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lunes, 14 de octubre de 2013

¡Maduro!: ¿quebrar el espinazo a quién?


Miguel Bahachille. EL UNIVERSAL

SUPLICIO. Cuadro del pintor Jesús Infante
Cuanto más se complica el panorama político y económico del país, más inepto se vislumbra el ejercicio de este gobierno autodefinido como socialista. Nada nuevo. El marxismo políticamente seductor surgido en algunos países latinoamericanos en la década de los sesenta, inspirados sobre todo por la fachendosa figura del Che, popularizó slogans tramperos orientados a conquistar la nunca lograda sociedad igualitaria. La fábula más trascendida era acabar con la sociedad de clases. En consecuencia debían finiquitarse las cuentas pendientes entre explotadores y explotados. De allí que Nicolás, nuevo mesías marxista al estilo cubano, plantee "saldar las deudas diferidas" e impedir que la burguesía le quiebre el espinazo al socialismo. Ello exige duras batallas contra el capitalismo rapaz.

 Echar mano del mismo argumento, décadas después, más que un desatino es una majadería inservible. ¿Ha podido establecer este régimen humanista, como primer empleador, qué es lo que explota de sus trabajadores? Cuando alguno protesta exigiendo demandas justas se le acusa por falta de conciencia patriótica. Los embates de Maduro contra Fedecámaras, Consecomercio, mayoristas, industriales nacionales y extranjeros, no son otra cosa que evasivas para justificar sus fracasos e inculpar a malhechores externos. ¿Y qué de los forajidos socialistas que han desplumado el país? ¿No es acaso una burla al juicio examinador del venezolano? ¿Quién le quiebra el espinazo a quién?

El dispositivo perverso instaurado por el actual cascarón institucional asedia no sólo al sistema productivo del país sino a la perspectiva futurista sobre todo del ciudadano honesto. El deshonesto no tiene problemas pues por ahora disfruta de "puerta franca" para sus trastadas. No es secreto que los "cuerpos de seguridad", las cárceles y los tribunales perdieron potestad como entes correctores. Por el contrario forman parte del actual cuadradillo. Los apóstoles del régimen cubren sus espaldas mediante un arsenal de modelos más o menos dogmáticos con los que creen complacer a los que aún comulgan con Marx e incluso con la doctrina cristiana de la salvación. ¡Cháchara para todo el mundo!

Emplear las pautas del colectivismo belicoso para gobernar en 2013 es una clara ignorancia de cómo funciona la economía moderna y su correspondencia con el equilibrio democrático. La avenencia entre partes presupone conflictos de intereses que se dirimen a través de vías institucionales claramente delimitadas; no con gritos ni quebrando espinazos. Esa táctica decadente, recurrida por Chávez durante 14 años y continuada ahora por Maduro, ha incrementado la cantidad de minorías que se sienten excluidas del acenso social. La regencia cubana es la única que se beneficia con ello pues con la pauperización del venezolano se preservan sus privilegios. 

Venezuela es el único país que en el siglo XXI arriesga su población a una aventura marxista como respuesta a la demanda de los exigidos. Revisemos los hechos más recalcados por la prensa nacional e internacional para conceptuar la ruta de este socialismo destructivo.

"Se compra a EEUU más combustible del que se le vende; se agudiza crisis de los servicios de radioterapia en hospitales públicos; suspenden cirugías en el hospital de Maracaibo por falta de insumos; escasez de material para la industria gráfica; el hospital de niños está peor que en 2001; CVG perdió 47,7 millones de dólares con la reventa de bauxita; Pdvsa reconoce retrasos en el proyecto de la faja; hay serios riesgos de profundizar la crisis social; la UCV colocada en la lista de patrimonios mundiales en peligro de deterioro, etc.".

Así pues el único que quiebra espinazos es Maduro; no "la oligarquía parasitaria". Él, como su antecesor, se ocuparon de hacerlo cuando desmembraron la CVG, Pdvsa, Sidor, entre muchas empresas del Estado. También acosaron a agrupaciones privadas con tradición productiva como Agroisleña.

Pero el peor daño ha sido la quebradura de la moral pública. Los boliburgueses actúan sin temor de ser infligidos por sus tropelías. Se sienten resguardados por una cofradía que infieren está sustentada en una nueva moral empapada de "socialismo puro". Entretanto las únicas espaldas quebradas son las del ciudadano común que debe recorrer kilómetros para adquirir un paquete de leche en polvo.

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