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jueves, 17 de octubre de 2013

Los bravucones de barrios marginales en La Habana


Iván García. DIARIO LAS AMERICAS.

Los guapos de barrio. Foto DLA
Hay una nueva estirpe de guapo cubano que pulula actualmente en los barrios marginales de La Habana: los bravucones baratos. La edad: entre 14 y 30 años, no más. Suelen utilizar jeans y pulóvers ceñidos al cuerpo.

Recurren a cortes de cabellos extravagantes. El yonqui, la cresta de gallo, el estilo mohicano y demasiado gel en el pelo. Gafas onda retro. Zapatillas Puma, Nike o Reebok de corte bajo con puntera afilada.

Suelen vivir en auténticos antros. Edificios superpoblados en peligro de derrumbe. Solares donde las riñas son un estilo de vida. Familias rotas. Padres desconocidos. Y desde la adolescencia la cárcel es su segunda casa.

Comen poco y mal. Beben mucho. Ron pendenciero y cerveza de quinta categoría. Tragan píldoras a granel. Anfetaminas, sedantes o cualquier otro medicamento que les "cambie el cuerpo".

Cuando tienen dinero lo despilfarran en discotecas, “matadoras de jugadas” (prostitutas baratas) y, por supuesto, drogas. Según el bolsillo, en cualquier cuartería de la zona vieja de La Habana compran un gramo de melca a 70 pesos convertibles (cuc).

También marihuana. Criolla a 20 pesos el porro o una yerba que se vende como “yuma” a cinco cuc. Luego hacen un “bazuco”, espolvoreando un poco de “polvo” en la traza del cigarrillo.

Y se “vuelan”. Es su manera de evadirse. El futuro para un marginal de arrabal es algo abstracto. Viven del invento. Delinquiendo.

Navaja en mano se dedican a asaltar transeúntes, arrancar una cadena de oro a alguna señora desprevenida o con violencia quitarle una camiseta del Barça a un chico recién salido de la discoteca.

Les encanta el reguetón. Enrolarse en la religión abakuá. Labrarse una historia de tipo duro, repartiendo bofetones y así darse a conocer en el bajo mundo capitalino. Los problemas entre ellos se resuelven a tiros o a punta de machete.

Entre los guapos no se aceptan homosexuales. Aunque no pocos son sodomitas consuetudinarios cuando están tras las rejas. La mayoría son jóvenes negros o mestizos.

Dentro del “ambiente”, se ve con buenos ojos tener varias “jebitas”. Ser machista es un cuño. Su filosofía de vida es simple. Fiestas, todas las que puedan. Para ellos la calle es una jungla, donde los más fuertes y audaces se imponen.

La política ni les va ni les viene. Se consideran los olvidados de siempre. Con o sin democracia, creen que nunca tendrán un espacio dentro de la sociedad. Su meta es sobrevivir. Como se pueda. Y a su manera.

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