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miércoles, 10 de febrero de 2021

27 N, ¿retorno a los inicios?

Mario J. Viera

 


“En un mundo de metáforas gastadas, dominado por un canibalismo lingüístico zombi, la idea de un significante abierto permite multiplicar las posibilidades y los lenguajes. Un significante abierto se abre a todas las ideas por no estar, precisamente, capturado aún. Los sucesos de San Isidro, el 27N Y el 27ENE mostraron de nuevo la posibilidad o todas las posibilidades a la vez, no definidas o capturadas aún”. (Yoandy Cabrera)

 

 

Todo movimiento social, como pudieran ser esas convulsiones de fuerzas sísmicas o huracanadas, que son las revoluciones, tienen sus antecedentes, presentes siempre como condición primicia, como ley de la historia, si verdaderamente existiera el determinismo histórico, en un movimiento intelectual que impulsa e ilumina. Eso fue el Iluminismo o la Ilustración, fuente inspiradora de las revoluciones de las trece colonias de América del Norte de 1776 y de Francia, 1779. Surgido a finales del siglo XVII y mediados del XVIII. Sus principales impulsores fueron Voltaire, John Locke, Montesquieu y Jean Jacques Rousseau.

 

Immanuel Kant definió la Ilustración diciendo:La Ilustración significa el abandono del hombre de una infancia mental de la que él mismo es culpable. Infancia es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puericia es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude «¡Atrévete a saber!» He aquí la divisa de la Ilustración”.   

 

Al igual que el antecedente de la revolución bolchevique de 1917, se inspiró en antecedentes intelectuales, como los trabajos de Henri de Saint Simon, las obras de Proudhon, Bakunin, y Karl Marx.

 

En la década de los 70 surge en Cuba un movimiento civilista, basado en la confrontación no violenta contra el régimen del Partido Comunista de Cuba (PCC) y en la defensa de los derechos humanos. Su fuente de inspiración se encontraba en la Declaración de los derechos del hombre de la Revolución Francesa, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta 77 de Checoslovaquia, la Perestroika y el Glásnost de Gorbachov, y los trabajos de Andrei Sajárov. Entre los iniciadores del movimiento civilista, un movimiento sin antecedentes que lo convertía en un dolor de cabeza para el castrismo, “Un nuevo tipo de contrarrevolución ─ lo denominó Fidel Castro ─ que escapan a la vigilancia de los CDR”, se encontraban Ricardo Bofill, Ariel Hidalgo, la Dra. Marta Frayde, Elizardo Sánchez, Adolfo Rivero Caro, Edmigio López Castillo, Félix Fleitas, los periodistas, Rolando Cartaya y Tania Díaz Castro, Samuel Martínez Lara, los hermanos Gustavo y Sebastián Arcos Bergnes, y Oscar Peña.

 

Ahora parece que, un nuevo movimiento contestario de jóvenes artistas, agrupados dentro del todavía informe Movimiento 27 de Noviembre, estará retornando a los inicios; ¿será así?

 

Yoandy Cabrera, en un artículo que titula “San Isidro, el 27 N y el 27 ENE ante el canibalismo retórico oficial”, aparecido en la revista digital Rialta, con fecha 28 de enero de 2021, cita lo que Luis Manuel Otero Alcántara expresó en la directa de la periodista independiente Iliana Hernández en CiberCuba Noticias, en relación a los actos represivos que el Movimiento San Isidro (MSI) enfrenta: “‘lo único que tenemos que verdaderamente nos salva es la poesía y el arte’, y agregó que, ha estado más de 60 veces en un calabozo, ese tiempo estando detenido podría dedicarlo a leer poesía, un acto que, reconoce, nos conecta con las energías creativas y liberadoras”. Y agrega Cabrera: “[Katherine] Bisquet lo interrumpe, llena de energía, y comienza a mencionar y a mostrar a algunos de los poetas que irán leyendo: Quevedo, Dylan Thomas, Lorca, Vallejo, Rafael Alcides, Whitman y Sor Juana entre ellos”. Y pienso yo, quizá Bisquet, cuando menciona a Francisco de Quevedo estuviera pensando en aquellos versos del poeta: “No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo. / ¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

 

“El divorcio entre poesía y disidencia, entre intelectualidad y oposición en Cuba durante las últimas décadas ─ anota Yoandy Cabrera ─ se ha ido resquebrajando cada vez más en los años recientes. Que artistas, críticos, académicos y escritores cada vez con más frecuencia se unan y se enfrenten al gobierno cubano, tanto dentro como fuera de la isla, evidencia un cambio fundamental dentro de la conciencia cultural cubana”. ¿Es esto exacto?

 

Y en ese cambio fundamental, Yoandy Cabrera pone como ejemplo “la obra de algunos jóvenes disidentes de los últimos años, como es el caso de Orlando Luis Pardo Lazo”, un bloguero que actualmente reside en San Luis, Missouri, y que sigue la tónica de la ultraderecha republicana y trumpera, cuando califica al Partido Demócrata de Estados Unidos como un partido “que sufraga tiranías totalitarias’ (“Barack Obama, el negrero en jefe y la muerte cubana”. Panam Post, 4 enero, 2016) o cuando condena acremente a los cubanos que intentan llegar a Estados Unidos “en fila india a lo largo y estrecho de Centroamérica”, y luego agrega: “Pero el objetivo de esta nueva hégira no es ya convertirse en emigrantes y mucho menos en exiliados. Estos forajidos del fidelismo se alejan de Fidel sólo de mentiritas, para enseguida sumarse a la sumisión de esa factoría castrista que se llama Miami” (Cubanos, un no-pueblo unido por el castrismo en la isla y el exilio. Panam Post, 17 noviembre, 2015); o cuando contesta a un artículo de Carlos Alberto Montaner bajo el título “¿Por qué no me gusta Donald Trump?” con la riposta. “¿Por qué sí me gusta Donald Trump?” (CiberCuba, 5 de octubre de 2020) donde enjuicia las opiniones expresadas por Montaner, calificándolas como no ser exactamente las propias de Montaner, “sino un copy-and-paste de la trumpofobia infantil que la izquierda norteamericana se inventó tan tarde como el martes 16 de junio de 2015, cuando Trump finalmente se lanzó en serio como candidato presidencial Republicano, bajando las escaleras homónimas de la Trump Tower neoyorkina”.

 

¿Por qué, sí le gusta Trump a Orlando Luis Pardo Lazo?; porque para él, a pesar de los defectos que él mismo le reconoce al expresidente, “Trump entraña resistencia a esos buenos modales que prodigan no pocos caudillos de cuello y corbata. Y, en este sentido, Trump es un presidente proletario sin los paternalismos del proletariado, cuyos trompones de cheer-leader han cortado de cuajo 16 o más años de monopartidismo Demócrata en los Estados Unidos. Ese despertar popular los Demócratas no se lo perdonarán por el resto del siglo XXI. Su legado, toda vez en manos de los académicos, habrá de ser el lodo, pero a Trump le asiste constitucionalmente el derecho de disfrutarlo por otros cuatro años, de ser esa la voluntad del electorado nativo, no la mía ni la de Carlos Alberto Montaner (dos ciudadanos naturalizados: es decir, extracomunitarios)”.

 

Y continúa diciendo Yoandy Cabrera, que si “algo diferencia a parte de la nueva intelectualidad cubana (de dentro y fuera de la isla) que publica en espacios como Diario de Cuba, Cubanet, Rialta Magazine, Hypermedia, El Estornudo, CiberCuba, Árbol Invertido y demás espacios independientes es que han roto esa división entre oposición e intelectualidad que tan bien ha aprovechado e impuesto el gobierno cubano en los últimos 60 años”. Una conclusión errónea que hace olvido del inicio del movimiento de derechos humanos de Cuba y principio de todo el movimiento disidente/opositor que había crecido a partir de 1988.

 

Como ha señalado el activista y expreso de conciencia Lázaro González Valdés, en su artículo “Cuántas cosas viejas hay que no conocemos”, entre los activistas de los primeros grupos de la sociedad civil, surgidos a impulsos del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, desplegado en las calles por Ricardo Boffil en 1977. hubo amplia presencia de artistas e intelectuales. González Valdés cita varias de las actividades de arte disidente que impulsó el CCPDH, una en 14 de febrero de 1988, con la participación de artistas como escultor Raúl Montesino, así como otros artistas y poetas como Nicolás Guillén Landrián, Teodoro del Valle, Roberto Bermúdez, Carlos Quintana y Santos Martínez y. además el escritor Reinaldo Bragado y el periodista y traductor Rolando Cartaya.

 

En 1988, recapitula González Valdés, el CCPDH publica un informe donde trata específicamente la represión contra el disenso dentro del sector artístico y la denuncia de “el cierre de la exposición del pintor Tomás Esson, en la galería de 12 y 23, ordenado por el Ministro de Cultura (Armando Hart Dávalos), quien consideró la muestra como no útil política y culturalmente, debido al tratamiento inadecuado del artista en el empleo de los símbolos patrios”. También Lázaro González trae a colación la “Declaración de los Intelectuales Cubanos”, más conocida como la Carta de los Diez, que causó gran impacto en la sociedad. Impulsada por la poetiza Marielena Cruz Varela y Roberto Luque Escalona y del periodista y analista de radio y televisión Víctor M. Serpa Riestra y cuya redacción estuvo a cargo del escritor y crítico literario Fernando Velázquez Medina. Artistas que eran miembros de la UNEAC como el poeta Manuel Díaz Martínez o que hasta entonces militaban en el Partido Comunista como el escritor y traductor Jorge Pomar Montalvo. Otros de los firmantes de la Declaración fueron, los novelistas y periodistas José Lorenzo Fuentes, Bernardo Marqués Ravelo, Manuel Granados, y Raúl Rivero Castañeda, considerado el mejor poeta de su generación

 

El surgimiento del movimiento civilista pro derechos humanos en 1987 estuvo impulsado por intelectuales, profesionales con títulos universitarios, escritores, periodistas y artistas, todos de tendencia progresista y actuando con independencia del exilio y de la poderosa Fundación Nacional Cubano Americana, la que, en ocasiones, lanzaba fuertes críticas a los iniciadores del movimiento civilista.

 

El sacrificio, de un grupo de miembros del Movimiento San Isidro, empeñados en huelga de hambre, desde el 18 de noviembre, y el acto desesperado de sus reclamos, anotó Yoandy Cabrera, le hizo recordar el drama de Antígona: “Son Antígona, me dije, condenados al encierro y la muerte por un tirano de su propia sangre. Antígona clamando desde Damas 955”. Cito yo a Antígona diciéndole a su hermana Ismene: “…déjanos a mí y a mi funesta resolución, que corramos este riesgo, convenida como estoy de que ninguno puede ser tan grave como morir de modo innoble”. Es que esta resolución a la Antígona ha estado presente a lo largo de toda la historia moderna de Cuba, no un hecho del momento, presente en todos los luchadores por los derechos humanos, desde 1988, sufriendo el ostracismo interno, la persecución, el acoso constante, los golpes y las ofensas y la cárcel atroz de un presidio político dentro de un sistema penal que iguala a los perseguidos de conciencia con los criminales comunes. Por miles se contaron los y las Antígona en Cuba en los años duros desde 1990 hasta el 2003.

 

Y cierto es que el 27N es como un nuevo despertar, con el empleo de un diferente idioma al del gobierno, al que Cabrera correctamente denomina “completamente fosilizado (…) discurso caduco que se basa en una serie de fórmulas que no se pueden transgredir”. Y ese idioma diferente se puede expresar, como lo implica Cabrera, con lenguaje de símbolos, que provocan la furia del régimen, como las sábanas blancas colgadas de un balcón por Camila Ramírez Lobón y Katherine Bisquet, o el acto aislado y valiente del joven “Luis Robles Elizástegui al caminar por el bulevar de San Rafael en La Habana el 4 de diciembre de 2020 con un cartel pidiendo libertad, no más represión y la excarcelación de Denis Solís”. Pero, en el decurso histórico del movimiento de la resistencia democrática, no basta con solo el empleo de un lenguaje diferente al de la dictadura del Partido Comunista Cubano (PCC), ni solo “mirar lo poético como un fenómeno que va más allá de lo metafórico y tropológico”; ni solo “oponerse a ese intento de domesticar o atrapar lo poético”. Esto fue un reto de los iluministas del siglo XVIII, el rescate del pensamiento libre, la negación al intento de domesticar o atrapar, no solo lo poético sino también la labor intelectual, la filosofía y el arte.

 

Hay que ir más allá de una revolución sola de liberación intelectual y artística. Hay que ir a la captación de las masas populares, de los estudiantes de los niveles medios y universitarios, de los trabajadores, de los campesinos, incluso, hasta de las amas de casa. Una labor civilista de inicio para impulsar el movimiento de acciones políticas sin veleidades intelectuales. Y todavía algo más. No intentar sustituir un sistema conservador de extrema izquierda por otro sistema conservador, pero de extrema derecha. Hay que descartar desde ya la mentalidad plattista y sustituirla, por un criterio estrictamente autóctono, así como descartar cualquier solución al estilo Gorbachov. Actuar con criterio propio, sin dependencia de un exilio tóxico organizado sobre las bases de un trumpismo a ultranza y de sus organizaciones de extrema derecha, como el denominado Directorio Democrático Cubano.

 

Como se pregunta Lázaro González, “¿Podrán estos movimientos [el 27 N y el MSI] romper el sitio militar desplegado en torno a ellos, interactuar con un pueblo atomizado, entrenar y movilizar amplios segmentos sociales, para derribar el estado de opresivo y cambiarlo por otro democrático?

¿Será este su propósito, o esos movimientos creen que conseguirán dialogar con la jerarquía del PCC y convencerla para que los cambios se produzcan de arriba hacia abajo como sucedió en la URSS?

¿Han considerado los activistas abrir vías para relacionarse con otros segmentos de la sociedad cubana como por ejemplo con activistas baby boomers (la mayoría desterrados) quienes podrían compartir con los pinos nuevos conocimientos y habilidades sobre cómo operar bajo condiciones de represión extrema sin celulares, Internet ni redes sociales?

 

Si esto se logra, si, los jóvenes que se destacan dentro del 27N, saben anular los elementos tóxicos de influencers vinculados a la extrema derecha, entonces, sí, habrá un retorno a los inicios y un retomar de las experiencias de los fundadores. 

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