Mario J. Viera
Sobre el
“articulejo” de Carlos Alberto Montaner, “Trump, China y la trampa de
Tucídides”.
No acostumbro a
dar explicaciones de por qué reproduzco artículos tomados de diferentes medios
con los cuales coincido en opiniones; pero siempre hay una primera vez y
también una vez última y, en este caso, coincide el ser primera y última vez.
Sencillo, porque yo reproduzco los artículos que me vengan en gana y que
coincidan con mi manera de pensar y de opinar, no porque sus autores piensen
por mí. Y^ esto lo que hice cuando reproduje ese artículo de Montaner y que en
el post de Facebook donde lo coloque puse como entrada las siguientes palabras,
luego de reproducir uno de sus párrafos:
No me vengan a decir ahora que Carlos Alberto
Montaner es comunista, porque él no es ni siquiera de centro izquierda. Antes
lo aplaudían y le consideraban maravilloso, ahora quizá le acusen de tonto
¿Será posible?
Pero no, no lo
acusaron de tonto, los bulliciosos seguidores de Donald Trump, sino de ser un
mercenario de la CNN:
No, no es tonto, pero ante la falta de venta de sus
noveluchas se ve obligado a luchar a brazo partido por el estipendio que le da
CNN. El que paga manda y si nada contra la corriente se queda sin jama.
Y no solo eso,
también le consideraron:
desprestigiado por su ambivalencia y falta de
criterio propio...hoy esta con Dios y mañana con el diablo.... si fuera un político
podría entenderlo...pero nada más lejos de un político que el escritorcillo con
ínfulas Baroja...
Sin embargo,
cuando se analiza este que denominan “articulejo”, no hay señal alguna de
ataque en contra del magnate devenido en Presidente de Estados Unidos solo por
la gracia y bendición del Colegio Electoral. No se trata de ninguna crítica,
más bien, Montaner solo está adelantando advertencias que el nuevo presidente
deberá tomar en consideración o echarlas a un lado, según su parecer; pero
resulta ser que, para los fervientes y bulliciosos seguidores de Trump,
cualquier cosa, que por muy delicadamente que se exprese pueda semejar una
crítica a su líder la toman como si les estuvieran arrojando una ofensa
personal.
Montaner inicia
su artículo con estas palabras, que no hicieron mayor efecto en los
sentimientos de los entusiastas trumpistas:
“Me parece bien que el presidente electo
Donald Trump le respondiera la llamada a Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán. Lo
cortés no quita lo prudente. Se trata de una mujer educada e inteligente.
Taiwán, pese a todo, es una isla aliada de Washington con la que existen
vínculos históricos muy fuertes en el orden económico y militar (...) El presidente de Estados Unidos tiene
derecho a hablar con quien desee y la diplomacia china no debiera ser tan
quisquillosa y sensible por asuntos simbólicos”.
Hasta
yo que no me trago a Trump, aunque me lo envuelvan en gelatina, felicité su
acto, y aunque para Montaner se trata de “un
gesto de cortesía” que “no pone en
peligro la política de ‘Una China’ proclamada desde tiempos de Jimmy Carter”,
en mi opinión es un reto a esa tesis, aunque el mismo Trump, no se hubiera
percatado de lo que había hecho. En realidad, fue un bofetón dado en pleno
rostro al Dragón Amarillo. Acto seguido, el autor hace su primera advertencia:
...resulta mucho más peligroso amenazar a ese
país con sanciones económicas y tarifas arancelarias debido a la balanza
comercial favorable que China posee con relación a Estados Unidos, como si las
transacciones comerciales arrojaran una suma-cero en las que uno gana todo lo
que el otro pierde.
Y esta opinión
de Montaner coincide plenamente con lo que, en cierta ocasión, en un debate con
un amigo fiel partidario de Trump, yo le había dicho con más o menos iguales
palabras.
Coincido
plenamente con Montaner cuando afirma:
“algunos
trabajadores norteamericanos pierden sus empleos debido a la competencia china,
pero el ahorro por los bienes adquiridos en ese país se transforma en otros
empleos creados en Estados Unidos. No en balde el nivel de desocupación de la
fuerza laboral norteamericana es de apenas un 4.6%”.
Es a partir del
cuarto párrafo del artículo de Montaner que se arma la de Santa María. Comienza
diciendo algo con lo que coincido plenamente:
“A Estados Unidos, en números grandes, no le
perjudica contar con una enorme fábrica en el Pacífico que les suministra
bienes a los consumidores norteamericanos, entre un 30 y un 40% más baratos que
si fueran productos equivalentes fabricados en Estados Unidos...”
Entonces hace
una afirmación, que a los tan ilustrados seguidores de Trump en temas de
economía y finanzas, despierta su furia:
“...a cambio de un papel moneda totalmente
hegemónico que no tiene otro respaldo que el inmenso prestigio del país emisor”.
Una afirmación
que conduce a una ambivalente interpretación y confusión. Ante esta afirmación
yo me coloqué un signo de interrogación y tal como le dije a Reynaldo Soto, uno
de mis amigos y detractores, “a tí te
puede molestar lo que dijera (Montaner) sobre la moneda de Estados Unidos de
acuerdo a tus conocimientos en economía y finanzas, yo de eso no opino, paso
sin ficha, porque mis conocimientos sobre finanzas no son muy amplios que
digamos”. Antes Soto había declarado tajantemente:
“en este
escrito de Montaner llegué hasta aquí: "a cambio de un papel moneda
totalmente hegemónico que no tiene otro respaldo que el inmenso prestigio del
país emisor". Afirmar esto acerca de la moneda de una de las economías más
sólidas del mundo, donde si bien no se producen ya las baratijas que se hacen
en China, se siguen produciendo montones de productos de alta tecnología,
artículos de consumo importantes como aviones, carros, maquinaria pesada, entre
millones de otras cosas, pone a cualquiera a dudar acerca de las capacidades
como economista del individuo de marras”.
Ciertamente hay
que ser osado o negligente cuando se hace un juicio a la ligera de un tema leído
de prisa sin antes hacer un análisis del tema y de tratar de buscar información.
Yo volvía al tema... ¿“un papel moneda
sin otro respaldo que el prestigio del país emisor”? Me pregunté, ¿se está
refiriendo al billete de banco, al dólar? Me contesté: “No puede ser, el dólar
tiene el respaldo de los fondos de oro y plata que se guardan en el Tesoro de
Estados Unidos, además de contar con el respaldo de su poderosa economía
industrial y tecnológica”. La clave me la dio el propio Montaner cuando dijo:
“Una parte sustancial de los beneficios que
obtienen los chinos (o las compañías norteamericanas que allí fabrican) los
emplean en la adquisición de bienes norteamericanos, en la compra de bonos del tesoro de Estados Unidos...”
Entonces ¿qué
son los bonos del Tesoro de Estados Unidos?: ¡Un papel moneda hegemónico! Algo
que se vende y que se compra, algo que gana y pierde valor de mercado y que
cuenta con el respaldo de la “entera fe y
credibilidad” del gobierno de los Estados Unidos. Como reconozco que mis
conocimientos en estos temas son prácticamente cero y tengo que “pasarme sin
fichas”, comencé a indagar, y esto es lo que encontré:
“los valores del Tesoro de los Estados Unidos
(tales como letras, pagarés y bonos) son obligaciones de deuda emitidas por el
gobierno estadounidense. Debido a que tales obligaciones de deuda están
respaldadas por la "entera fe y
credibilidad" del gobierno de los Estados Unidos y dada su potestad de
recaudar ingresos tributarios y de imprimir moneda, la inversión en Bonos del
Tesoro de los Estados Unidos está considerada como la más segura”.
Los bonos del
Tesoro de los Estados Unidos, son papel moneda, “sin otro respaldo que el prestigio del país emisor” (Estados
Unidos); es decir, respaldados “por la ‘entera
fe y credibilidad’ del gobierno de los Estados Unidos”.
Así, Montaner se
refiere de nuevo al tema del papel moneda (bonos del Tesoro de los Estados
Unidos” que solo cuenta con el respaldo del inmenso prestigio del país emisor
cuando advierte:
“China es el mayor tenedor extranjero de
deuda norteamericana: cerca de un billón y un tercio de dólares (trillón y un
tercio si lo decimos en inglés), seguido de cerca por Japón. Si comenzara una guerra comercial entre
Washington y Pekín y los chinos pusieran a la venta sus bonos o una parte de
ellos, Estados Unidos deberá hacer más atractiva su deuda aumentando los
intereses, lo que repercutiría terriblemente en el pago total y obligaría al
país a aumentar los impuestos para hacerles frente a las obligaciones, dado que
la deuda norteamericana ya sobrepasa el 106% del PIB”.
Un hecho este
que ya ocurriera a mediados de este año cuando China y Arabia Saudí vendieran
una gran cantidad de bonos del Tesoro de Estados Unidos. “En una continuidad de su política monetaria ─ reportó Rusia Today
en su página digital ─, Pekín se deshizo
en julio último de 34.000 millones de dólares en bonos, la mayor desde 2012,
reteniendo un total de 1.185 billones, también el menor desde 2012. De esta
manera, intenta hacer frente a la devaluación de su moneda”. En la crisis
de agosto, China vendió 31.000 millones de dólares en bonos USA.
En conclusión,
cuando se haga una afirmación contundente sobre temas que no conocemos o
entendemos, lo primero que hay que hacer es buscar información adecuada para no
caer en el ridículo y poner en evidencia nuestra total ignorancia.
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