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lunes, 5 de agosto de 2013

¿Los "ricos" tienen la culpa?


La Venezuela del "más vivo", vividora de la renta petrolera, solo produce desigualdad.

Rafael Alfonzo H. EL UNIVERSAL

Cuando se categoriza en forma despectiva de "rico" a quien tiene bienes de fortuna y se le culpa de la desigualdad social existente, se comete la misma injusticia que cuando se generaliza calificando de "pobre" a quien carece de esos medios. A los pobres se les convierte en víctimas necesarias y se les condena a ese estado de por vida.

Pretender solucionar la pobreza con bolsas de comida y dependencia del reparto proselitista, solo genera más miseria y sometimiento del pueblo, al cual se le niega poder surgir y mejorar su calidad de vida. Quitarle de forma compulsiva a quien más tiene para hacer una supuesta "justicia social", no solo no evita las diferencias, sino que en muchos casos impide la generación de oportunidades para quienes quieren y pueden salir de la pobreza a través de su esfuerzo y destrezas.

Es verdad que hay personas millonarias gracias a su falta de principios, a sus vínculos con la corrupción y a las conexiones gubernamentales. Estas prácticas no solo las repudiamos, sino que pedimos sean enjuiciadas. Estas actuaciones nada tienen que ver con quienes con su sudor, esfuerzo y dedicación diaria, logran una mejor condición de vida trabajando y generando empleos que dan prosperidad.

Numerosos ejemplos tenemos de venezolanos tildados de "ricos", insensibles, malvados y mata pobres, cuyo único pecado es producir y ayudar con su responsabilidad social y conciencia a quienes no han tenido las mismas oportunidades. Esos venezolanos han promovido, además de empleos y trabajos, ancianatos, centros educativos y de salud, que han permitido a quienes los han aprovechado una salida de la pobreza y una mejora notable de su calidad de vida.

Son muchos los casos de pobres que asumieron el reto del esfuerzo diario y el trabajo, que han mejorado su nivel de vida. Lamentablemente, son también muchos los que se han dejado ganar por la envidia, no salen de la retórica revanchista y se mantienen atados a los lazos de dependencia del Estado. Estos grupos permanecen anclados en la miseria.

Condenar al pobre a permanecer como preso dentro del barrio de por vida es no sólo inhumano, sino también una estrategia de dominación totalitaria inaceptable. ¿Por qué suponer o pretender que el pobre no puede abandonar su condición y se le proponen solo salidas populistas llenas de odio, que benefician a los jerarcas y vivos de siempre?

Lo importante es que se apliquen medidas efectivas que logren superación y bienestar. Más justo es que se les brinden igualdad de oportunidades que son las consecuencias de una educación y una salud de calidad. Si a esto le añadimos libertad y permitimos una economía de mercado basada en el esfuerzo individual, lograremos que cada día tengamos más "ricos" y menos "pobres".

La culpa de la desigualdad social no es la maldad y arrogancia de los “ricos”, sino la consecuencia de seguir eligiendo gobiernos populistas que basan su acción en el rencor, la venganza, el mercantilismo, los controles y el proselitismo político como criterio para el reparto de la riqueza, en lugar de buscar incentivos al ingenio individual. Todos esos vicios y prácticas malsanas generan altas tasas de inflación, que sí matan a los pobres.

La Venezuela del "más vivo", vividora de la renta petrolera, solo produce desigualdad. Esta visión ideológica hay que superarla para pasar a una cultura liberal basada en el trabajo, la competencia, la productividad, y que ─ como conclusión ─ permita abandonar la perniciosa práctica de los "derechos adquiridos" que todavía forman parte de la cultura colectiva existente.

Ser "rico" no es malo. Al contrario, es la salida a la condición de “pobre” que, lamentablemente, los políticos gobernantes han satanizado ante su incapacidad de lograr el éxito económico. Seguir usando consignas izquierdistas es desconocer la realidad y nos pone muy lejos de aquellos países que, a través de la libertad y la economía de mercado, mejoran la calidad de vida y pasan a ser naciones de primer mundo, en lugar de estancarse en la miseria.

Me pregunto cómo sería este país sin ricos y solo con pobres. La respuesta es clara: veríamos a Venezuela convertida en una Cuba, donde los únicos ricos serían los que tienen el poder y se jactan de ser defensores de la justicia social.

Prefiero una Venezuela llena de ricos, sin odios ni envidias, que día a día progresa y afinca su porvenir apegada a una cultura liberal, donde la responsabilidad y la iniciativa individual constituyan la base del éxito.

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