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sábado, 29 de enero de 2022

¿QUE ESPERAR DESPUES DEL VERANO-INVIERNO NEGRO?

 

Mario J. Viera

 


Desde largo tiempo, algunos desde el exilio habíamos aconsejado que, para enfrentar a un régimen cerrado., como el existente en Cuba bajo el dominio del Partido Comunista (PCC), nada debía dejarse a la espontaneidad. Se requería organización y trabajo de proselitismo entre las masas populares. Plateábamos actuar sin apresuramientos, elaborando un programa de acción estratégico, conociendo dónde estaban las debilidades de la oposición y donde sus fuerzas. Recomendábamos no perder tiempos y esfuerzos reclamándoles diálogos a la dictadura, ni solicitándoles referendos o plebiscitos que debían ser impulsados por el propio régimen. Las dictaduras totalitarias no dialogan, exigen acatamiento y obediencia; pero lo principal, exponíamos, era la labor de proselitismo de manera directa, de cara a cara con la gente.

Aconsejábamos, no considerar a los medios digitales como el modo principal de captación y movilización popular, sino como medio auxiliar de apoyo al trabajo directo dentro del seno del pueblo. Advertíamos no dejarse llevar por los avatares de la política interior de Estados Unidos y las batallas entre el partido Demócrata y el Republicano, centrándonos en lo fundamental, en Cuba, en lo cubano; y sobre todo no depositar todas las esperanzas en conseguir el rescate por manos de una potencia extranjera o por los parabienes de alguno de los presidentes de Estados Unidos y de la jauría demagógica de muchos de los políticos de Estados Unidos y de sus intereses electorales. Reclamábamos que la resistencia interna debía ser dirigida desde Cuba y por los cubanos, sin aceptar influencias internas, siempre sospechosas de manipulación.

Mientras tanto, en Cuba aparecen iniciativas trascendentales que marcaron hitos para la resistencia interna, la plantada del 27 de noviembre frente a la sede del ministerio de Cultura y la explosión espontánea de protestas populares del 11 de julio de 2021. Se crearon ilusiones de la próxima caída de la dictadura, que ya el régimen estaba en fase terminal, y eso provocó la idílica propuesta de una marcha cívica anunciada por todos los medios para el 15 de noviembre, sin tener en consideración el factor paralizante del Verano Negro.

El proyecto del 15 N, desde su inicio, ya estaba condenado al fracaso. La dictadura, antes tomada por sorpresa, por el movimiento autóctono del 11J; ahora estaba lista para actuar. No permitiría nuevas manifestaciones populares que le hicieran frente con un reto dirigido al centro de sus poderes. Actuó de inmediato; acosó a los impulsores de la anunciada marcha popular; les impusieron arrestos domiciliarios y el acoso constante de la policía política y de las bandas de respuestas rápida. El común de la gente había visto la respuesta del régimen, deteniendo por la fuerza a cientos de los manifestantes del 11J. Cercado al interior de su domicilio, la figura más representativa del grupo Archipiélago y del 15 N, Yunior García se vio obligado a escapar hacia España. Archipiélago y García habían perdido la perspectiva de lo que el terror gubernamental puede imponer el quietismo. Pensaron que la fruta de la resistencia popular estaba madura y olvidaron lo esencial para que un movimiento democrático de resistencia necesita para imponerse, la organización. Desplegaron valor, honestidad, decisión; pero les sobró entusiasmo y optimismo.  

Es muy acertado el joven periodista independiente, Mauricio Mendoza Navarro, en un artículo que recientemente redactara para Diario de Cuba, cuando recomienda “analizar desde el propio activismo y la oposición cubana los fallos que se han cometido para no volverlos a repetir”. ¿Acaso esto es tan difícil? Refiriéndose a las experiencias del 27 N y del 11 J, Mendoza Navarro en su artículo anota una verdad que está presente y no puede ser omitida, “la falta de organización (dada la espontaneidad de los eventos), lejos de representar victorias para la sociedad civil, le ha servido al sistema para arreciar la represión y generar miedo en la población. Una población que en estos momentos teme apoyar cualquier iniciativa, porque ha visto públicamente las reacciones del sistema; y refiriéndose al Movimiento San Isidro, 27N, Archipiélago o cualquier otro grupo de oposición, dice una verdad apabullante, que hablar hoy de ellos, “es una utopía o algo simbólico”; para agregar: “No existen, porque la fuerza de cualquier movimiento social depende del apoyo popular en masas”. Punto este del que ha adolecido la oposición interna, desde el mismo momento cuando convirtió la labor de proselitismo en algo que solo puede asegurarse a través de las páginas sociales de internet. Remacha entonces, Mendoza Navarro, lo que varios de nosotros no nos hemos cansado de repetir: “Las redes sociales ayudan y son una herramienta importante, pero una cosa es en redes y otra en el terreno físico. Con una oposición diezmada, es muy difícil obtener logros tangibles”.

Partiendo de estos razonamientos suyos, el periodista independiente afirma algunas verdades precisas: “Los últimos meses de 2020 y 2021 serán un periodo inolvidable en la historia de Cuba, también por el gran fracaso de la propuesta del 15N (…) El Gobierno, escarmentado de la primera experiencia, prefirió reprimir a permitirlo. Pocos sacaron esa conclusión, y confiaron en la propuesta de Yunior García Aguilera, que no fue más que la sepultura de toda expectativa ciudadana de cambios reales, pues el 11J demostró que gran parte del país está harta de la decadencia del sistema socioeconómico cubano”. 

Alegra conocer que en Cuba hay mentes jóvenes y frescas que saben interpretar la realidad política del país; que saben extraer experiencias de los errores; que coinciden con la experiencia de todos los que en el tiempo les antecedimos.

Hoy, jueces y fiscales, que han perdido toda honorabilidad, imponen sanciones severas de prisión contra todos aquellos que osaron expresar el descontento ante un inoperante, retrógrado y represivo sistema. Imponiendo el miedo y el atropello a la justicia, estos miembros de la judicatura han mostrado el rostro descarnado de la dictadura del PCC. No existen términos medios, o ellos o el pueblo. Sus nombres deben ser dados a conocer por todos. No pueden quedar en el anonimato son tan o más despreciables como los altos directivos del PCC y el Gobierno.  

Debemos mantenernos alertas. El régimen comunista está preparando el nuevo zarpazo dirigido a liquidar al periodismo independiente. Tenemos todos dentro del exilio, promover una campaña internacional en defensa de los periodistas independientes que actúan en Cuba. Ya está a la vista, ya aceitan la máquina represiva para acallar toda voz libre.

En las actuales condiciones, ¿qué toca hacer?

Los diezmados grupos opositores, el 27N, Archipiélago, debieran reevaluar los métodos que hasta ahora han practicado, sacar experiencias de los errores cometidos, analizar los empleados por el régimen para imponer el terror y deducir los medios de como anularlos; en la fuerza aparente del régimen fundada en la represión, está precisamente su debilidad. Reagruparse, quizá en pequeños grupos, quizá actuando en el anonimato sin mucho resalte, centrando el trabajo político dentro del marco de los municipios, captando apoyos y adeptos, incluso entre los indecisos, y promover un liderazgo horizontal. Cada acto, cada iniciativa, que se lleve a cabo debe ser analizado en sus pros y sus contras antes de ejecutarlos. Preparar las masas para impulsar la resistencia noviolenta. Toda esta labor requiere astucia, decisión y paciencia; y todo ello sin abandonar las denuncias de las violaciones y los atropellos del régimen contra los derechos humanos, civiles y políticos de los ciudadanos. Hay que ganar la opinión internacional, de intelectuales, de artistas; de la izquierda democrática internacional y arrebatarle apoyos a la dictadura.

Todo movimiento revolucionario conlleva riesgos. Los grupos opositores, el 27N y Archipiélago son representantes de la nueva Revolución, una no violenta y democrática, dirigida en contra del régimen contrarrevolucionario, retrógrado, antidemocrático y usurpador del PCC.

Y algo que no podemos olvidar; el axioma que plantea: “Se puede hacer una revolución, sin el Ejército o con parte del Ejército, pero nunca contra el Ejército”.

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