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martes, 12 de octubre de 2010

Retorno a la homofobia. Mario J. Viera

La conciencia jurídica de muchas naciones ha abandonado vetustos prejuicios referidos a la condición de homosexualidad y ha codificado el derecho a la protección contra la discriminación extendiéndola hasta la referida a la preferencia sexual. En la conciencia social, en este aspecto, no ha habido, en sentido general, mucho avance en la tolerancia hacia los que presentan una conducta sexual diferente a la ortodoxa.
Esta conciencia social que rechaza al “diferente” tiene, en la cultura occidental,  sus raíces hundidas en las tradiciones judeo-cristianas que catalogan la homosexualidad como una aberración satánica.
Aunque la mayoría de los estudiosos de ese comportamiento sexual han coincidido que el homosexualismo es una variante de la sexualidad humana y no una desviación moral, muchas personas todavía asumen una intransigente actitud homofóbica.
En la Cuba socialista fueron muchos los ataques contra la comunidad homosexual y aunque Fidel Castro reconociera que esa etapa constituyó un error de la revolución aún continúa la persecución policiaca contra los homosexuales como ha denunciado reiteradamente el activista por los derechos de los homosexuales cubanos Aliomar Janjaque Chivaz.
En México se han producido crueles ataque y asesinatos contra homosexuales y en Serbia el odio hacia los homosexuales se manifestó recientemente cuando alrededor de unos seis mil jóvenes homofóbicos provocaron una verdadera revuelta en contra de la marcha del orgullo gay en Belgrado al grito de “la caza ha empezado” y “muerte a los maricones” dejando un saldo de 124 heridos entre las fuerzas del orden.
En Estados Unidos el movimiento llamado “populista” del Tea Party, a veces de forma velada y otras de modo directo ha realizado manifestaciones homofóbicas respaldadas por el fundamentalismo religioso de muchos de sus integrantes.
El candidato republicano para la gobernación de New York, Carl Paladino, justo cuando se produjera un acto criminal de odio llevado a cabo por jóvenes miembros de una pandilla newyorkina en contra de dos adolescentes homosexuales de 17 años y un adulto de 30 años de edad, hizo manifestaciones homofóbicas ante líderes rabinos.
Paladino declaró que no aceptaba que los niños fueran sometidos  a “un lavado de cerebro” para que lleguen a pensar que la homosexualidad  sea aceptable. El mensaje es evidente. De acuerdo con esa opinión parecería que el homosexualismo es cuestión de contagio, de influencia, que lleva a los adolescentes a caer en el “vicio” de la homosexualidad, cuando la verdad es que nadie elige ser homosexual; nadie se inclina voluntariamente a someterse a una condición de persona de tercera categoría, despreciada y vilipendiada. Aunque Paladino se declaró a sí mismo como no homofóbico dejó bien claro su actitud de tal cuando dijo que no entendía como alguien podía sentirse orgulloso por ser gay. Se declaró contrario al matrimonio de personas del mismo sexo.
Uno puede estar en contra de un matrimonio homosexual, tomando como base que el matrimonio es una institución creada para la protección de la familia nuclear, pero no es admisible que se aliente la discriminación contra una minoría que no es culpable de su condición sexual.
El acoso homofóbico en las escuelas va creciendo significativamente y dejado una estela de suicidios en adolescentes homosexuales. En cambio, no existe la misma actitud en relación con los adictos a las drogas o hacia los que, aún en las escuelas, se dedican al comercio de los narcóticos.
El avance en los derechos civiles de raza, nacionalidad, procedencia social, de credo, de sexo, y de preferencia sexual está al borde de un peligroso retroceso. Se comienza con la intolerancia hacia un sector y se concluirá con la intolerancia hacia cualquiera que no sea igual.

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