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lunes, 28 de diciembre de 2015

Geometría Política


Mario J. Viera

Artículo publicado previamente en Seminario A Fondo 17 de mayo de 2004

 


Al igual que en las matemáticas, en política existen determinados principios geométricos. Y como en la Geometría, en Política existen teoremas. Algunos teoremas son falsos, otros requieren ser demostrados recurriendo al absurdo y otros son axiomáticos que no requieren demostración.

 En política como en geometría hay puntos, planos, rectas y curvas.

 En política hay direcciones. Se avanza o retrocede por etapas. Si en geometría una línea es una figura generada por un punto en movimiento, en política todo proyecto presupone una progresión lineal para llegar a un objetivo previsto.  Es una progresión por etapas y cada etapa puede identificarse con un segmento de recta.

 Se avanza desde un punto A hasta un punto B, para atravesar un número n de puntos. En política no siempre se puede adelantar por saltos.  Si el objetivo es alcanzar el punto C primero hay que llegar al punto B.

 Los cubanólogos, que muchos abundan en estos tiempos, quieren alcanzar el punto C de la transición política cubana sin siquiera tener la menor idea de cómo llegar al punto B a partir del cual puede alcanzarse C.  Geniales teóricos tratan de demostrar la posibilidad de llegar a C por deducción al absurdo. El absurdo se puede plantear como una tesis: “Si el castrismo tiene voluntad de diálogo, entonces C puede alcanzarse sin necesidad de llegar a B”.

 La realidad es que el castrismo no tiene la voluntad política de acceder al diálogo ni a ceder parcelas de poder, luego entonces, para llegar a C (la transición) hay que alcanzar el punto B (derrocamiento del régimen totalitario).  

La transición político-económica en Cuba no responde a la lógica de un programa de computadora. La transición puede ser una ecuación con muchas variantes. Todo depende de cómo se alcance el punto B de la política cubana.

Estamos en el punto de origen.  Un sistema totalitario que no acepta oposición, intolerante y prepotente, mantenido por la fuerza, por el control casi absoluto de la sociedad y sin ningún escrúpulo para reprimir y aplastar hasta el oponente que en apariencia pueda ser el más débil.  Para el castrismo no hay enemigo pequeño; los enemigos son tales y deben ser destruidos



La situación política y social de Cuba puede asumirse como un plano. Solo hay dos dimensiones, ninguna proyección en vertical. Es el plano conformado por el poder partidista y gubernamental y los dictados de una ideología oficial a cuyos dogmas debe ceñirse todo el comportamiento social.

En Cuba, la sociedad civil tiende a cero; solo tiene magnitud la sociedad oficial constituida por el poder, sus órganos políticos, económicos y sociales, sus leyes e instituciones jurídicas. Esta sociedad por Ley constitucional está sometida a la hegemonía del Partido Comunista y condicionada a los postulados de la alta dirigencia comunista. La escuálida sociedad civil está representada por los minúsculos grupos de una fragmentada y carente de recursos oposición política, los miembros del periodismo independiente y los sectores religiosos, entre los que se destaca la Iglesia Católica con cierta capacidad de convocatoria y con una retórica secular no lo suficientemente fuerte como se deseara, pero con mayor protagonismo que el resto de las denominaciones cristianas que se declaran opuestas a cualquier posición social que pueda entenderse como política o se prestan a brindarle una indecorosa colaboración al régimen.



El panorama social es de inmovilismo. No se avizoran cambios ni definición de los factores de cambio.  El impulso para el movimiento solo puede originarlo el accionar de las multitudes; pero estas multitudes están desorientadas, carecen de liderazgo y de hecho acatan la legitimidad del régimen de manera pasiva.  La juventud es el factor dinámico de los cambios; pero la juventud cubana asume una posición cínica ante la cuestión política y social.  Son herederos de un desastre y víctimas de un sistema que biológicamente les antecede. 

El papel que debiera jugar la juventud cubana para acelerar los cambios (alcanzar el punto geométrico político B) se desperdicia en un estado de apatía social que coloca como objetivo básico la emigración hacia los Estados Unidos, el escapismo del sexo, el alcohol y las drogas y el afán por mejorar el estatus económico, aunque sea con el recurso de la ilegalidad.


El gobierno ha generado el síndrome de la sensación de estar bajo vigilancia. Los controles son muchos. En cada calle se organizan los Comités de Defensa de la Revolución cuya misión es informar a la policía, incluida la Seguridad del Estado, cualquier accionar o movimiento sospechoso que se produzca en su ámbito de control. En los centros laborales, los sindicatos y las organizaciones de base del Partido Comunista y de la Unión de Jóvenes Comunistas mantienen una constante vigilancia sobre los trabajadores. El acceso a estudios pre y universitarios sólo es posible si se demuestra una fidelidad incuestionable al gobierno y al máximo líder. En la universidad y en la enseñanza media, la sombra vigilante de las federaciones de estudiantes del correspondiente nivel y de los comités de base de la Juventud Comunista se proyecta ominosa sobre cada uno de los estudiantes.


Esa sensación de estar bajo vigilancia se agudiza con las redadas en contra de opositores cuando el gobierno revela la identidad de los agentes provocadores infiltrados dentro de las organizaciones opositoras o del periodismo independiente. Parece estar vigente el lema Orweliano: “Big Brother watchs you”.

 Frente a las tesis marxistas y a la ideología y sofismas del castrismo no hay una contrapartida ideológica en el ambiente sociológico de la Cuba actual. La sociedad cubana carece aún de los precursores del cambio. La revolución devino en un fetiche que debe ser adorado y cualquier desviación es interpretada como una culpa moral. Este complejo de culpa prevalece en la conciencia de gran parte de la población; por una parte, rechazo al comunismo, y por otra vacilación en asumir una postura contestataria.



 Revolución ha sido una palabra sacrosanta en el espíritu de la época precastrista (el Zeitgeist de la sociología weberiana). Muchas organizaciones políticas, principalmente aquellas aparecidas luego de la caída de la dictadura machadista en 1933, se honraban denominándose revolucionarias.  Revolución en aquel zeitgeist de 1933-1959 rememoraba la independencia de España, se asociaba con el nombre del icono más venerado de la historia nacional, José Martí, mantenía vivo el sentimiento revolucionario del 33 y representaba la expresión más radical del nacionalismo cubano.



 Hasta Batista sentía orgullo de su procedencia revolucionaria de la llamada revolución del 4 de Septiembre. Al dar el golpe de Estado de Marzo de 1952 Batista posibilitaba la afloración de los movimientos revolucionarios. Los primeros intentos de resistencia al régimen de facto del 10 de marzo se inician con los proyectos del profesor de la Universidad de La Habana, Rafael García Bárcena y su Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) que planeó un asalto a la principal fortaleza militar del país, la Ciudad Militar de Columbia, en lo que se conoció como la Conspiración del Domingo de Resurrección (5 de abril de 1953).



El estudiantado universitario, bajo el liderazgo carismático de José Antonio Echeverría organizó el llamado Directorio Revolucionario, algo así como una renovación del Directorio Estudiantil Revolucionario que llevó la mayor parte de la lucha insurreccional contra el gobierno de Gerardo Machado.



 Castro posteriormente organiza su Movimiento Revolucionario 26 de Julio y dando un golpe efectista con su desembarco en Oriente para iniciar una lucha de guerrillas en las estribaciones de la Sierra Maestra, se gana el protagonismo de todo el movimiento antibatistiano.


Diversos factores coyunturales posibilitaron la caída del gobierno de Fulgencio Batista, entre los que se encontraban, en primer lugar, las actividades insurreccionales de varias organizaciones; la incapacidad de la oficialidad militar leal a Batista, el rechazo popular y el embargo de Estados Unidos que le impedía al gobierno adquirir armamento.  Fidel Castro emerge como el líder de la revolución triunfante. En el campo insurreccional no habían sobrevivido los que podían disputarle el liderazgo revolucionario.



Castro hace su entrada triunfal en La Habana donde es aclamado como héroe nacional por el pueblo raso, los industriales, los hacendados y los líderes de los principales partidos políticos, en especial el partido ortodoxo que fundara el tribuno y agitador de demagogias Eduardo Chibás.



Pero a pesar de esta apoteosis inicial, el castrismo no hubiera podido implantarse de no ser por la entrega del pueblo al carisma del líder. Desde que el pueblo se dispuso a la obediencia sin réplica la República dejaría de existir.  Como diría Rousseau, con su promesa de obediencia el cubano perdió “su cualidad de pueblo; desde el instante en que existe un amo, el soberano ya no existe, y queda por tanto destruido el cuerpo político”.  Comenzaba el rápido proceso de degradación cívica donde el cubano perdió su condición de ciudadano para devenir en un obediente súbdito en el sentido del concepto rousseauniano.



La agitación de consignas nacionalistas, populistas y demagógicas arrastraron a una población idiotizada que vio en el nuevo régimen la expresión de una unidad de identidad: Revolución-Patria. La Revolución era la Patria, traicionar la Revolución significaba traicionar la Patria. Defender la Revolución sería el supremo deber de la obediencia: “¡Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer!” – gritaban las brigadas de alfabetizadores al finalizar la Campaña de Alfabetización.

No todos aceptaron el nuevo zeitgeist. Miembros de las organizaciones que habían combatido al régimen batistiano disgustados con el rumbo que tomaba el proceso de cambios en el país comenzaron a conspirar tempranamente. Surgieron organizaciones contrarrevolucionarias que plantearon el método de lucha armada y del sabotaje para enfrentar al gobierno de Fidel Castro. En las serranías del Escambray y otras formaciones montañosas se produjeron alzamientos armados.  

Pero no era el momento.
 

Castro se había desprendido del gobierno provisional, que inicialmente se integró con personalidades de partidos políticos tradicionales, y de la presidencia del Magistrado Urrutia por medio de un golpe palaciego moviendo a las multitudes y recurriendo a su inagotable arsenal de demagogias. El Poder Judicial desaparecía dándole paso a los Tribunales Revolucionarios que en la práctica eran tribunales de excepción que dictaban sentencias sumarísimas y sin las debidas garantías procesales.  Las sentencias de pena de muerte se ejecutaban pocas horas después de haber sido pronunciadas.  Castro controlaba firmemente el Poder Ejecutivo como Primer Ministro y Jefe de las Fuerzas Armadas, su “gabinete” poseía la capacidad legislativa y los tribunales quedaban en manos de militares y funcionarios comprometidos con el poder.
 

 La Reforma Agraria que no repartió las tierras entre el campesinado pobre, fue la excusa idónea para un enfrentamiento con los Estados Unidos. Casi por decreto el gobierno americano se había convertido en el enemigo que quería destruir la revolución de “los humildes, por los humildes y para los humildes” como Castro la había definido. Los que se enfrentaban al régimen serían desde ese momento contrarrevolucionarios enemigos del pueblo colocados al servicio de la potencia enemiga… ellos valían lo que vale un “gusano”.


El pueblo, movido por un patriotismo mal entendido, se prestó a la defensa del gobierno que le prometía la felicidad, el fin de la explotación del hombre por el hombre y un progreso económico jamás soñado.  Miles se unieron a los cuerpos paramilitares de las MNR (Milicias Nacionales Revolucionarias). El Escambray fue batido. La resistencia armada fue aplastada, sus militantes llevados a prisión o ejecutados frente a los pelotones de fusilamiento. Para el pueblo se trataba de “bandidos”, personajes sin escrúpulos que asesinaban campesinos, violaban mujeres y cometían todo tipo de atrocidades. Eso enseñaba la propaganda. Los gritos de “¡Paredón!” se escuchaban desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.
 

La revolución era implacable y hasta devoraba a sus hijos.



El fracaso definitivo de la contrarrevolución fue el desastre de la invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón. Los derrotados fueron tildados de “mercenarios” y la propaganda castrista supo sacar un importante capital político e ideológico de los antiguos batistianos y miembros de las clases altas que habían venido como combatientes de la Brigada expedicionaria. Ahora se podía “demostrar” que los enemigos de la revolución eran los batistianos y los privilegiados, latifundistas y hacendados que la Reforma Agraria había “siquitrillado”.



Castro había alcanzado el punto geométrico de su política para emprender la transición totalitaria. La geopolítica soviética en un ambiente internacional de guerra fría le posibilitaría el necesario respaldo. Los soviéticos necesitaban a Castro y Castro manipularía a su favor a los soviéticos. Nikita Khrushchev sería su guardaespaldas internacional.


A partir del fracaso de la contrarrevolución se inició un rápido proceso de desmantelación de las instituciones republicanas y de consolidación del sistema totalitario y gobierno unipersonal. Fue un metódico proceso de transición hacia el sistema que hemos denominado “castrista”.  El papel que en este proceso de degradación jugó la Unión Soviética nunca fue determinante. La URRSS sólo fue el necesario aliado estratégico que encajaba dentro de los planes de Castro y que podría ofrecerle protección militar y sostén económico.


Enfrentado a los Estados Unidos, no por convicciones nacionalistas sino por la necesidad de crear un estado de revolución permanente que ocultara la conspiración que le conducía al poder absoluto, Castro buscó el apoyo del taimado Secretario General del PCUS y Primer Ministro de la URSS.  La alianza Castro-Khrushchev puso al mundo al borde de la hecatombe atómica: la crisis de los misiles o Crisis de Octubre de 1962.


Castro no fue obligado por las circunstancias a declararse marxista y proclamar el carácter socialista de su liderazgo. Hay quienes sostienen que el socialismo en Cuba es un engendro de la Guerra Fría y que la hostilidad de Washington hacia el nuevo poder político de la Isla impuso la radicalización del proceso. Nada más absurdo. Castro es, siempre ha sido, un oportunista y un manipulador, con una personalidad ególatra y muchas ansias de poder. Castro siempre tuvo en sus miras convertirse en el Mesías del Caribe y en el nuevo Simón Bolívar que crearía los Estados Unidos de América Latina y él, el Presidente de esa nueva Gran Colombia. Castro manipuló el ambiente internacional que imponía la Guerra Fría, y logró sus propósitos.



 Tomando los métodos del estalinismo, Castro elimina de la escena política a los antiguos colaboradores de la insurrección, suprime los antiguos partidos y consolida en una sola organización a las antiguas organizaciones revolucionarias que servilmente aceptaron disolverse para conformar el nuevo centro de orientación política: Las Organizaciones Revolucionarias Unidas (ORI).



 Dentro de las ORI sectores del viejo Partido Socialista Popular (PSP) comenzaron a conspirar buscando el apoyo soviético para desplazar a Castro del poder y asumir la dirección de un gobierno socialista pro soviético. Castro, mas camaján que sus supuestos aliados del PSP, como antes hizo con Urrutia, tiró contra las masas a los dirigentes de las ORI: “La ORI es una basura” afirmó Castro ante la televisión en marzo de 1962. En esa ocasión Castro acusó a Aníbal Escalante y sus colaboradores de pretender “copar” la mayoría de los cargos del Estado con miembros del viejo PSP. Los denunció como “sectaristas”.


Surge así el PURS (Partido Unido de la Revolución Socialista) que se declara marxista. Paso previo para constituir el PCC (Partido Comunista de Cuba) en octubre de 1965, una necesaria transición para que la conciencia social cubana, que antes siempre fuera reacia al comunismo, pudiera asimilar el apelativo de comunista. Nuevamente Castro aplica los principios de la geometría a la política. La recta hacia el poder total, absoluto, iba avanzando de punto en punto pero sin dilaciones.



El PSP siempre estuvo plegado a las directrices de Moscú y como tal sus líderes podían representar un peligro potencial para los intereses de poder de Castro. Su influencia tenía que ser decapitada de modo que no hubiera peligrosos intermediarios entre Cuba y la Unión Soviética. La oportunidad vino con el llamado proceso de la “micro fracción”.


Los dirigentes desplazados de las ORI seguían conspirando con la URRSS para hacerse con el control del gobierno sin saber que eran estrechamente vigilados por los servicios de inteligencia castristas. En 1968 Aníbal Escalante es acusado nuevamente, pero por hechos más graves, como atentado a la revolución, y unas decenas de los llamados “micro fraccionarios” fueron a parar a la cárcel. Todo quedaba claro; “Se está conmigo o contra mí”, pudo haber dicho Castro, no cabían medias tintas. Blas Roca se apresuró a calificar a Fidel Castro como el marxista más capaz de Cuba.



Para complacer a la Unión Soviética, Castro llevó a cabo la “institucionalización” de la revolución. Una institucionalización meramente formal. En la práctica se continuarían los viejos métodos y Castro seguiría dictando leyes desde la “Plaza de la Revolución” y la Constitución podría ser violentada cada vez que al máximo líder se le ocurriera.


Castro se ha mantenido en el poder por más de cuarenta años. Le ha servido de ayuda la buena suerte, su inescrupulosidad y sobre todo, el uso de la violencia estatal para imponerse y eliminar potenciales adversarios. Por la propaganda y por la amenaza Castro ha logrado subsistir.  Si el gobierno convoca, la plaza se llena y se desfila frente a cualquier sede diplomática gritando las consignas que se pide sean gritadas.



 La gran contradicción: la enorme mayoría de la población se siente disgustada con el sistema o quisiera que desapareciera, pero de facto acata el poder. Se cumple lo afirmado por Max Weber. La subsistencia de un gobierno requiere el acatamiento, real o fingido, de la población. En términos de número poblacional, los que no acatan la autoridad y legitimidad del sistema son una fracción, son los que han decidido quemar las naves y echarse a la arena como gladiadores enfrentados con una pluma a leones.

 

 Se ha dicho que la diferencia entre oposición al gobierno e impugnación de la legitimidad, en ciertos aspectos corresponde a la que existe entre política reformista y política revolucionaria. El primer tipo de lucha tiende a lograr innovaciones conservando las estructuras políticas existentes, combate al gobierno, pero no a las estructuras que condicionan su acción y propone un modo distinto de administrar el sistema constituido. El segundo tipo de lucha está dirigido contra el orden constituido y tiene por objeto modificar sustancialmente algunos de sus aspectos fundamentales; no combate únicamente al gobierno sino también al sistema de gobierno, o sea a las estructuras del que este es su expresión.

 

Este concepto de “oposición” y “revolución” en el contexto de la actualidad política cubana corresponde a lo que se ha denominado “disidencia” y “oposición”, respectivamente. Dentro de los primeros se enmarcan los programas conciliatorios como el Proyecto Varela y los modelos de transición propuestos por el disidente reformista Oswaldo Payá y por otros que se declaran socialdemócratas. Dentro del segundo grupo están los demoledores, los que no quieren la evolución del sistema en una especie de reciclaje político, sino el regreso de las instituciones republicanas y el establecimiento de un estado de derecho eficiente. Posiciones sustentadas por figuras como el Dr. Oscar Elías Biscet y otros menos conocidos.


La oposición como un todo, disidentes y demoledores, presenta en general una gran ingenuidad política e incoherencia en sus plataformas o programas políticos. Su accionar político es escaso si se considera válida la opinión de Weber[1] que entiende por política “la influencia sobre la dirección de (…) un estado”. Pocos conocidos en el interior del país, los opositores a Castro, carecen de una efectiva capacidad de movilización de masas y de accionar sobre la conducción del Estado. Los grupos opositores no constituyen verdaderos partidos políticos y pueden ser considerados como agrupaciones de descontentos.  Muchos de esos grupos declaran no poseer aspiraciones de llegar al poder. Un error de concepto que ha sido influido por la propaganda castrista. Sin un programa político y una acción común dirigidos a llegar al gobierno y acceder al poder, no hay partido político.


El punto geométrico de partida ha de ser la declaración de la oposición de aspirar al gobierno del país y que, para ello, tiene algo que ofrecer. No se trata de elaborar una retórica sobre conceptos abstractos; se trata de plantear soluciones concretas a problemas concretos, como la economía, la alimentación, el bienestar general. Los pueblos piensan a impulsos de sus estómagos, cuando sus problemas existenciales están solucionados básicamente, entonces exigen valores abstractos, espirituales, como libertad, dignidad, derechos políticos.



El pueblo cubano se entregó a Castro no por un simple deslumbramiento ante la figura de un héroe romántico, porque la maravilla de un momento no hace perdurables a los caudillos. Castro supo manejar las necesidades concretas de la población. Prometió libertad, pero también prometió y puso en práctica medidas populistas que implicaron una sustancial rebaja en los precios de los alquileres de las viviendas, la desaparición de las villas miserias de los barrios marginales de Las Yaguas y el Llegaipón, la rebaja de los precios de las medicinas y otras que tocaban muy de cerca la sensibilidad orgánica de las grandes muchedumbres.



 Para enfrentar el terrorismo revolucionario el régimen de Fulgencio Batista respondió con la represión más descarnada, la tortura y el ajusticiamiento extrajudicial. La caída del batistato significó una esperanza de paz civil y del reino de la libertad individual casi desconocida para la mayoría incómoda con la corrupción pública y los abusos de las autoridades. Bajo ese manto se iniciaron los fusilamientos de los vencidos.

 

Estos fueron los fundamentos del apoyo casi unánime de la población a la demagogia castrista.  Las “conquistas” de la revolución había que ser defendidas frente a los que querían volver al pasado. Comenzaba el periodo paternalista y se instauraba en la psiquis social el miedo a la libertad. Un cambio podría traer aparejado el fin de los beneficios alcanzados.  Cuando el país despertó de la hipnosis del populismo ya era tarde, ya estaba atado de pies y manos a una dictadura totalitaria.



 La oposición no puede caer en demagogias ni en un pueril populismo. Ya nadie cree en Cuba en los “salvadores supremos”.  Necesita llegar al pueblo con propuestas que den respuestas a las preocupaciones de cada cubano, de cada familia. Labor ingrata para los sectores de oposición al castrismo, marginados, sin recursos económicos, sin medios de divulgación masivos de sus ideas, perseguidos y acosados por la policía política.


Parece que hubiera que esperar por Tanatos para que se abran los caminos al cambio. Solución falsa. Un punto fuera del plano. Con la muerte de Castro no desaparece el sistema a lo más que se podría aspirar es a un castrismo reciclado y a la triste suerte de la transición agónica de los países que constituían la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Hay que pensar en la transición, porque es necesario; pero en una real no una burda reforma cosmética del castrismo.




 Antes que elaborar complicados, científicos procesos de transición hay que, partiendo del punto A (situación actual) arribar al punto B: el derrocamiento del castrismo por la acción del pueblo, no mediante diálogos de reconciliación utópicos e irrealizables, sino por el supremo y legítimo recurso de la rebelión. Antes que perder tiempo construyendo platónicas republicas hay que pensar en como ayudar efectivamente a los demoledores, en como despertar el rebelde espíritu del cubano, en como dirigir la revolución popular. Después vendrán las tareas de desmantelamiento de todas las estructuras totalitarias e iniciar la transición, no a partir de académicas propuestas, sino de lo que ya existe, a partir de la Constitución de 1940, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Código de Defensa Social, el Código Civil vigente antes de 1959 y todas las leyes que regían antes del 10 de marzo de 1952.  Las reformas pueden venir después. Lo primero es lo primero.



[1] Fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Who controls Animal Control?

Mario J. Viera

He visto una caricatura que es la expresión chistosa de una gran hipocresía. Un hombre, conmovido hasta las lágrimas al ver en la calle a un desdichado y escuálido perrillo, se lamenta y dice: “¿Cómo es posible que la gente pase y le dé la espalda al abandono y sufrimiento de un ser vivo?”, para luego exclamar angustiado: “¡Pobre perro! ¡Nadie le da ayuda! ...” Lo irónico de tan conmovedora escena es que, a espalda del benevolente hombre, hay un anciano muy pobre, echado sobre la acera, descalzo, vistiendo harapos: ¡un triste desamparado! … ¡Y este hombre, que se conmueve hasta las lágrimas, ni siquiera le presta la mínima atención!

Nadie piense que se trata de un simple motivo de risa… ¡Existen muchos, demasiados, como el personaje de la caricatura! Personas que le vuelven la espalda al ser viviente humano menesteroso y abandonado; que no les importa para nada, si hay los sin hogares, o niños sin alimentos… Para ellos lo primero es la defensa, la protección de los animales, de cualquier animal desde un gato o un perro hasta de una Boa constrictor. ¡Cuántas veces el amor y la piedad hacia los animales se convierte en desprecio y hasta en odio hacia el ser humano!

Así se han creado las Sociedades Protectoras de Animales a las que no les interesa para nada la protección del medio ecológico o la protección de las especies en contra de la avaricia y la depredación de los grandes intereses económicos y comerciales. Sin embargo, pocos de los que forman en esas asociaciones son vegetarianos… Les encanta la carne de los animales que hay que sacrificar… pero quieren que el sacrificio de animales de carne se realice como una eutanasia… “¡Pobrecito el cerdo que yo me comeré!” ¡Hipócritas!

¡Qué gran poder de cabildeo (lobby) tienen estas agencias! Siempre encontrarán a algún legislador dispuesto a promover una Ley de Crueldad Animal, legisladores a los que ni siquiera les pasa por la mente promover una Ley de Reforma de Salud que ampare a los ciudadanos en su derecho natural (iusnaturalista) de recibir atención médica, sobre todo para las personas de bajos ingresos. Estados Unidos es un país de leyes, así se proclama, y es cierto, pero…, ¡cuántas leyes idiotas se han dictado en Estados Unidos!

De este modo, Todos los estados, ¡Todos los estados!, han dictado un canon de leyes, se dice que para la protección animal; y para impulsar esa legislación, ¿qué mejor que crear una agencia parasitaria, “Non ethical law enforcement”, creada e expensas de los contribuyentes. Una agencia, multiplicada a lo largo y ancho del país, que agresivamente va tras los propietarios de animales domésticos cargándoles con fuertes multas por pequeñas violaciones, o dejan en paz a los perros, pero emiten órdenes de arresto para los propietarios que no pueden pagar esas multas, como se denuncia en un artículo de MassPrivateI, del 7 de abril de 2015 y reproducido en la página de Alex Jones. (Info Wars):

In a number of cities across the country, animal control agencies are aggressively going after pet owners with big fines for small violations. Some hold people's pets until they settle their bills, even if it means they end up killed. Others leave the dogs alone but issue arrest warrants for owners who can't pay up”.

La Ley adoptada en la Florida para definir la figura delictiva de crueldad animal está redactada en términos muy ambiguos que dan pie a imprecisas interpretaciones. La Sección 828.12 define crueldad animal de la siguiente manera: “Una persona que innecesariamente sobrecargue, sobre conduzca, atormente, prive del necesario sustento o refugio o innecesariamente mutile, o mate a algún animal, o cause el mismo hecho o lleve en o sobre un vehículo, o de cualquier modo, algún animal en una manera cruel o inhumana, es culpable de un delito menor de primer grado…”  

A person who unnecessarily overloads, overdrives, torments, deprives of necessary sustenance or shelter, or unnecessarily mutilates, or kills any animal, or causes the same to be done, or carries in or upon any vehicle, or otherwise, any animal in a cruel or inhumane manner, is guilty of a misdemeanor of the first degree…”

Algo más precisa es la definición dada de crueldad en la Sección 828.27 (1d): “Crueldad” significa cualquier acto de negligencia, tortura, o tormento que cause un dolor o sufrimiento injustificable a un animal.

"Cruelty" means any act of neglect, torture, or torment that causes unjustifiable pain or suffering of an animal.

Se entienden claramente los términos “tortura” y “tormento” siendo redundante la expresión “que cause en dolor o sufrimiento injustificable”; pero, ¿cuándo una acción, un trato dado a un animal, es negligente? Esta queda a la libre interpretación del oficial de Animal Control; lo que una persona pueda considerar como acto de negligencia, para otra persona pueda considerada de diferente manera.

Es correcto proteger a los animales del maltrato, de la tortura y del tormento. Es condenable emplear a los perros para que peleen, destrozándose mutuamente. Es inaceptable golpear salvajemente a un animal o matarlo por el solo placer de matar y, ya en este caso, ¿se debe prohibir dar licencia de cacería? ¿O se trata de solo proteger a los animales domésticos? Cazar por deporte es también crueldad animal. La tortura y el tormento dado a un animal es justo que se penalice, que se castigue. Empero, para hacer que se cumpla este propósito basta con la policía y no mantener un cuerpo que se dice “especializado” como es la agencia de Animal Control.

De especialización que no se hable, pues por esa vía, habría que crear una agencia policiaca para perseguir el robo, crear otro cuerpo policiaco para perseguir homicidios, crear una agencia especial para perseguir los delitos de violencia doméstica, y cada uno de estos cuerpos policiacos “especializados” actuando con sus propios e independientes reglamentos. Esto sería una completa locura.

El GOP se declara a favor de un Estado pequeño. Muy bien, entonces, por qué aumentar ese Estado con un cuerpo parasitario. Sería mejor que el dinero que se invierte en el cuerpo “especializado” Animal Control se invirtiera para que los poseedores de animales de bajo recursos puedan tener acceso a una atención veterinaria gratuita para sus mascotas. Que la policía se encargue de esforzar la ley.

Volveré sobre este tema.
  

jueves, 22 de octubre de 2015

Frank Pais y un Segundo Frente

Mario J. Viera. Punta Gorda Florida
Del libro en preparación Amigos, Aliados y Enemigos


¿Por qué, al poco tiempo de asentarse en la sierra, Castro decidió enviar a Faustino Pérez para encargarse de la Coordinación Nacional del 26 de Julio y no designó para esa función a Frank País que ya había demostrado su capacidad organizativa y su disposición para acometer acciones de gran riesgo?

Faustino Pérez era un hombre intranquilo, impaciente, y terco y empecinado. Carecía de los atributos que distinguen a un conductor de gentes. Sin embargo Castro lo había aceptado como miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y del Estado Mayor de la guerrilla y lo enviaba a cumplir una tarea, que si bien podía cumplir, también hubiera sido ejecutada, posiblemente con mayor meticulosidad, por Frank País.

La determinación de enviar a Faustino a cumplir tan importante misión ─ considera el historiador Reynaldo Suarez ─ no es casual. El trabajo que durante meses Faustino había desarrollado como miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, le otorgaban el conocimiento, los vínculos y la autoridad suficiente para desempeñar con un margen muy alto de éxito la labor de reorganización del Movimiento[1]. No obstante, estas condiciones estaban presentes en Frank País, salvo que no era uno de los oficiales que formaban parte en el Estado Mayor. Hay que tener en cuenta además que Faustino no contaba con muchas simpatías entre algunos de los dirigentes urbanos del 26 de julio, por sus maneras bruscas y precipitadas, algo que no ocurría con Frank País. El mismo Reynaldo Suárez reconoce que Aldo Vera fue un “irreconciliable detractor de Faustino y de la Dirección Nacional” junto con Odón Álvarez de la Campa, su mano derecha.

Castro, no cabe dudas de ello, conocía la valía de Frank País; pero había una gran diferencia entre este y Faustino Pérez y esto no escapaba a su sagacidad política. Frank era analítico, razonaba y argüía las órdenes aportando sus propios criterios aunque luego, por su acendrada disciplina, las acatara y esto podría ser, desde su punto de vista, inconveniente; en cambio, Faustino no discutía, acataba las órdenes sin analizarlas. Su astucia le indicaba que nada sería mejor para sus planes que mover unida aquella dispar yunta humana. Los dos hombres tenían una gran capacidad organizativa y poseían un valor y coraje probados en diferentes circunstancias.

El 28 de diciembre, veintitrés días después del desastre de Alegría del Pío, Faustino junto a Frank, arriba a La Habana para reestructurar el Movimiento 26 de Julio desestabilizado luego de la fallida operación de entretenimiento para el apoyo del desembarque del Granma y las noticias no confirmadas de la muerte de la mayoría de los expedicionarios incluida la de Fidel Castro. Faustino quedaría entonces como coordinador del 26 de Julio en La Habana en sustitución del atacante del Moncada que fuera detenido por Sarría junto a Castro en la zona de la Gran Piedra, José “Pepe” Suárez.

Más que esta tarea el objetivo principal encargado a Faustino Pérez era buscar a un periodista que visitara la sierra con el propósito de divulgar que Fidel Castro estaba vivo y que el movimiento guerrillero se mantenía en armas. Luego de varias gestiones, Faustino logra contactar con el reportero del New York Times Herbert L. Matthews, quien accede a emprender la aventura de viajar a la cordillera oriental para entrevistar al astuto caudillo guerrillero.

El 17 de febrero tras pasar diferentes peripecias se produce el encuentro con la guerrilla de Fidel Castro en casa de Epifanio Díaz, uno de los campesinos de la red de apoyo organizada por Celia Sánchez, en Los Chorros, al sur del Purial de Jibacoa, en la vertiente norte de la Sierra Maestra.

Vilma Espín, una “burguesita” que había estudiado en una universidad de Estados Unidos y que se rumoraba que había sido amante de Frank País actuó junto con Javier Pazos de traductora en la entrevista. Ernesto Guevara refiriéndose a esta entrevista anotó en su Diario:

No presencié la entrevista, pero según los cuentos de Fidel el hombre se mostró amigable y no hizo preguntas capciosas. Hizo a Fidel la pregunta de que si era antimperialista, contestando él que sí lo era, en el sentido de ambicionar despojar a su patria de las cadenas económicas, pero no en el odio a los EE.UU., y su pueblo. Fidel se quejó de la ayuda militar prestada a Batista, haciéndole ver lo ridículo (que era) pretender que esas armas eran para la defensa del continente cuando no podían acabar con un grupo de Rebeldes en la Sierra Maestra.

Tras la partida del reportero del New York Times Castro se reúne con los dirigentes del 26 de Julio, Raúl Castro, Frank País, Celia Sánchez, Armando Hart, Haydée Santamaría, Faustino Pérez y Vilma Espín. Asunto a tratar: Suministro de hombres y de armas para fortalecer a la guerrilla. Esto es afirmado por Reynaldo Suarez: “Acordaron organizar en Santiago de Cuba un refuerzo de hombres y armas para la guerrilla y crear una sostenida red de apoyo a la guerrilla desde el llano: logística y financiera. El llano debía enviar los alimentos, armas, pertrechos, y hombres”. Para luego asegurar: “Decidieron crear un segundo frente guerrillero en El Escambray[2]. ¿Hasta dónde esto es cierto?

Los cronistas dan diferentes versiones sobre este tema. El mismo historiador oficialista Reynaldo Suarez, asegura que Faustino Pérez había propuesto abrir un frente guerrillero en el Escambray, argumentando que en la zona que preveía comenzara a operar, el Movimiento ya poseía situadas algunas armas que corría el riesgo de perderlas en el traslado. Ese nuevo frente  quedaría bajo su propia jefatura[3].

No obstante, el mismo Reinaldo Suárez atribuye a Frank País la idea de abrir un Segundo Frente Oriental en la Sierra Cristal al que le había dedicado mucha de su energía[4]. Por su parte, Alejandro Prieto Blanco asegura que Frank “había planteado la necesidad de crear un Segundo Frente Oriental, para que el ejército de Batista tuviera que dividir sus fuerzas y así no podía concentrar sus operativos y recursos sobre la Sierra Maestra”[5].

Es posible que la idea de abrir un nuevo frente de combate del 26 de Julio, habría sido considerada entre Frank País y Faustino Pérez durante el tiempo que compartieron labores desde finales de diciembre hasta el mes de febrero cuando fueron convocados a la Sierra Maestra para una reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Es posible también que esta idea la hubieran considerado conjuntamente con Armando Hart y que se decidieran proponerla en el marco de la reunión del 17 de febrero. Frank, abrir un segundo frente en Sierra Cristal en el extremo norte de la provincia de Oriente y situada al Norte de Santiago de Cuba, un lugar muy a propósito para servir de enlace con las células urbanas del 26 de Julio. Faustino, conocedor de la zona de Zaza del Medio, de donde era natural, ubicada cerca de Sancti Spíritus y del Escambray, se decidiría por estas montañas para abrir un frente guerrillero enclavado prácticamente en el centro de la isla.

Sin embargo Castro rechazó firmemente ambas propuestas. Primero había que garantizar la supervivencia de su guerrilla y segundo, sus verdaderas intenciones, impedir la posibilidad de surgir un nuevo comandante guerrillero que pudiera hacerle sombra, ya fuera este su fiel Faustino o fuera el analítico Frank. En la filosofía particular de Castro no existe la palabra pacto; solo existe el concepto de “alianza” entendida como asimilación hegemónica bajo su mando. Castro no busca aliados en el real sentido semántico de la palabra, no puede aceptar que existan “aliados” actuando, con el mismo propósito pero de motu proprio.

Está documentado que ya Frank desde los primeros contactos con Fidel Castro en México tenía en mente la necesidad de abrir un frente guerrillero además del que impulsaría Castro en Oriente. Armando Fleites y Roger Redondo, comandante y capitán de la guerrilla del Escambray destacan que en julio de 1957 ya se había abierto el frente guerrillero del Escambray a cargo del “comandante Lázaro Artola —muy vinculado al dirigente Frank País— y un grupo de combatientes del 26 de julio (en) las Montañas de Banao, Sancti Spíritus[6]. Por otra parte Félix José Hernández[7], citando el testimonio del ex guerrillero del Escambray Miguel García Delgado, dice:


Lázaro Artola tenía contacto con Frank País, desde la organización A.R.O. (Organización Revolucionaria Oriental), en la que ambos militaban y  eran dirigentes estudiantiles. Frank País viajó a Camagüey para informarle a Artola que tomaría un avión de Camagüey a Miami, y de allí a Méjico, para hablar con Fidel Castro.  Regresó Frank por esa misma vía y parecía que ya traía la orden de ocupar el cargo de jefe de acción del Movimiento 26 de Julio en toda Cuba y de organizar  un alzamiento en el Escambray. Artola se ocuparía de ello… Lázaro Artola  se trasladó a su pueblo de Sancti Spiritus y  junto a otros espirituanos se dio a la tarea de fundar un frente guerrillero en la zona de Banao. Artola  no recibió apoyo de la dirigencia del Movimiento 26 de Julio de Las Villas, ya que sus jefes consideraban que las guerrillas en el Escambray no eran factibles,  por lo cual con la ayuda de sus amigos y familiares se alzó en armas en el municipio de Sancti Spiritus.

Frank no pudo ver realizado su propósito de abrir un segundo frente guerrillero pues moriría, asesinado en Santiago de Cuba el 30 de julio de 1957, sin haber tenido noticias del alzamiento de su colaborador Artola en Banao; como tampoco pudo ver cristalizada su idea de crear un frente en Oriente como le había ordenado a René Ramos Latour ya que por causas imprevistas no pudo ser cumplido este proyecto.

En la reunión realizada en la vivienda del campesino Epifanio Díaz, se acordó que Frank organizaría un grupo de hombres para reforzar a la raquítica tropa de Castro en la Sierra Maestra. Frank cumplió fielmente este acuerdo enviando a 50 hombres que eran concentrados en un marabuzal de la finca La Rosalía (a unos diez kilómetros de Manzanillo) por Celia Sánchez, Guerra Matos y René Llópiz a medida que desde el 26 de febrero iban llegando. Al frente de aquel contingente de refuerzos Frank colocó a Jorge Sotús Romero, uno de los combatientes del 30 de septiembre. En ese mismo contingente estaba también René Ramos Latour. A partir de ese momento comenzarían las confrontaciones con Ernesto Guevara.

El Che ─ asegura Manuel Prieres ─ será un sistemático instigador de las discrepancias entre El Llano y La Sierra y esto le granjeará numerosas discusiones con el joven capitán Jorge Sotús -miembro del Estado Mayor guerrillero enviado por Frank País junto con 40 jóvenes a apoyar a Fidel Castro en La Sierra- porque éste (Sotús) tiene sus propias ideas de cómo llevar la lucha, las cuales no congenian con las del Che[8].

Guevara con sus maquinaciones logra finalmente que la mayoría de los hombres de Sotús se devolvieran a Santiago, según Manuel Prieres, con el pretexto de que no estaban acostumbrados a las penalidades de las serranías. De este modo, en menos de sesenta días Castro envió a Sotús “a una innecesaria misión al extranjero, hecho que disgustó profundamente a Frank País”[9].

Prieres afirma que a la muerte de Frank País, “será el propio Che quien le sugerirá a Fidel que el sucesor de Frank en Santiago de Cuba deberá ser uno de La Sierra y no uno de esos "lidercillos" del Llano, proponiendo a Raúl, Almeida, Ramirito o, incluso, a él mismo[10].

Ernesto Guevara se confesó ser un “enemigo político” de Ramos Latour, y ciertamente lo eran pues el holguinero rechazaba abiertamente la doctrina estalinista que alentaba el argentino. Luego de la caída en combate de Ramos Latour en la finca "El Jobal" el 30 de julio de 1958, Guevara anotó:

Profundas divergencias ideológicas me separaban de René Ramos y éramos enemigos políticos, pero supo morir cumpliendo con su deber, en la primera línea y quien muere así es porque siente un impulso interior que yo le negara y que en esta hora rectifico[11].

Ernesto Guevara, en la sierra era representante del comunismo más retrógrado, el estalinismo. Su actitud radical no era más que una fachada que ocultaba sus debilidades ideológicas. Juan José Sebreli dice de él: “…su habitual aire de escepticismo irónico era una pose que ocultaba a un idiota político…”[12]



[1] Reynaldo Suarez. Conferencia impartida en el Club Martiano “Faustino Pérez Hernández”
[2] Reynaldo Suarez. Op. Cit.
[3] Reynaldo Suarez. Ibídem
[4] Reinaldo Suárez. Frank País, ni de mármol ni de bronce. Caminos: revista cubana de pensamiento socioteológico Caminos
[5] Alejandro Prieto Blanco. Fidel Castro Escupiré sobre su tumba. Nota en pag. 216
[6] Armando Fleites y Roger Redondo, comandante y capitán de la guerrilla del Escambray. Por la verdad histórica. Diario de Cuba. Madrid, 6 de noviembre de 2013
[7] Félix José Hernández. El  Segundo Frente del Escambray. Sobre testimonios del ex guerrillero del Escambray Miguel García Delgado. París, 24 de septiembre de 2011
[8] Manuel Prieres. ¡Pioneros Por El Comunismo: Seremos Como El Che! - PARTE IV,)
[9] Alberto Müller. El doble asesinato de Frank País. Diario de las Américas. 23 de julio de 2007
[10] Manuel Prieres. Op. Cit.
[11] Ernesto Guevara. Diario de un combatiente.
[12] Juan José Sebreli. Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Discurso del Papa Francisco ante la Naciones Unidas

25 de septiembre de 2015



Señor Presidente,
Señoras y Señores:


Una vez más, siguiendo una tradición de la que me siento honrado, el Secretario General de las Naciones Unidas ha invitado al Papa a dirigirse a esta honorable Asamblea de las Naciones. En nombre propio y en el de toda la comunidad católica, Señor Ban Ki-moon, quiero expresarle el más sincero y cordial agradecimiento. Agradezco también sus amables palabras. Saludo asimismo a los Jefes de Estado y de Gobierno aquí presentes, a los Embajadores, diplomáticos y funcionarios políticos y técnicos que les acompañan, al personal de las Naciones Unidas empeñado en esta 70ª Sesión de la Asamblea General, al personal de todos los programas y agencias de la familia de la ONU, y a todos los que de un modo u otro participan de esta reunión. Por medio de ustedes saludo también a los ciudadanos de todas las naciones representadas en este encuentro. Gracias por los esfuerzos de todos y de cada uno en bien de la humanidad.


Esta es la quinta vez que un Papa visita las Naciones Unidas. Lo hicieron mis predecesores Pablo VI en 1965, Juan Pablo II en 1979 y 1995 y, mi más reciente predecesor, hoy el Papa emérito Benedicto XVI, en 2008. Todos ellos no ahorraron expresiones de reconocimiento para la Organización, considerándola la respuesta jurídica y política adecuada al momento histórico, caracterizado por la superación tecnológica de las distancias y fronteras y, aparentemente, de cualquier límite natural a la afirmación del poder. Una respuesta imprescindible ya que el poder tecnológico, en manos de ideologías nacionalistas o falsamente universalistas, es capaz de producir tremendas atrocidades. No puedo menos que asociarme al aprecio de mis predecesores, reafirmando la importancia que la Iglesia Católica concede a esta institución y las esperanzas que pone en sus actividades.


La historia de la comunidad organizada de los Estados, representada por las Naciones Unidas, que festeja en estos días su 70 aniversario, es una historia de importantes éxitos comunes, en un período de inusitada aceleración de los acontecimientos. Sin pretensión de exhaustividad, se puede mencionar la codificación y el desarrollo del derecho internacional, la construcción de la normativa internacional de derechos humanos, el perfeccionamiento del derecho humanitario, la solución de muchos conflictos y operaciones de paz y reconciliación, y tantos otros logros en todos los campos de la proyección internacional del quehacer humano. Todas estas realizaciones son luces que contrastan la oscuridad del desorden causado por las ambiciones descontroladas y por los egoísmos colectivos. Es cierto que aún son muchos los graves problemas no resueltos, pero es evidente que, si hubiera faltado toda esa actividad internacional, la humanidad podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias potencialidades. Cada uno de estos progresos políticos, jurídicos y técnicos son un camino de concreción del ideal de la fraternidad humana y un medio para su mayor realización.


Rindo por eso homenaje a todos los hombres y mujeres que han servido leal y sacrificadamente a toda la humanidad en estos 70 años. En particular, quiero recordar hoy a los que han dado su vida por la paz y la reconciliación de los pueblos, desde Dag Hammarskjöld hasta los muchísimos funcionarios de todos los niveles, fallecidos en las misiones humanitarias, de paz y de reconciliación.


La experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos es siempre necesaria, progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones. Tal necesidad de una mayor equidad, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.


La labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y ─ a la vez – grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos. Dos sectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la realidad. Por eso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y acabando con la exclusión.


Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero “derecho del ambiente” por un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte del ambiente. Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre, aun cuando está dotado de “capacidades inéditas” que “muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico” (Laudato si’, 81), es al mismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir y desarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una de las creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demás creaturas. Los cristianos, junto con las otras religiones monoteístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite al hombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y mucho menos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental (cf. ibíd., 81).


El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades, ya sea por tener capacidades diferentes (discapacitados) o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuados o poseen insuficiente capacidad de decisión política. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimo atentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartados por la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben sufrir injustamente las consecuencias del abuso del ambiente. Estos fenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada “cultura del descarte”.


Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una importante señal de esperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre cambio climático logre acuerdos fundamentales y eficaces.


No bastan, sin embargo, los compromisos asumidos solemnemente, aun cuando constituyen un paso necesario para las soluciones. La definición clásica de justicia a que aludí anteriormente contiene como elemento esencial una voluntad constante y perpetua: Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi. El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos.


La multiplicidad y complejidad de los problemas exige contar con instrumentos técnicos de medida. Esto, empero, comporta un doble peligro: limitarse al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos ─ metas, objetivos e indicadores estadísticos ─, o creer que una única solución teórica y apriorística dará respuesta a todos los desafíos. No hay que perder de vista, en ningún momento, que la acción política y económica, solo es eficaz cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto perenne de justicia y que no pierde de vista en ningún momento que, antes y más allá de los planes y programas, hay mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven, luchan y sufren, y que muchas veces se ven obligados a vivir miserablemente, privados de cualquier derecho.


Para que estos hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza extrema, hay que permitirles ser dignos actores de su propio destino. El desarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, por cada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación con todos los círculos en los que se desarrolla la socialidad humana ─ amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y sindicatos, provincias, naciones ─. Esto supone y exige el derecho a la educación ─ también para las niñas, excluidas en algunas partes ─, que se asegura en primer lugar respetando y reforzando el derecho primario de las familias a educar, y el derecho de las Iglesias y de agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la formación de sus hijas e hijos. La educación, así concebida, es la base para la realización de la Agenda 2030 y para recuperar el ambiente.


Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Ese mínimo absoluto tiene en lo material tres nombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad del espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y los otros derechos cívicos.


Por todo esto, la medida y el indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, práctico e inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentación adecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad del espíritu y educación. Al mismo tiempo, estos pilares del desarrollo humano integral tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida y, más en general, lo que podríamos llamar el derecho a la existencia de la misma naturaleza humana.


La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre: “El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza” (Benedicto XVI, Discurso al Parlamento Federal de Alemania, 22 septiembre 2011; citado en Laudato si’, 6). La creación se ve perjudicada “donde nosotros mismos somos las últimas instancias [...] El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos” (Id., Discurso al Clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone, 6 agosto 2008; citado ibíd.). Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer (cf. Laudato si’, 155), y el absoluto respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones (cf. ibíd., 123; 136).


Sin el reconocimiento de unos límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos pilares del desarrollo humano integral, el ideal de “salvar las futuras generaciones del flagelo de la guerra” (Carta de las Naciones Unidas, Preámbulo) y de “promover el progreso social y un más elevado nivel de vida en una más amplia libertad” (ibíd.) corre el riesgo de convertirse en un espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabras vacías que sirven de excusa para cualquier abuso y corrupción, o para promover una colonización ideológica a través de la imposición de modelos y estilos de vida anómalos, extraños a la identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables.


La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos.


Para tal fin hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental. La experiencia de los 70 años de existencia de las Naciones Unidas, en general, y en particular la experiencia de los primeros 15 años del tercer milenio, muestran tanto la eficacia de la plena aplicación de las normas internacionales como la ineficacia de su incumplimiento. Si se respeta y aplica la Carta de las Naciones Unidas con transparencia y sinceridad, sin segundas intenciones, como un punto de referencia obligatorio de justicia y no como un instrumento para disfrazar intenciones espurias, se alcanzan resultados de paz. Cuando, en cambio, se confunde la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando no lo es, se abre una verdadera caja de Pandora de fuerzas incontrolables, que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cultural e incluso el ambiente biológico.


El Preámbulo y el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican los cimientos de la construcción jurídica internacional: la paz, la solución pacífica de las controversias y el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones. Contrasta fuertemente con estas afirmaciones, y las niega en la práctica, la tendencia siempre presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares. Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua ─ y posiblemente de toda la humanidad ─ son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser “Naciones unidas por el miedo y la desconfianza”. Hay que empeñarse por un mundo sin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos.


El reciente acuerdo sobre la cuestión nuclear en una región sensible de Asia y Oriente Medio es una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho, ejercitados con sinceridad, paciencia y constancia. Hago votos para que este acuerdo sea duradero y eficaz y dé los frutos deseados con la colaboración de todas las partes implicadas.


En ese sentido, no faltan duras pruebas de las consecuencias negativas de las intervenciones políticas y militares no coordinadas entre los miembros de la comunidad internacional. Por eso, aun deseando no tener la necesidad de hacerlo, no puedo dejar de reiterar mis repetidos llamamientos en relación con la dolorosa situación de todo el Oriente Medio, del norte de África y de otros países africanos, donde los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religión mayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de su patrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con la propia vida o con la esclavitud.


Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntos internacionales. No solo en los casos de persecución religiosa o cultural, sino en cada situación de conflicto, como en Ucrania, en Siria, en Irak, en Libia, en Sudán del Sur y en la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerras y conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren y mueren. Seres humanos que se convierten en material de descarte cuando solo la actividad consiste en enumerar problemas, estrategias y discusiones.


Como pedía al Secretario General de las Naciones Unidas en mi carta del 9 de agosto de 2014, “la más elemental comprensión de la dignidad humana [obliga] a la comunidad internacional, en particular a través de las normas y los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo posible para detener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas” y para proteger a las poblaciones inocentes.


En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Otra clase de guerra viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra “asumida” y pobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones.


Comencé esta intervención recordando las visitas de mis predecesores. Quisiera ahora que mis palabras fueran especialmente como una continuación de las palabras finales del discurso de Pablo VI, pronunciado hace casi exactamente 50 años, pero de valor perenne: “Ha llegado la hora en que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi de oración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, [...] ha sido tan necesaria la conciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán [...] resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad” (Discurso a los Representantes de los Estados, 4 de octubre de 1965). Entre otras cosas, sin duda, la genialidad humana, bien aplicada, ayudará a resolver los graves desafíos de la degradación ecológica y de la exclusión. Continúo con Pablo VI: “El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas” (ibíd.).


La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada.


Tal comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte la trascendencia, renuncie a la construcción de una elite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente y respetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo VI, “el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo” (ibíd.).


El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura en mi tierra natal, canta: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”.
El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo “todo fundamento de la vida social” y por lo tanto “termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses” (Laudato si’, 229).


El tiempo presente nos invita a privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad hasta que fructifiquen en importantes y positivos acontecimientos históricos (cf. Evangelii gaudium, 223). No podemos permitirnos postergar “algunas agendas” para el futuro. El futuro nos pide decisiones críticas y globales de cara a los conflictos mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados.


La laudable construcción jurídica internacional de la Organización de las Naciones Unidas y de todas sus realizaciones, perfeccionable como cualquier otra obra humana y, al mismo tiempo, necesaria, puede ser prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Lo será si los representantes de los Estados sabrán dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio del bien común. Pido a Dios Todopoderoso que así sea, y les aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la Iglesia Católica, para que esta Institución, todos sus Estados miembros y cada uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un servicio respetuoso de la diversidad y que sepa potenciar, para el bien común, lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano.



La bendición del Altísimo, la paz y la prosperidad para todos ustedes y para todos sus pueblos. Gracias.