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viernes, 26 de julio de 2013

Un microestado asume la representación del mundo


Mario J. Viera

En Cuba se conmemoró con gran pompa el descalabro del asalto al Cuartel Moncada; y en la tribuna del jolgorio que recuerda a tantos asaltantes y soldados que murieron en aquel ya distante 26 de julio de 1953 ─, distante en el tiempo, sin significado en la conciencia popular, pero siempre recurrente de una pasada gloria para los achacosos líderes históricos del castrismo ─ no faltaron los de siempre o casi siempre aliados incondicionales de la tiranía militar más longeva de América Latina.

No podía faltar a la conmemoración el candidato venezolano del castrismo Nicolás Maduro que quizá viendo algún totí volando cerca tal vez creyera que se tratara de otra encarnación del amado comandante.

Junto a Maduro, no podía faltar ese que dizque gobierna en Nicaragua, Daniel Ortega, quien después de los festejos debe haber agarrado una revolucionaria juma con Habana Club.

También presente ese fronterizo que gobierna al más tercermundista país de América Latina, Evo Morales y para vergüenza de Uruguay y para su propia vergüenza, en la tribuna se sentaba José Mujica.

Rafael Correa le hizo el feo al jefe de la junta militar cubana, pues no se presentó al show y, en su lugar, envió al canciller de Ecuador, Ricardo Patiño.

Junto a la crema y nata del mundillo chavista latinoamericano asistieron también la crema y nata de los mendigantes gobernantes de los microestados de Antigua y Barbudas, Santa Lucía, la Mancomunidad de Dominica y el minúsculo San Vicente y Las Granadinas.

El Camarada Ralph, Ralph Gonsalves, desde la inmensa pequeñez del país que gobierna, apenas visible en cualquier mapamundi, asumió la representación del mundo y, lleno de fervor revolucionario, acicateó a los cubanos sometidos al castrismo diciendo: “Quiero que sepan que el mundo los mira con admiración”. Lo aclara bien porque parece que los cubanos no se han enterado de esa admiración mundial por ese desastre de gobierno que les estrangula.

Parece también que para Gonsalves el mundo debe ser el de los pocos gobernantes latinoamericanos presentes en el masoquista acto de conmemoración castrista. No estaban presente ni Cristina de Kirchner, ni la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, más ocupada en atender al Papa que de perder el tiempo sudando bajo los rayos solares de Santiago de Cuba. De América Central solo vino a mostrar “admiración” el presidente de Nicaragua. De Sur América no fue al envite Ollanta Humala, ni Santos de Colombia, ni el presidente de Chile; del Caribe, solo esos gobiernillos ya citados; no estaba Jamaica, ni Haití, ni República Dominicana.

Como parece que el vocero del mundo se ha enterado que en Cuba crece la oposición, que los opositores van ganando prestigio fuera de la isla aconseja a los cubanos que no se “dejen llenar la cabeza con tonterías del imperio” y declara su convicción de que los ancianitos del Buró Político y del Consejo de Estado “van por el camino correcto para hacer una vida mejor para nuestros hijos y nietos”, como él tiene tanta experiencia en su gran nación y como gobernante que ya lleva doce años ininterrumpidamente en el poder, se siente capacitado para juzgar y valorar los esfuerzos de otros.

Si quiere hacerlo que lo haga, allá quien le tome en serio. Lo que sí no se le puede aceptar a este político de mente fronteriza es que vaya a Cuba a lanzar ofensas en contra de la oposición democrática y al exilio cubano acusando a este sector de ser la mafia de Miami respaldada por los Estados Unidos. Eso, dicho claramente se llama intromisión en los asuntos internos de un país que no es el suyo.

Y si este individuo se toma el derecho de lanzarme insultos ─ yo soy parte del exilio cubano en Miami ─ yo puedo asumir que tengo derecho de burlarme de él; de exponer su gran ridiculez y de presentarle como uno de los mama tetas de la vaca petrolera de Venezuela que por un poco de poder y unos petrodólares son capaces de hacer declaraciones estúpidas para agradar a los tiranos de Cuba.

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