en colaboración con los anti castristas Guillermo Novo, Pedro Ramón y Gaspar Jiménez Escobedo los que más tarde fueron detenidos por las autoridades panameñas. Con esa denuncia volvía a robarse el show y llevarse nuevamente el regalo de una cláusula incluida en el texto de la Declaración de Panamá, el rechazo “enérgico” de “toda aplicación extraterritorial de leyes nacionales o medidas unilaterales que contravengan el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y las normas vigentes de comercio internacional…” en referencia a la Ley Helms-Burton, y la consabida exhortación al gobierno de los Estados Unidos de ponerle fin a dicha ley.

En esta Cumbre se incluyó un párrafo de condena a la organización terrorista vasca ETA que provocó su rechazo por parte de Fidel Castro y un sobreentendido ataque al Presidente de El Salvador Francisco Flores quien le ripostara diciendo: “Una cosa es que reconozcamos que hay actos de terrorismo y busquemos los mandatarios ver cómo los resolvemos; otra cosa es que usted tome la palabra y, en este foro, acuse al Gobierno de El Salvador de estar protegiendo actos criminales. Eso es absolutamente intolerable, especialmente viniendo de usted. Es absolutamente intolerable que usted, involucrado en la muerte de tantos salvadoreños; que usted, que entrenó a muchísimas personas para matar salvadoreños, me acuse a mí de estar involucrado en el caso de Posada Carriles. Hemos tenido paciencia con usted señor Castro. El año pasado usted acusó a mi gobierno de estar protegiendo un asesinato que se iba a perpetrar contra el presidente Chávez. Hemos tenido paciencia”. Fue esta la única ocasión que un presidente latinoamericano enfrentara a Fidel Castro dentro de una Cumbre Iberoamericana.

El 18 de marzo de 2003 el régimen castrista lanzó una redada en contra de numerosos periodistas independientes y disidentes que llevó a la cárcel a 75 de ellos, condenándoles bajo los postulados de la Ley 88. En noviembre de ese mismo año, esta vez en Bolivia se celebró la XIII Cumbre Iberoamericana bajo el proyecto de “La inclusión social, motor del desarrollo de la Comunidad iberoamericana”. En todo el mundo se elevaban voces condenando la represión desatada en Cuba y el fusilamiento de tres jóvenes que secuestraron una embarcación con intenciones de emigrar a los Estados Unidos. No hubo ninguna crítica en la Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno a Castro.

Castro, quizá molesto por el enfrentamiento de Francisco Flores, no asistió a ese encuentro. En su lugar se presentó el ahora defenestrado Vicepresidente del Consejo de Ministros Carlos Lage. En el punto 6 de la Declaración, se repetía la acostumbrada exhortación al gobierno de los Estados Unidos con respecto al embargo y a la ley Helms-Burton. Nuevo triunfo para Castro y descrédito por omisión de la Cumbre Iberoamericana.

Nuevamente en la XIV Cumbre se repite la cláusula, feliz para el castrismo, con la reiterada protesta “enérgica” en contra de la Ley Helms-Burton y la consiguiente exhortación al gobierno americano. Ninguna protesta en contra de la Ley 88 ni exhortación a la tiranía cubana de liberar a los presos de conciencia. En esa Cumbre se incorporó un comunicado especial sobre terrorismo. Nada se dijo sobre el santuario que reciben conocidos terroristas en Cuba; pero si se incluyó una cláusula de castrista retórica: “…observamos con profunda preocupación la reciente liberación de cuatro conocidos terroristas de origen cubano, responsables, entre otros crímenes, del intento de ejecutar un ataque terrorista en el marco de la X Cumbre Iberoamericana. Los resultados de dicha liberación son incompatibles con los esfuerzos que debe hacer la comunidad internacional para prevenir y combatir eficazmente el terrorismo”. Inadmisible es que una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno califique de terroristas a un grupo de personas, que a la luz del Derecho Internacional deben ser considerados presumiblemente inocentes antes de que un tribunal imparcial e independiente les declare culpables de delito.

Quizá el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 vistiendo los asaltantes el mismo uniforme de los atacados sea considerado por la Cumbre Iberoamericana como acción heroica  y no como un acto terrorista y delito de guerra.

Castro vuelve a hacer acto de presencia en la siguiente Cumbre celebrada en Salamanca, España y contento llega a su conclusión con la incorporación de una cláusula que apoya  “las gestiones para lograr la extradición o llevar ante la justicia al responsable del atentado terrorista a un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976, que causó la muerte a 73 civiles inocentes”. No importa que se haya probado o no la culpabilidad del “responsable del atentado”. No importa que en Cuba se refugien terroristas de la ETA y de las FAR de Colombia. Esta misma cláusula se registraría también en otras declaraciones de las consecutivas cumbres.

Y llegamos a la vigésima edición de las Cumbres Iberoamericana, la más contaminada de sofismas que todas las anteriores.

¿Acaso no es un gran sofisma, para no decir una colosal mentira lo que se afirma en la Declaración oficial sobre “La defensa de la democracia  y el orden constitucional en Iberoamérica?: “… nuestra comunidad se asienta en el respeto irrestricto del Estado de Derecho (…) el respeto a los Derechos Humanos y las libertades fundamentales…”. La negación de tal concepto que abarca sin excepciones a toda la comunidad americana son Cuba, Venezuela, Honduras, Bolivia y Nicaragua, donde la categoría de “estado de Derecho” está totalmente ausente y sus jefes de gobierno se colocan por encima de las leyes; pisotean las libertades de opinión, expresión y prensa libre y la Declaración de los Derechos Humanos es para ellos solo un papel de desecho.

¿No es acaso un sofisma afirmar, como se afirma en este comunicado especial que “la democracia constituye un valor universal que hace parte del acervo de la Conferencia Iberoamericana, desde su primera reunión en Guadalajara en 1991…” ¿Cuál acervo es ese que se proclama cuando se ha dado acogida solidaria a Fidel Castro, jefe de un Estado totalitario, en el seno de la Cumbre Iberoamericana y se recibe con palmas al aprendiz de brujo totalitario de Hugo Chávez y se le dedican sonrisas al cretino de Evo Morales o se toma como verdad el infundio de Correa  que una indisciplina del cuerpo policiaco de su país en reclamo de beneficios gremiales se catalogue de “intento de golpe de Estado”?

Sofisma mayor es el acuerdo emanado de la Cumbre de Mar del Plata de una cláusula de protección de la democracia, redactado de la siguiente manera: “Adoptar una cláusula de compromiso con la promoción, defensa y protección del Estado de Derecho, del orden democrático, de la soberanía de los pueblos, de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, incluyendo entre otros el derecho a la vida, la libertad y la seguridad de la persona, el no sometimiento a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el no ser arbitrariamente detenido, preso o desterrado, ni objeto  ejecuciones sumarias y arbitrarias, de desapariciones forzadas, y la libertad de opinión y expresión”.

Para los violadores de tales principios se propone entre otras la medida de suspensión del Estado violador “del derecho a participar en los distintos órganos e instancias, así como del goce de los derechos y de los beneficios que se derivan de ser miembro de la Conferencia Iberoamericana, hasta que el orden constitucional sea restablecido”

En Cuba existe un gobierno usurpador, que se ha impuesto con el poder de las armas, la intimidación y la represión; que no ha cumplido con los principios que se dicen ser acervo de las Cubres Iberoamericana, que ha pisoteado los derechos fundamentales de sus ciudadanos, que ha establecido la dictadura de un partido político único reconocido legalmente.

El gobierno de Castro conserva su asiento permanente dentro de las Cumbres Iberoamericana y por otra parte no se invita al gobierno legítimamente electo de Honduras a participar en el encuentro regional.

Como esta Cumbre se reúne bajo el tema de “Educación para la Inclusión Social”, era necesario agregar un nuevo sofisma dedicado al tema: “Promover la universalización de la educación de calidad  como un derecho humano fundamental e inalienable a ser protegido y  garantizado por todos los Estados iberoamericanos para toda la  población sin discriminación”. El lema de “la universidad es para los revolucionarios” que impone el gobierno castrista es una discriminación evidente en contra de aquel sector de la sociedad que no comulga con los dogmas ideológicos de la elite dominante. En ninguna cumbre anterior y es probable que en ninguna de las que posteriormente se celebren se criticará esta discriminación presente dentro de la sociedad cubana impuesta oficialmente desde las más altas esferas del poder.

En realidad estas cumbres amables con los tiranos no merecen mayores comentarios, representan una vergüenza para la comunidad iberoamericana y un organismo sin prestigio alguno; son solo eso, sus declaraciones constituyen un verdadero compendio de sofismas.

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