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miércoles, 13 de abril de 2022

¿Quién soy yo para proponer reformar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?

 

Mario J. Viera

 


Respondo la pregunta del titular: ¡Nadie! No soy jefe de Estado. no soy ni siquiera alguien con experiencia en el servicio diplomático; ¡Ni siquiera soy un politólogo! Lo que yo proponga, solo quedará dentro de las buenas intenciones. No obstante, por aquello de que cualquier persona tiene derecho a opinar, daré mi propuesta de reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Se reirán de mí, lo sé, pero ¿qué puede importarme que se rían de mí, si no soy un estadista, ni un versado en derecho diplomático, ni siquiera un politólogo? Lo cierto, en definitiva, es que se requiere reformar el Consejo de Seguridad. Ya muchos lo han propuesto, gente estadistas, expertos en derecho diplomático y reconocidos politólogos, y nada han conseguido. Pero el debate continúa y se hace más puntual ante el caso ucraniano. Rusia ha lanzado una agresión injustificada contra ese país y ninguna condena puede proceder contra Rusia, por el simple hecho de que Rusia es uno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad con derecho al veto.

¿Reforma? “Simplemente ─ consideró el politólogo Johannes Varwick, de la Universidad de Halle, en declaraciones para DW ─, no existe una fórmula con la que las cinco potencias con derecho de veto estarían de acuerdo y que, además, pudiera conseguir la necesaria mayoría de dos tercios en la Asamblea general”. He ahí el conflicto hamletiano del ser o no ser.

Sin embargo, el 25 de octubre de 1971, se logró ese acuerdo, La República China (Taiwán) había sido uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, hasta esa fecha cuando quedó aprobada, por mayoría de votos de dos tercios de la Asamblea General, la Resolución 1668, por la cual se reconocía a la República Popular de China (la China comunista) como "el único representante legítimo de China ante las Naciones Unidas" y expulsaba "a los representantes de Chiang Kai-shek del puesto que ocupan legalmente en las Naciones Unidas”.

Estados Unidos, aunque votó en contra de la resolución, finalmente aceptó amablemente aquella resolución, ¿por qué? Eran los tiempos de la Guerra Fría, había que restarle fuerzas a la Unión Soviética, y China comunista había crecido en potencia y accedido al armamento atómico y… ¡sobre todo!, había aparecido una crisis en las relaciones Sino-soviéticas. China y la Unión Soviética rompían relaciones diplomáticas.

Pero, ¿Cuál es la primera responsabilidad que le corresponde al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? Primordialmente garantizar la paz y la seguridad internacional. Es el órgano con más poder en el sistema de las Naciones Unidas; sus decisiones son “obligatorias” para todos, y a su vez tiene el poder de tomar medidas para hacerlas cumplir siendo el único órgano que puede aprobar el uso de la fuerza. Cuando se le presenta una controversia, la primera medida del Consejo es generalmente recomendar a las partes que lleguen a un acuerdo por medios pacíficos, y en algunos casos emprende actividades de investigación y mediación, o pide al secretario general que use sus buenos oficios.  Sin embargo, cuando uno cualquiera de esos cinco miembros con capacidad de veto emprende un acto de agresión en contra de otra nación, el Consejo de Seguridad carece del poder de tomar esas medidas cautelares, Entonces ¿qué hacer?

Una de dos o ambas soluciones, condicionar la efectividad del veto o ampliar el número de países permanente dentro del Consejo de Seguridad. Puede considerarse el ingreso de dos países del G-7 que no cuenten con poder nuclear, digamos, por ejemplo, Canadá y Alemania, o Japón y Alemania o quizá, un representante del subcontinente latinoamericano como Brasil que forma parte de los países de G-20.

Se requiere regular la efectividad del veto, considerando su invalidez en casos cuando una resolución cuente con el voto favorable del 50 % más uno de todos los miembros del alto organismo.  

Por supuesto se necesitará el voto de las dos terceras partes de la Asamblea General para poder implementar estas propuestas; y esto es algo bastante difícil de obtener.

Así, aunque no soy jefe de Estado, ni sea especialista en Derecho Diplomático, ni un politólogo, me atrevo a sugerir este proyecto de reforma, aunque nadie le preste la menor atención y aunque muchos se rían de mí. Bueno de Diógenes, en la antigua Grecia, había muchos que se burlaban de él.  

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