Mario J. Viera
Estaba anunciada la conferencia de prensa que
ofrecería urbi et orbi el próximo presidente de Estados Unidos. ¿Qué diría que
tuviera impacto mediático? ¿Sería acosado por los reporteros de todos aquellos
medios a los cuales el imprevisible señor de los twitters llamaba corruptos? A pocos días para sumir el gobierno,
¿D.T. se mostraría moderado dejando a un lado muchas de sus más agresivas
propuestas de campaña? Un interés especial se agregaba a lo que pudiera decirse
en aquella conferencia... la filtración del informe de inteligencia que aseguraban
que Rusia, supuestamente podría tener información personal y financiera que
pudieran perjudicar al magnate inmobiliario devenido en futuro presidente de
Estados Unidos.
Con toda honestidad lo digo, no logro soportar a
este señor, me molesta hasta escucharle hablar, pero me dije: “Hay que escuchar
lo que le pregunten y oir bien lo que responda, para que otros no vengan a
decirme que fue maravilloso o que fue detestable de acuerdo con la simpatía o
antipatía que por él se sienta”. Hice un esfuerzo. Me senté ante el televisor y
esperé pacientemente como pacientemente esperaban por él los periodistas que
aguardaban en la Torre Trump que hiciera su aparición. Se dio importancia
haciendo esperar por él a todos ─ dicen que esa era práctica corriente de
Napoleón Bonaparte y de Fidel Castro la de hacerse esperar ─. Diez minutos de
retraso. Finalmente hizo su entrada al salón designado para la celebración de
aquella esperada conferencia de prensa.
Sobre una mesa, colocada adyacente al atril, se
acumulaba una voluminosa cantidad de gruesas carpetas de enigmáticos papeles. Mike
Pence, el nominado vicepresidente ocupó el atril para anunciar al jefe. Nadie
recogió sus palabras de presentación; ningún periodista tomo nota de lo que
dijera.
Ocupó su puesto ante el podio. Con aire cesáreo
observó a los concurrentes. Se le veía tranquilo, ¡Coño, si hasta me pareció
agradable su rostro en ese breve tiempo! Comenzó a hablar. Anunció que en breve
daría a conocer grandes noticias, habló de los resultados positivos alcanzados
por él y Pence al hacer que Ford decidiera cancelar su plan de construir una fábrica
en San Luis Potosí en México y hacer una inversión de 700 millones de dólares
en Michigan. Nada de invertir en México, un triunfo, sin embargo, nada dijo de
las fábricas que la Ford mantiene en países como Turquía, Rusia, Rumania,
Portugal, España, Canadá ─ donde la Ford ha invertido 637 millones de dólares
en una planta en Oakville, cerca de Toronto con una plantilla de 2.800 puestos
de trabajo ─ Brasil y Argentina. Con su modestia habitual, habló de que se
crearían millones de empleos en Estados Unidos y aseguró: “Vamos a crear empleos. Dije que seré
el mayor creador de empleos que Dios ha creado. Y lo creo”. Sí,
ciertamente D.T. es muy modesto.
Le preguntan sobre su declaración de impuestos.
Asunto baladí, eso solo les preocupa a los periodistas y, muy tranquilamente
responde: “No voy a publicar mis impuestos.
Como saben estoy bajo una auditoría, pero les puedo decir que mis empresas son
muy saludables y tienen mucho más dinero de lo que se piensa”.
¡Ah, él no va a confrontar conflictos de intereses!
Ya lo resolvió, según él. Entonces con gesto amable cedió la palabra a su
abogada, Sheri Dillon quien ofreció un largo, tedioso y somnífero informe
detallando la transición del control de sus empresas que pasarían al control de
sus hijos; sin embargo, como apuntara Marc Bassets de El País, “el arreglo no resuelve el principal problema
con el conflicto de interés: Trump seguirá siendo el propietario del grupo y
cualquier beneficio acabará siendo un beneficio para Trump o su familia”.
Después que los reporteros que cubrían la conferencia de prensa disimulaban sus
bostezos, mientras escuchaban el informe de Miss Dillon, Mr. Twitter retomó la
palabra para contestar preguntas.
Ahora, sin el auxilio de un discurso preparado, se
produce la metamorfosis, y vuelve a ser él, su rostro amable del inicio recobra
sus duros rasgos y ya se enfrenta a la primera pregunta, a la que vincula a
Rusia con el pirateo cibernético, y sí, lo acepta. “creo que fue Rusia”, pero
matiza, suaviza la carga sobre Rusia: “Pero
también pienso que ha pasado con otros países y otras personas. Y puedo decir
que cuando perdimos 22 millones de nombres y todo lo que ha sido pirateado
recientemente, nadie levantó tantas objeciones”. ¿Sí?, me dije. Se trata de
asuntos bien diferentes: “Fue algo
extraordinario y lo más probable es que haya sido China”, agregó, pero
aquel pirateo cibernético al que hizo alusión no atacaba al corazón de la
democracia de Estados Unidos como este de los rusos que lo hicieron para
intervenir en los resultados electorales con la publicación de los e-mails de
la candidata demócrata y de los del Partido Demócrata.
No piensen que él va a ser manipulado por Putin, el
pirateo cibernético es malo y Rusia es mala, “no debería piratear a Estados Unidos”, con él gobernando, Rusia va
a respetar a Estados Unidos: “Rusia
tendrá más respeto por los Estados Unidos cuando yo gobierne” y agrega: “Si a Putin le gusta Donald Trump, considero
eso como una ventaja, no como un lastre, porque tenemos una relación horrible
con Rusia (…) Ahora, yo no sé si voy
a llevarme bien con Vladimir Putin. Espero que sí, pero hay una buena
posibilidad de que no. Y si no me voy a llevar bien, realmente ¿alguien
honestamente cree que Hillary iba a ser más dura con Putin que yo?” Con él
en el gobierno no volverá a ocurrir, ya prepara un equipo con los mejores, con
los más extraordinarios expertos en cuestiones de seguridad cibernética, que
los va a reunir para que bloqueen todo intento de pirateo cibernético en
Estados Unidos.
Sabe que se producirá la pregunta incómoda y ya, de
entrada, pretende presentarse con una posición de un quizá, de un “no sé si voy
a llevarme bien con Putin”. Y surge la jodida pregunta relacionada con el
informe de inteligencia filtrado por el sitio Buzzfeed y luego reproducido por
la CNN sobre supuestas informaciones personales que los servicios de
inteligencia rusos podrían emplear de alguna manera para chantajearle. “¡Todo eso es mentira, no sucedió nunca!”,
exclama, y ya se le nota alterado y se justifica; él es muy cuidadoso con su
comportamiento cuando visita a otros países: “...todos sabemos que en muchos países, y Rusia es uno de ellos, ellos
graban todo, tienen cámaras en todas las habitaciones. Siempre digo a la gente
que me rodea cuando salgo del país que tenga mucho cuidado en esas situaciones,
porque hay cámaras en los lugares más extraños. Les digo que tengan cuidado si
no quieren que los vean en los noticieros”. ¿Será verdad? Es mentira, se
trata de una maniobra de sus enemigos políticos según refiere, “un grupo que se juntaron, gente enferma que
se pusieron de acuerdo en esa mentira que se difundió”. Y agrega: “Es una desgracia que esto se difundiera. Son
todo informaciones falsas: nunca tendrían que haberse escrito, nunca tendrían
que haberse ‘hackeado’ y nunca tendrían que haberse difundido”.
Pero un periodista de CNN, que luego los medios
reportaron que su nombre es Jim Acosta, quiere insistir en el tema: “Ya que nos ataca, déjenos hacer una pregunta”.
D.T. le dedica una despectiva mirada y le corta diciéndole: “Tú no, tú no. Tu medio es terrible. Cállate,
cállate. No seas maleducado. No te voy a dar el turno de pregunta. Ustedes solo
dicen noticias falsas”. Es el mismo de antes y será el mismo siempre. No es
capaz de someterse al escrutinio de la prensa; no acepta contradicciones. Se
anuncia un peligroso divorcio entre la Casa Blanca y los medios.
Continúa ahora y lanza una primera coz contra los
servicios de inteligencia: “Creo que es
muy triste cuando informes de Inteligencia se filtran a la prensa. Creo que es
muy triste. Primero que nada, es ilegal. Creo que fue escandaloso, escandaloso
que las agencias de inteligencia permitieran que saliese información que
resultó ser falta, un bulo. Es
vergonzoso y lo digo. Creo que es algo que la Alemania nazi habría hecho y
hacía”.
Por supuesto que el tema del Obamacare tenía que
aparecer en la conferencia de prensa. Y D. T. lo dice tranquilamente que será
eliminado y sustituido por otro sin dar detalles sobre este sustituto. “Será
hecho lo más rápido posible, en el mismo día, en la misma hora. Una cosa
sustituida por otra”, agregando: “De
hecho, al acabar con el ‘Obamacare’ estoy haciéndole un favor a los demócratas
porque ha sido el peor disparate que pudieran haber hecho”.
Por fin tocó la joya mayor de la corona de su
campaña, el colosal muro que levantará en la frontera sur de Estados Unidos, y
lo aclara cuando una periodista le pregunta sobre la cerca: “No es una cerca. Es un muro”. Está
impaciente para levantar la obra de arquitectura que le inmortalizará en la
historia de Estados Unidos: “No quiero
esperar un año y medio para hacer un acuerdo con México, pero ellos pagarán por
el muro. Nos devolverán el dinero de cualquier modo. Acuérdense de este día.
Tengo el máximo respecto por el pueblo de México y su Gobierno, pero las
autoridades mexicanas no tienen culpa por la inmigración ilegal”.
“Respeto al
Gobierno de México. Respeto al pueblo de México. Los amo. (Sí, lo ha
demostrado con todos esos calificativos que les ha dedicado a los mexicanos
durante su campaña presidencial) Mucha
gente de México trabaja para mí. Son fenomenales. El gobierno es genial. No los
culpo por lo que ha sucedido. No los culpo por tratar de sacar ventaja de
Estados Unidos. Me gustaría que nuestros políticos fuesen tan astutos”.
Pero es ese gobierno al que respeta tanto, quien
tendrá que pagar por los costes del muro: “México,
de alguna manera, y hay muchas, nos va a reembolsar el costo del muro. Va a
pasar, ya sea mediante un impuesto o, más probablemente, un pago, va a pasar”.
En resumen: Nada nuevo, lo mismo y aún más
preocupante, una hora perdida escuchando la transmisión televisiva de la
conferencia de prensa donde habló Mr. Twitter.
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