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lunes, 28 de octubre de 2013

Filosofía y política


Si el poder es solo un medio, para qué lo quieren los 8 candidatos a la Presidencia de la República, los diputados y los miembros de las corporaciones municipales que solicitan el apoyo del electorado en el marco del proceso electoral que culminará el 24 de noviembre.

Benjamín Santos. LA TRIBUNA

En uno de los primeros seminarios en los cuales me tocó exponer mientras realizaba estudios de Ciencia Política en Alemania, me tocó abordar el tema a que se refiere el titular de esta columna. No fue fácil exponer en el idioma de Goethe y Schiller, que apenas empezaba a balbucear, un tema tan complicado especialmente en la clase del  doctor Dietrich Bracher. Es complejo de explicar aún en el idioma materno. Difícil porque la filosofía es desde los griegos la reflexión sobre las causas  primeras y los fines últimos, mientras que  la política se entiende comúnmente como la lucha por alcanzar, ejercer y retener el poder público sin ninguna referencia  al por qué y para qué.

Las dos preguntas del párrafo anterior son las que establecen el puente entre la política como lucha por el poder y la filosofía. Las causas son investigadas por la etiología y los fines, el para qué, por la teleología. Pero además la filosofía y la política se relacionan por la ética, que es una rama de la filosofía bajo el nombre de axiología. Toda actividad humana que tiene al ser humano y no a las cosas como centro de sus preocupaciones requiere una reflexión filosófica. Por eso hay una filosofía de le educación, una filosofía de la historia, una filosofía política, además de una ciencia para cada una de esas actividades humanas y un conjunto de técnicas.

Por su carácter práctico la política ha quedado reducida a un conjunto de técnicas de organización, de promoción, de creación de imagen y de gestión de las instituciones del Estado. La técnica es solo un medio y por sí misma puede servir para bien o para mal. El poder no tiene por sí mismo fines ni motivaciones éticas. Es como un machete que igual corta la hierba para que se den los cultivos que se necesitan  que las cabezas de los mismos seres humanos. El poder en manos de incapaces e irresponsables es como un arma en manos de un loco. A veces actúa además como una droga, transforma a quienes lo poseen y los lleva actuar en forma  irreflexiva. Dice Gabriel Tarde que el poder es en esencia la capacidad de hacerse obedecer, pero aquí es donde viene la pregunta cómo y para qué. Esa definición vale para el poder en general y también para el poder del Estado que tiene características especiales: es el único poder soberano, coercitivo y político, en el sentido de que se ejerce sobre toda la polis, sobre toda la sociedad.

Si el poder es solo un medio, para qué lo quieren los 8 candidatos a la Presidencia de la República, los diputados y los miembros de las corporaciones municipales que solicitan el apoyo del electorado en el marco del proceso electoral que culminará el 24 de noviembre. De todos hemos esperado que nos digan el por qué, el cómo y el para de sus propósitos, es decir la parte filosófica de la actividad política. La política y su estructura, el Estado, desde su origen están vinculados a un fin: el bien común, es decir el conjunto de condiciones materiales e inmateriales que el Estado como estructura política debe crear para que  los seres humanos que integran su población lleven individual y colectivamente una vida digna al tiempo que promueven su propio desarrollo.

La política es una actividad muy noble, porque permite que  a quienes tienen una alta vocación de servicio hagan de su vida una entrega desinteresada y total para servir a la comunidad de la cual  forman parte. Así la entendieron los griegos al llamar idiotas a quienes se entregaban  a sus negocios personales con total desinterés por el cultivo de la vida en común. Así ha entendido la política el cristianismo que nació 500 años después y nuestros próceres que sacrificaron su vida y su patrimonio para legarnos una Patria. Lo contrario de lo que ocurre en nuestros días, próceres como Herrera y Morazán sacrificaron   su vida y sus bienes  por  cumplir  su vocación política. Todo porque tenían una concepción del ser humano, de la sociedad y del Estado sobre cuya base  elaboraron una  visión filosófica de su quehacer político. Tenían claro el por qué y para qué de sus actuaciones.

Nos parece que  la actual campaña electoral ha transcurrido vacía de contenidos filosóficos que alimentaran un debate que fuera más allá de soluciones aisladas y coyunturales. Hizo falta un planteamiento global y coherente sobre la problemática nacional y sus posibles soluciones.

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