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martes, 25 de febrero de 2014

El que se pica pierde





Para Rafael Correa los reclamos en Caracas y Buenos Aires no se deben a los malos gobiernos y a las angustias de los ciudadanos, son siempre conspiraciones de la derecha, o golpes de estado blandos. Cuando Quito le daba los votos, los corazones de los capitalinos eran ardientes y revolucionarios, ahora los mismos electores se dejaron convencer por los ultraderechistas y neoliberales. Una manera particular de concebir a los gobernantes y a la opinión los mandantes.









Ana Karina López. HOY.com


Los resultados ya los conocemos. Los análisis están por todas partes. Hay muchas perspectivas sobre las causas y las explicaciones de derrotas y triunfos. Pero esta campaña tiene una particularidad, en ella se desnudaron y potenciaron dos características de la personalidad presidencial.


 La una, que la hemos visto desde 2006, es la particular visión del Presidente sobre la democracia, esa configuración unipolar de la política que se resume en “el que no está conmigo está contra mí”. Y la otra, estrenada en este nuevo escenario, es que como se ha acostumbrado a ganar, el fracaso al presidente Correa le quita el instinto para seducir, y ese potencial de adivinar el número ganador.


Su particular visión de la democracia se potencializó cuando las cifras se pusieron cuesta arriba. El antagonismo, la posibilidad de golpe y  la confrontación pulularon en discursos e intervenciones. Para él la oposición es el “enemigo”, y la cohabitación es un imposible porque es equivalente a desestabilización.


 Sus frases “primero tumban a Barrera y después a Correa”, “Votar por Augusto es votar por la revolución”, “las mega obras” de Quito solo se pudieron hacer porque tenía su apoyo, y el augurio de un escenario muy serio de ingobernabilidad en caso del triunfo de Rodas, echan al traste los fundamentos de cualquier democracia. ¿Así son los estadistas? ¿Solo trabajan con sus partidarios?


 Para él, los reclamos en Caracas y Buenos Aires no se deben a los malos gobiernos y a las angustias de los ciudadanos, son siempre conspiraciones de la derecha, o golpes de estado blandos. Cuando Quito le daba los votos, los corazones de los capitalinos eran ardientes y revolucionarios, ahora los mismos electores se dejaron convencer por los ultraderechistas y neoliberales. Una manera particular de concebir a los gobernantes y a la opinión los mandantes.


También mostró cómo él entiende la ley y las instituciones del Estado, cuando aseguró "Exhorto a las demás funciones del Estado a no exhortarme" si "no hay capacidad para actuar" pues, entonces, "están interfiriendo en otras funciones”. "Si tienen capacidad legal ordenen, pero no exhorten". Y así desautorizó y desvalorizó al presidente del Consejo Nacional Electoral, Domingo Paredes.


 Al parecer las leyes electorales que hablan sobre la no intervención de los funcionarios en la campaña también le tienen sin cuidado. Por eso dio marcha atrás a su cuarta licencia y, sin embargo, realizó recorridos por la Quito. Con bastante desparpajo.


 Estas demostraciones también reflejaban la pérdida de control de la situación. Mientras se confirmaba la caída de su candidato en Quito, aceleraba y frenaba: un día en una carta dice que quitar los impuestos era una medida socialcristiana y al día siguiente comienza a bajar las multas. Todo esto acompañado de una serie de amenazas y chantajes a sus electores, que, por los resultados electorales, no le sirvieron de mucho. Tampoco le ayudó el hecho de crisparse y acusar a “la derecha de envenenar el alma”.


En todo caso fueron unas bonitas palabras las que lanzó el 23 de febrero por la mañana al inaugurar la jornada electoral: “Estamos dejando atrás ese estado oligárquico, excluyente e inequitativo para construir el estado pluricultural, democrático e incluyente basado en derechos y justicia”.

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