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miércoles, 23 de octubre de 2013

La oposición cubana necesita algo más que coraje


Jorge Olivera Castillo. CUBANET

He escuchado más de una vez que la oposición no pasa de ser simbólica, “testimonial”, que no logrará convertirse en un referente político de peso a corto y mediano plazos.

Lo más significativo no son tanto las afirmaciones, como las personas (cubanos y extranjeros) que las han hecho, muchas de ellas a condición del anonimato y sin conocimiento del tema.

No ha sido fácil resistir en medio de tantas dificultades, e incluso avanzar agendas que parecían imposibles en circunstancias tan adversas. Sin embargo, a pesar de los muchos errores tácticos y estratégicos que ha cometido, de la represión gubernamental y del incesante flujo de líderes hacia el exilio, la oposición cubana cuenta con un moderado margen de credibilidad.

Decir que todo el esfuerzo de más de tres décadas ha sido un fracaso, sería una falsedad. Junto a los muchos descalabros, hay éxitos, que no habrán sido muchos, pero sí representativos de la entereza moral y la capacidad de resistencia de los grupos opositores.

Desafortunadamente, muchas de nuestras iniciativas dan fe del coraje y la determinación de los opositores, pero no han logrado sumar a nuestra lucha a una parte sustancial del pueblo. Ni siquiera se vislumbra la unidad entre los opositores. La egolatría de algunos y la persistencia en ejecutar planes irrealistas y demasiado ambiciosos, siguen dañando nuestra lucha.

El régimen, pese a su talante represivo, tiene reconocimiento en los foros internacionales. Las denuncias por las flagrantes violaciones de los derechos humanos, además de ser ignoradas por la gran prensa, no reciben atención de los gobiernos y  de estos foros.

Los cientos de arrestos arbitrarios que ocurren cada mes, el aumento de los presos políticos y las palizas en la vía pública contra los opositores  pacíficos, pasan ante los ojos del mundo sin consecuencias para la dictadura.

Para avanzar es importante que “profesionalicemos” nuestra lucha. Necesitamos humildad para reconocer nuestras carencias y potencialidades. Si no rectificamos nuestras tácticas no alcanzaremos la legitimidad a la que aspiramos.

Con las divisiones, las metas ambiciosas y los discursos que claman por medidas coercitivas externas, incluyendo las de carácter militar, la oposición aumenta el círculo vicioso.

Debemos mantener nuestros principios fundamentales, pero reajustar nuestras estrategias, buscar nuevos métodos más eficaces.

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