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martes, 20 de junio de 2023

LA TAN CACAREADA “INCIPIENTE” SOCIEDAD CIVIL DE CUBA

 

Mario J. Viera

 


Ya aburre el tanto hablar de una incipiente sociedad civil existente en Cuba, y de su actuación dentro del conglomerado social, esto, hoy por hoy, hablando en Cuba es como hacer un relato de ciencia ficción. ¿Cuál sociedad civil existe en Cuba? ¿Dónde se ubica esa supuesta sociedad civil? ¿Acaso es ese conjunto rocambolescamente definido como PYMES?

En Cuba no existe eso que pueda considerarse como un espacio de vida social, voluntariamente autogenerada, independiente y autónoma del Estado y fuera del control de algún partido político, Eso y no otra cosa es la sociedad civil, la posibilidad de que los ciudadanos puedan actuar de manera colectiva en la esfera pública para expresar sus intereses y sus ideas. Esta posibilidad, en Cuba, equivale a cero.

Las organizaciones de la sociedad civil, tal como les corresponden, buscan el bien común, sin animo de lucro y sin buscar alcanzar el poder político. Los emprendedores, ese sector de la actividad económica que se encuadra dentro del concepto de “cuentapropistas”, como entes de actuación individual no son parte de la sociedad civil, no proponen reformas sociales o políticas y se dirigen al lucro, a la obtención de ganancias económicas; algo muy diferente si, en defensa de sus intereses de grupo, se organizaran en gremios de emprendedores, algo inconcebible dentro del campo legal de la dictadura.

En Cuba, antes del imperio del castrismo, existía, aun durante el régimen autoritario del batistato, una poderosa sociedad civil reconocida y amparada por los postulados de la Constitución de 1940. Art. 69, derecho a la sindicalización a los patronos, empleados privados y obreros, para los fines exclusivos de su actividad económico social. Art. 70, la colegiación de profesionales. Art. 71 derecho de los trabajadores a la huelga y el de los patrones al paro, La ley reconocía a las organizaciones no gubernamentales o sin ánimo de lucro, institución de beneficencia, las asociaciones de ciudadanos, sindicatos, colegios de profesionales, barrios y asociaciones vecinales, Federaciones y Asociaciones civiles, grupos sociales y religiosos.

Dentro de las organizaciones de la sociedad civil se pueden considerar aquellas que promovían temas como género, salud, educación, ambiente, bienestar social, desarrollo, cultura y derechos humanos.

En su fase inicial de promoción de un fascismo tardío el régimen de Fidel Castro fue desmantelando y desnaturalizando a toda la sociedad civil, convirtiendo a todas sus instituciones en organismos corporativos al servicio del poder gubernamental, y esta situación se ha mantenido hasta el presente.

Fue a partir de 1988 que comenzó a aparecer en Cuba una sociedad civil independiente a iniciativas de Ricardo Bofill con la fundación del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, la aparición de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Elizardo Sánchez Santa Cruz. Y otras organizaciones menores del mismo talante.; posteriormente apareció la Asociación Pro Arte Libre, la Asociación de Periodistas Independientes en 1987 organizada por Yndamiro Restano. Surgieron también el Colegio de Pedagogos Independientes de Cuba, con Roberto de Miranda y Miriam García, Celia Jorge, y Sara Franco; y el grupo Asociación Humanitaria Seguidores de Cristo Rey liderado por Isabel del Pino, Estas y otras organizaciones de caracteres similares, como podrían ser las del sindicalismo independiente fueron, en realidad, la incipiente sociedad civil de Cuba, algo que se les escapa a los emergentes “sociólogos” de la última hornada de especialistas sobre la realidad social de Cuba. Esa incipiente sociedad civil no apareció como algunos pretenden después del 2012, surgieron antes de la debacle de la Primavera Negra del 2003 y comenzó a extinguirse después de esa fecha. El transcurso de los años, la cárcel y el exilio completó su obra destructiva, para quedar solo rezagos de la antigua disidencia en grupos, que ponen fe en los articulados de la Constitución de 2019 para impulsar nuevas propuestas reformistas, como lo fue aquel mal fundado Proyecto Varela.

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