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martes, 11 de octubre de 2022

El desespero de Putin

 

Mario J. Viera

 


En la guerra no se puede actuar por impulsos emocionales. Se requiere alcanzar objetivos que debiliten al enemigo sin sacrificar potencia propia. No se puede perder la ecuanimidad, y esto es lo que le está ocurriendo ahora mismo al dictador ruso, Vladimir Putin. Está desesperado, no logra hacer avanzar su “operación militar especial” en Ucrania, Se van acumulando reveces a las fuerzas rusas, los ucranios continúan su contraofensiva en el Donbás. Los armamentos aliados han fortalecido la capacidad ofensiva-defensiva de Ucrania.

Putin ordena una movilización parcial de hombres para la guerra. Corre ansioso para mostrarse “vencedor” y organiza un referendo de anexión a punta de fusil en las provincias ocupadas, un referendo que ni él mismo se lo cree.

Los partisanos ucranios acosan en las zonas ocupadas, atentados y sabotajes. Nada está seguro para los rusos. Le lanza a la alianza atlántica la bravuconada de recurrir al armamento atómico. Unos lo ponen en duda; Biden, en cambio lo toma en serio y advierte a Putin que si Rusia emplea armas tácticas atómicas en Ucrania recibirá una fuerte represalia. Hace bien, pero haría mejor, no aflojar la mano y decidirse a dotar a Ucrania con una poderosa fuerza aérea, con lanzadores de misiles poderosos y tanques de guerra muchos tanques de guerra, para fortalecer el potencial ofensivo del ejército ucraniano.

Un colosal golpe a su ego lo sufre Putin con la explosión de su querido puente que enlaza Rusia con la península de Crimea. No lo soporta, no le importa si fue un hecho casual, o si fue Ucrania quien tuvo la iniciativa, prefiere acusar a Ucrania de “terrorista”, sin embargo, si la acción fue conducida por los servicios de inteligencia ucranianos, justificada está, sería la respuesta legítima de un país agredido contra los medios del invasor. Se enfurece Putin y comienza a desperdiciar misiles lanzándolos sobre objetivos, principalmente civiles, en Kiev y en otras ciudades de Ucrania.

Hacen daño esos misiles, acto criminal contrario a las leyes sobre la guerra, pero no afectan en mucho a la capacidad militar ucraniana y enardece más a los ucranios para enfrentarse al Atila ruso que, con sus caballos coheteriles pretende no hacer crecer la hierba en suelo ucraniano. Es la desesperada respuesta de quien sabe que está perdiendo la partida. Palos a ciegas que pueden volverse en contra suya. Putin con ese volar de buitres de acero sobre cielos ucranianos está de hecho, reconociendo su derrota.

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