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sábado, 9 de octubre de 2010

Un Premio Nobel tras las rejas. Ma

En muy pocas ocasiones, un disidente anticomunista ha sido honrado con el Nobel por la Paz. Solo algunos, menos que los dedos de una mano. En 1975, el premio se le concedió a Andrei Sajarov, activista por los derechos humanos en la desaparecida Unión Soviética y a Lech Walesa, líder del Sindicato Solidaridad de Polonia, en 1975.
La mayor parte de los premios concedidos a partir de 1960 les correspondió a activistas por los derechos civiles, a luchadores en contra de dictaduras de derechas y a diferentes representantes del movimiento pro derechos humanos, entre otros.
Luchadores pacifistas en contra de la discriminación racial que obtuvieron el galardón fueron Albert Lutuli en 1960, de Sudáfrica y que fuera presidente del controversial Congreso Nacional Africano, Martin Luther King en 1964, Desmond Mpilo Tutu de Sudáfrica en 1984 y Nelson Mandela en 1983.


Por su papel destacado en la promoción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ganaron el Nobel de la Paz, en 1968 Rene Cassin, redactor de la Declaración y, en 2002, Jimmy Carter.
Supuestos activistas por los derechos humanos pero simpatizantes con regímenes como los de Fidel Castro, Hugo Chávez, Correa, Daniel Ortega y Evo Morales, obtuvieron un desacertado reconocimiento como Adolfo Pérez Esquivel en 1980 y Rigoberta Menchú en 1993. Como desacertada también fue la elección de Yasser Arafat en 1994.
El premio en esta ocasión se le otorgó a un disidente anticomunista que purga once años de prisión en China, Liu Xiaobo. Es el primer caso de un opositor a un régimen comunista que recibe el reconocimiento del Comité Noruego estando tras las rejas.
China con su floreciente economía de mercado no ha dejado de ser una tiranía totalitaria unipartidista. China es el ejemplo de que el icono del mercado no es exclusivo de la democracia, de que el mercado, el capitalismo no implica necesariamente la condición de la libertad de los ciudadanos. China sigue siendo tan intolerante como en el periodo delirante del gran timonel, Mao Zedong. El Partido Comunista Chino no ha dejado de ser la corrupta maquinaria de opresión que rechaza violentamente la opinión disidente, contestataria.
Liu Xiaobo, escritor, intelectual, fue condenado por el delito de pensar libremente, como fueron condenados en Cuba los 75 de la Primavera Negra y tantos y tantos hombres y mujeres que han osado ejercer los derechos que como seres humanos les corresponde.
Como estado intolerante, la dirigencia jurásica del PCCh ha saltado furiosa, rechinando dientes, en contra del galardón concedido a una de sus víctimas y amenazando con que serán perjudicadas las relaciones con Noruega. “¡Han premiado a un criminal!”, vociferan.
¿Cuál ha sido el “crimen” de Liu Xiaobo?
En la sentencia que un tribunal comunista dictara contra el escritor se explica su nefasto crimen: “Entre septiembre y diciembre de 2008, el acusado Liu Xiaobo, en complicidad con otros, redactó el ensayo titulado Carta 08 impulsando varios incitantes argumentos, tales como “abolir los monopólicos privilegios de gobierno de un solo partido“establecer una república federal China bajo los marcos de una democracia constitucional”, etc. Luego de en connivencia con otros para colectar alrededor de 300 firmas, Liu Xiaobo distribuyó Carta 08 con las firmas vía e-mail a páginas extranjeras de internet y públicamente colocadas en páginas del extranjero, tales como “China democrática” y el Independent Chinese PEN Center. El antes mencionado ensayo colocado por Liu Xiaobo en el internet fue enlazado  y reimpreso por muchas páginas electrónicas y visto también por muchas personas (…) Este tribunal cree que ese acusado Liu Xiaobo, con la intención de derrocar el poder del estado y el sistema socialista de la dictadura democrática popular de nuestro país (…) para difamar e incitar a otros a subvertir el poder del estado y el sistema socialista de nuestro país (…) Además el crimen fue cometido sobre un largo periodo de tiempo y la malicie subjetiva fue inmensa”
Ese el grave delito de un intelectual preocupado por las violaciones de los derechos de sus compatriotas. Sin embargo, Liu Xiaobo dice no sentir odio ni tener enemigos; el no se considera enemigo de ninguno de los policía que le vigilaban incesantemente, que le arrestaron  y le interrogaron; ni los jueces que le condenaron, ni los fiscales que le acusaron. “Aunque no puedo aceptar ─ dice ─ su vigilancia, arresto, acusación o sentencia, respeto las profesiones y personalidades de ustedes”
El comunismo es igual, matices más, matices menos, donde quiera que se haya implantado. Todos sus líderes poseen las mismas ansias de poder, el mismo sentimiento de desprecio hacia los ciudadanos, el mismo lenguaje, los mismos argumentos sobre los que fundamenta la persecución de aquellos que osen pensar distinto.
En Cuba, la gestión de la Iglesia no ha logrado que se ponga de inmediato en libertad a los 13 prisioneros de conciencia que se niegan a aceptar la condición de destierro que ha sido impuesta. Entre estos hombres, todos merecedores de reconocimiento internacional, hay dos que muy bien podrían ser candidatos para el Nobel de la Paz; ellos son Pedro Argüelles Morán y Oscar Elias Biscet.
Tal vez, el próximo año sus nombres figuren como candidatos para el Nobel.

Mario J. Viera

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