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domingo, 21 de septiembre de 2014

Panamá: Un Presidente despistado

La vicepresidenta y ministra de Exteriores de Panamá, Isabel de Saint Malo de Alvarado, se reúne con el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez. Foto: EFE

Mario J. Viera

Que Rafael Correa exigiera que el general que usurpa el gobierno de Cuba participara en el foro interamericano, no tuvo nada de sorprendente, pues, aunque Correa ejerce la presidencia de su país legítimamente, él es, definitivamente, cachorro de la misma camada castrista. Que los países que integran el bloque ALBA decidieran no participar en la Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2012, nada tiene de extraño, porque al fin y al cabo se trata de un club de gobernantes proclives a la dictadura; pero que un presidente electo democráticamente se vincule a la petición albista de darle asiento en la Cumbres de la Américas al usurpador del gobierno de Cuba, es ya una completa incongruencia.

Incongruencia por muchas razones, una de ellas es que Juan Carlos Varela, presidente de Panamá, fue electo por el partido arnulfista, el Partido Panameñista, un partido que siempre mantuvo una actitud antimilitarista y anticomunista. Incongruente porque en entrevista concedida a EFE durante su visita a España, el 8 de septiembre afirmó que “la estabilidad de un gobierno la garantiza principalmente el compromiso de sus dirigentes de mantener una política pública en beneficio de la población y que los recursos del Estado se usen en beneficio de todos”, cuando en Cuba la política pública de castrismo es un completo desastre dirigida a mantenerse en el poder empleando cuantiosos recursos en beneficio exclusivo de una elite de militares y del poder de un partido político que domina y controla como único legalizado todas las esferas del Estado y de la Nación; porque declaró en su discurso de toma de posesión que su propósito era “luchar por la justicia social, siempre basado en el amor al prójimo”, en tanto que el gobierno usurpador de Cuba su “amor al prójimo” lo expresa mediante la represión a cualquier opinión opositora, mediante los vergonzosos actos de repudio, mediante el acoso constante a los representantes de la resistencia pacífica y civilista.

Como también es incongruente con sus declaraciones, su disposición a darle foro al general usurpador del Gobierno de Cuba, que mantiene una camarilla de politicastros y militares siempre colocados por encima de la ley en tanto se mantengan fieles a Fidel y Raúl Castro.

Partiendo de un latinoamericanismo mal formulado declaró en España: “América es un solo continente, incluye a Cuba y hay que ser respetuoso con eso”. Cuba forma parte de América, Cuba es de América Latina; pero en Cuba no existe un gobierno legítimo con derecho a representarle en un foro de debate comprometido “con la integración hemisférica y la responsabilidad nacional y colectiva, a fin de mejorar el bienestar económico y la seguridad” de los pueblos de América. El gobierno usurpador de Cuba no cumple con tales parámetros.

Para justificar su intención de extender la invitación a Raúl Castro, general y usurpador, para su participación en la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en abril de 2015, Juan Carlos Varela declaró a EFE: “Tenemos que buscar lo que nos une y dejar por unos días cualquier división política para afrontar retos coordinados”. Premisa falsa que la convierte en falacia. No se trata de diferencias políticas en el caso de Cuba sino de diferencias de principios; en Cuba no existe un gobierno legítimo sino un gobierno usurpador impuesto por la fuerza militar y los órganos  de represión política. Diferencias políticas, que, quizá merezcan obviarse, son las existentes entre gobiernos latinoamericanos de derecha y gobiernos de izquierda, entre gobiernos sujetos al estado de derecho y gobiernos como los integrantes de ALBA; diferencias políticas entre Juan Carlos Valera, por ejemplo, y Rafael Correa, o entre Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro.

Otra incongruencia en la posición panameña de invitar a Raúl Castro a la Cumbre de Panamá, la ofreció la vicepresidenta y canciller de Panamá, Isabel de Saint Malo de Alvarado durante su visita oficial a la isla cuando declaró que el objetivo de su visita a Cuba era “afianzar las históricas relaciones de amistad entre Cuba y Panamá”. ¿Cuáles son esas históricas relaciones de amistad entre el castrismo (no Cuba) y Panamá?

Dejando a un lado el affaire del barco norcoreano “Chong Chon Gang”, las históricas relaciones de amistad del castrismo con Panamá fueron los estrechos lazos que les unió con el régimen militar de Omar Torrijos ─ calificado por Raúl Castro como “entrañable amigo del pueblo de Cuba y del compañero Fidel” ─, participante en el golpe de estado del 11 de octubre de 1968 que derrocó al presidente legítimo de Panamá, Arnulfo Arias Madrid, fundador del partido en el que milita el actual presidente panameño, o su estrecha colaboración con la dictadura militar del general Manuel Antonio Noriega.


Aunque este de Panamá, a todas luces se muestra como un presidente despistado, podría mejorar su cara política si al mismo tiempo que invita al usurpador cubano, invitara a los actores sociales de Cuba a participar en la Cumbre Social que se celebra previo al de la Cumbre de las Américas. Pero no conformarse con invitar a las organizaciones títeres del castrismo como son la oficialista Central de Trabajadores de Cuba, la Federación de Mujeres de Cuba, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y otras de semejante composición, sino invitar también a los actores sociales de la perseguida e ilegalizada oposición cubana, como pudieran ser, representantes de las Damas de Blanco, activistas como Elizardo Sánchez Santa Cruz, Jorge Luis García Pérez “Antúnez”, Guillermo (El Coco) Fariñas Hernández y Oscar Elías Biscet, conjuntamente con integrantes del periodismo independiente.

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