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viernes, 2 de enero de 2015

La movida con Cuba, mera necesidad de seguridad nacional para EEUU

Darsi Ferret. DIARIO LAS AMERICAS


La victoria que le endilgan a los Castro en el “sorpresivo” anuncio de acercamiento y normalización de relaciones con EEUU resulta completamente falsa, un bluff. Tanto los opuestos a la dictadura de La Habana, que consideran una traición la nueva política de la Casa Blanca, como los aliados del régimen comunista, coinciden en dar una lectura y supuesto resultado a los actuales acontecimientos bien diferente de la realidad. Como se dice en uno de los juegos infantiles: “…están frío, frío, frío”. 

Los hechos se muestran claros a la vista, es sólo cuestión de apartar las reacciones emotivas y pasionales, para llegar al análisis objetivo de este sensible asunto.

El enorme calado de las medidas adoptadas (restablecimiento de relaciones diplomáticas y empuje por el levantamiento de las sanciones económicas y financieras, más allá del intercambio de presos), demuestra que Raúl Castro salió desesperado a tirarse en brazos de los estadounidenses como última carta de salvación para él y los suyos.

Y para EEUU representa la única oportunidad de entrar a Cuba con delegaciones políticas como garantes de un proceso de desmonte paulatino y controlado del régimen, ya que de no subirse en ese bote habrían tenido que hacerlo un poco más adelante con aviones, barcos y marines, obligados por el peligro que les supondría el futuro desplome del castrismo con la consecuente inestabilidad y vacío de poder.

Este escenario de amenaza creciente de derrumbe de la dictadura cubana se relaciona con el indetenible colapso del chavismo en Venezuela. La incompetencia de Nicolás Maduro unida a la inviabilidad del sistema estatista que heredó no brinda garantías de sostener el poder por mucho más tiempo.

La repentina caída de los precios del petróleo en el mercado internacional vino a convertirse en el tiro de gracia para ese régimen. Junto con el pronto derrumbe de Maduro se evapora el jugoso subsidio (unos 13.000 millones de dólares anuales) del que han sobrevivido los Castro desde 1998.

Como la economía cubana no produce ni es capaz de autoabastecerse, la caída del chavismo y desaparición del subsidio, dejarán a Raúl Castro sin su principal fuente de sustentación económica y sin posibilidades de encontrar otro benefactor sustituto que llegue con la billetera llena de dinero y la disposición de seguirles manteniendo como manganzones. Tales circunstancias sólo permiten espacio a un mayor deterioro de la tensa situación interna dentro de Cuba, que inevitablemente empujaría a un estallido social.

Llegar a enfrentarse con un estallido social no sólo aterra a los Castro y su séquito cercano, también EEUU le tiene pánico, debido a que tendrían que tomar asunto directamente para asumir sus nefastas consecuencias.

La pérdida de control del poder implica para los Castro el peligro de arriesgar la vida, la libertad y la riqueza usurpada durante el medio siglo de dictadura. Por otro lado, la isla podría abocarse en una etapa de inestabilidad que conduciría al éxodo masivo e incontrolado hacia EEUU.

Y peor aún para la Casa Blanca, la inestabilidad en Cuba la haría demasiado atractiva para el narcotráfico y el terrorismo internacional, cuyos grupos tratarían de establecer refugio y base operativa en la isla para situarse a escasas millas del territorio norteamericano.

Entonces, ¿de qué estamos hablando?

Todo este acercamiento entre Obama y Castro no es otra cosa que una rendición del castrismo. Raúl Castro ha salido desesperado a recabar el apuntalamiento económico de los EEUU para evitar el desplome, y se ha comprometido sin posibilidades de otra alternativa futura a desmontar el régimen en un proceso gradual y controlado, negociando con la Casa Blanca que se llegue al final con la garantía de amnistía para él, su familia y la cúpula de su dictadura.

Los americanos están obligados por las circunstancias a priorizar sus intereses geoestratégicos de seguridad nacional. Su problema con Cuba se resume a obtener la garantía de estabilidad en la isla.

Se han lanzado a aprovechar la vía diplomática que conduce al desmantelamiento del régimen y la amenaza que este representa. Y en caso de malograrse ese camino sin retorno, les queda a mano la solución militar que constituye para ellos la no deseada pero obligada invasión con ocupación que mantenga la estabilidad en el país.

Aclaremos que por ningún bando ha ocurrido un renacer de buena voluntad, ni mucho menos un despertar de cariño o preocupación por la suerte o la libertad del pueblo cubano.

Simplemente los americanos no quisieran tener que sumar otro evento costosísimo de meter las botas de sus uniformados en otro país de la región al estilo de Granada (1983), Panamá (1989) o Haití (2004).

En pleno siglo XXI y dados los acontecimientos, enredarse en una invasión a Cuba les resultaría de unas consecuencias políticas incalculables. Y en el caso de los Castro, están dispuestos a todo menos a la posibilidad de que cuelguen sus fotos en la misma pared donde se encuentran los retratos de Nicolae Ceaucescu, Muanmar el Gadafi, Sadam Husein o Manuel A. Noriega.

Obama quiere estabilidad en la isla. Raúl amnistía. Y para alcanzar ambos propósitos les urge mantenerse en control del panorama mientras se desenvuelve el proceso negociador del desmonte gradual y ordenado del régimen.    
   
La otra gran lectura del acercamiento entre Obama y Castro es que la oposición quedó fuera de la mesa y ni siquiera fue consultada. La mayor responsabilidad es de la propia oposición por estar dividida, enfrentada y sin mostrar madurez política ni rumbo estratégico.

Esta realidad lamentable que deja en mejor posición a la dictadura en medio de las negociaciones con EEUU, se puede aprovechar y hacer que sirva de estímulo para superar los escollos y lograr por primera vez la necesaria unidad.

Los líderes de los distintos grupos de la oposición tienen la responsabilidad de crear una gran coalición, sustentada en una agenda mínima de coincidencia. El peso de esa voz será imposible no tomarlo en cuenta.

Lo lamentable para la oposición es que si no se monta en este tren que ya arrancó y se desplaza por los rieles, simplemente seguirá en el andén, fuera de todo protagonismo en el momento histórico que vive la nación.


Para el pueblo cubano la buena noticia es que de una u otra manera, o guiados por unos u otros actores, pronto le llegará la imprescindible libertad. El amanecer está más cerca que nunca.    

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