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jueves, 22 de septiembre de 2022

NO ES CUBA

 

Mario J. Viera

 


La insurrección contra el gobierno autoritario e ilegítimo de Fulgencio Batista tenía, como propósito primario el rescate de la Constitución de 1940 y entre otros, el fin del peculado, de la corrupción administrativa, y la promesa de dictar la ley complementaría del artículo 90 de la Constitución por el cual se proscribía del latifundio. Al dar el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, Batista derogó la Constitución colocando en su lugar unos denominados Estatutos Constitucionales.

Desde la Universidad de La Habana se elevaron las primeras protestas de rechazo al cuartelazo, y pronto surgieron grupos radicales de acción armada en las principales ciudades del país. A partir de 1956 se organizaron frentes guerrilleros en las estribaciones de la Sierra Maestra y del Escambray, ganando mayor representación las guerrillas serranas comandadas por Fidel Castro.  Castro supo sacar partido de la falta de moral combativa que reinaba dentro de las filas del Ejército Nacional para captar a favor de su causa un gran número de desertores militares que incluían desde compañías hasta batallones.

A finales de 1958 el régimen batistiano entraba en crisis, grupos de conspiradores aparecían entre altos mandos del Ejército Nacional; el gobierno de Estados Unidos había dictado un embargo de armas contra el batistato, todo adivinaba la descomposición del gobierno, el fin se preveía cercano. Comienza el avance rebelde, caen Guisa, Palma Soriano, Maffo, todo por el accionar de las columnas rebeldes engrosadas con las fuerzas de desertores del ejército ─ es un mito que la victoria sobre las ciudades de Oriente, había sido alcanzada solo con el empleo de los 300 o 400 guerrilleros con los que contaba Castro; como también es un mito la “genialidad” estratégica de Fidel Castro, cuando se omiten los aportes a la estrategia de combate que aportaron a la ofensiva rebelde los oficiales militares que se habían unido al movimiento guerrillero, como es el caso del comandante Quevedo, quien, en la batalla de El Jigüe, se rindió a las fuerzas rebeldes junto con el batallón que comandaba ─.La genialidad estratégica de Fidel Castro ha quedado bien demostrada con los colosales fracasos de sus fabulosos proyectos estratégicos de desarrollo del país ─.

Todo es una mentira, como mentira es que el “gobierno”, autodenominado “revolucionario”, ha nacido de la autodeterminación del pueblo de escoger su propio sistema político. No es Cuba la que hoy tiene un puesto dentro de la Asamblea General de las Naciones Unidas; no es Cuba, la que decidió entregarse al imperialismo soviético, no es Cuba la que viola sistemáticamente todos los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos. No es Cuba, es la gavilla de ambiciosos que han usurpado el gobierno de Cuba desde 1959.

Fidel Castro ha sido el primer impostor en la realidad cubana y el primer usurpador del gobierno de Cuba. Cuando en 1959, sin que el pueblo expresara su opinión, Castro derogó la Constitución de 1940, un documento que había sido elaborado por una Asamblea Constituyente electa por el propio pueblo y ratificada también por el mismo pueblo. Castro eligió y designó al primer presidente que integraría el gobierno transitorio, supuestamente provisional que ostentaba el glamoroso título de “revolucionario”. Castro sustituyó la Constitución por un nuevo documento jurídico llamado Ley Fundamental, sin que fuera reconocida por medio de un referendo popular. Castro imponía reformas a su texto constitucional de acuerdo con todo aquello que le fuera necesario para mantener su poder e impulsar todo su proyecto revanchista para abatir cualquier atisba de descontento, comenzando primero por los antiguos miembros del ejército nacional y continuando su macabra obra de amordazar y criminalizar a todo aquel que plateara el disenso. Castro, por su propia voluntad modificó las atribuciones del Primer Ministro de “representar” la política general del Gobierno para convertirle en director de la política general del Gobierno, cargo que entonces asumiría para convertirse en la cabeza gubernamental. Castro, con argucias y con el empleo de los medios informativos destituyó al presidente que él mismo había nombrado.

El Partido Comunista de Cuba, como fuerza dirigente superior del Estado y la sociedad, es el ente usurpador de la soberanía del pueblo del cual deben derivar todos los poderes del Estado. El gobierno aparente que hoy rige sobre Cuba, es simplemente una sucursal del PCC y un ejecutor de las medidas que parten de los congresos del partido y de su Buró Político.

La usurpación del poder del Estado no es fuente de derecho. Todo acto acometido por los usurpadores no genera obligaciones a cumplir por el usurpado privado de sus legítimos derechos. La usurpación es un delito penal e implica que una o varias personas priven de la posesión o la tenencia, total o parcial, a otras personas usando violencia, amenazas, engaños o abusos de confianza.

Con los usurpadores de cualquier derecho real ─ en este caso hay que considerar al Estado ─, no se dialoga, se le exige la devolución de la cosa usurpada o la apelación al derecho ─ en este caso, la voluntad popular de sancionar ─. La voluntad del pueblo ejerciendo su soberanía puede y debe recuperar el bien usurpado ─ en este caso derrocar el poder del PCC.

Es por todos estos elementos que debemos salirle al paso a esos titulares periodísticos que plantean, como, por ejemplo, este que proclama: “Cuba vota en contra de que Zelenski hable por video ante la Asamblea General de la ONU”, y no es Cuba quien decidió tal cosa porque, no es necesario recurrir a las encuestas, la mayoría o gran parte de la opinión cubana, mira con simpatía a los combatientes ucranianos que libran una resistencia feroz al invasor. No es Cuba, sino los usurpadores del gobierno cubano.

Una vez restablecida ─ no refundada ─ la República, el Poder legítimo surgido de elecciones libres, competitivas y transparentes deberá reconsiderar los compromisos que terceras partes contrajeran con los usurpadores ─ en este caso, la deuda externa ─.

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