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sábado, 27 de julio de 2013

¿Quién dijo que masturbarse es pecado?


Mario J. Viera

 

Judá consiguió para Er, su hijo mayor, una esposa que se llamaba Tamar.   Pero al Señor no le agradó la conducta del primogénito de Judá, y le quitó la vida.   Entonces Judá le dijo a Onán: “Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado; así le darás descendencia a tu hermano”.   Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían reconocidos como suyos. Por eso, cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el suelo, y así evitaba que su hermano tuviera descendencia.  Esta conducta ofendió mucho al Señor, así que también a él le quitó la vida. (Gen 38: 6-10)

 


Tanto la Iglesia Católica como la mayoría de las denominaciones protestantes y evangélicas han convertido la sexualidad humana en tema escabroso y hasta vergonzoso y han convertido en tabú o pecado ciertas prácticas sexuales que desde siempre se han manifestado en la humanidad con independencia de sociedades, épocas  y culturas determinadas. Este es el caso del onanismo, ya sea considerado como la práctica de la masturbación o como coitus interruptus, y la homosexualidad. El sexo, por tanto es únicamente admisible en función de la procreación, de aquí que a la mujer se le considere como la incubadora natural y el depositario del semen fecundante sin tener en consideración el goce sexual en ella.

El semen según el dogma de las instituciones oficiales del cristianismo, no puede ser derramado fuera de la vagina y el útero femenino y, por tanto, es pecado el uso o empleo de métodos anticonceptivos que impiden que el semen se ponga en contacto con el óvulo. Así dice la Biblia, aseguran pastores, ancianos y sacerdotes, y como lo dice la Biblia quien viole el precepto está condenado por Dios.

La Biblia, en realidad, la única práctica de la sexualidad humana que condena expresamente es el yacer un varón con otro como si fuera una mujer. Sin embargo, Yeshua, Jesús de Nazaret, no dijo nada con referencia a la homosexualidad, ni la condenó ni la aprobó, cuando habló de los pecadores que debía rescatar mencionó a las rameras y a los publicanos pero nada dijo con respecto a los homosexuales. Tal vez, me atrevo a pensar, que Yeshua, no tocó el tema porque de la lectura bíblica de la historia de David se puede colegir, se insinúa casi, una relación homoerótica entre David y Jonatán, el hijo de Saúl.

En ninguna parte de la Biblia se le impone a la mujer la obligación de gestar. Las únicas referencias que en los textos bíblicos se hace a la reproducción se encuentran en Gen 1: 28 cuando Yahvé les ordena a Adán y Eva  que se fructifiquen y multipliquen. En Gen 8: 15-17: “Entonces Dios le dijo a Noé: Sal del arca junto con tus hijos, tu esposa y tus nueras.   Saca también a todos los seres vivientes que están contigo: las aves, el ganado y todos los animales que se arrastran por el suelo. ¡Que sean fecundos! ¡Que se multipliquen y llenen la tierra!” En Gen 9: 1 y 7: “Dios bendijo a Noé y a sus hijos con estas palabras: Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra (…) En cuanto a ustedes, sean fecundos y multiplíquense; sí, multiplíquense y llenen la tierra”. En Gen 3: 16 se refiere a la maldición que Dios le hace a la mujer de que parirá con dolores: “A la mujer le dijo: Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor”. Según la Biblia la mujer no se creó para parirle a los hombres, sino como compañera del hombre: “Luego Dios el Señor dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Gen. 2: 18)

En todo el mensaje bíblico tanto la concepción como el parto se considera como don, regalo, bendición y obra de Dios y aunque en ocasiones se considera la esterilidad de la mujer como afrenta, Dios libera a seis mujeres de la esterilidad, a Sara, mujer de Abraham, a Rebeca, mujer de Isaac, a Raquel, mujer de Jacob ─ “Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Dios ha quitado mi afrenta’; y llamó su nombre José, diciendo: ‘Añádame Jehová otro hijo’”. Gén. 30:22-24 ─  la madre de Sansón, Ana, madre del profeta Samuel y Isabel, mujer de Zacarías y madre de Juan el Bautista. Regalo, don que le da Dios a las mujeres no obligación, salvo en el caso de María de Nazaret con su gestación asexual escogida por él mismo y dócilmente aceptado por la doncella.

Para los hombres sus hijos son regalo, recompensa y bendición de Dios: “Los hijos que tenemos son un regalo de Dios. Los hijos que nos nacen son nuestra recompensa. 4 Los hijos que nos nacen cuando aún somos jóvenes, hacen que nos sintamos seguros, como guerreros bien armados. 5 Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido” (Salmos 127:3-5). El hombre es quien engendra no quien pare.

Pero partiendo de una interpretación festinada de la historia de Onán, el cristianismo fundamentalista ha declarado como práctica  condenada por Dios el empleo de recursos anticonceptivos incluidos aquellos medios de prevención sanitaria como son los condones o preservativos.

Onán no es condenado por Dios por haber echado su semen fuera de la vagina de Tamar. Onán se reveló contra la ley del levirato que le obligaba a tomar como esposa a la viuda de su hermano para engendrar un primogénito, que no sería el suyo, sino del que había muerto, y eso es lo que el autor del pasaje condena y lo presenta como  un castigo de Dios. Onán estaba obligado a tomar como mujer a la viuda de su hermano y ella tenía que entregarse a su cuñado porque así lo imponía la ley. La mujer perdía su derecho de elección, no podía en su viudez elegir otro hombre, ni negarse al asalto sexual del hermano que habitaba bajo el mismo techo que su difunto marido.

La Ley del levirato, una de las leyes de Moisés ─ y esto es uno de los anacronismos que se encuentran en la Biblia al dar un ejemplo de una ley que supuestamente dictaría Moisés algunos siglos después ─ se expone en Deuteronomio 25: 5-10:

“Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de éste no sea borrado de Israel. Y si el hombre no quisiere tomar a su cuñada, irá entonces su cuñada a la puerta, a los ancianos, y dirá: Mi cuñado no quiere suscitar nombre en Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo. Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare y dijere: No quiero tomarla, se acercará entonces su cuñada a él delante de los ancianos, y le quitará el calzado del pie, y le escupirá en el rostro, y hablará y dirá: Así será hecho al varón que no quiere edificar la casa de su hermano. Y se le dará este nombre en Israel: La casa del descalzado.

El pecado de Onán, si lo hubo, no fue por emplear el anticonceptivo que podía tener a su disposición en eso tiempos, sino un pecado de desobediencia; una especie de incumplimiento de contrato civil. A esta acción de desobediencia se le ha dado el nombre de onanismo y este término se ha extrapolado para incluir a la masturbación.

La masturbación es el acto de estimular el pene por medio de masajes para lograr una excitación y un orgasmo. Etimológicamente se considera el sustantivo derivado de las palabras latinas manus turbare, turbar o excitar con la mano o de las también locuciones latinas manus stuprare, estuprar o violar con la mano. Del relato bíblico no se concluye necesariamente que Onán hubiera concluido el acto sexual masturbándose al llegar al orgasmo. Claramente se expresa: “cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el suelo”, es decir el coitus interruptus o coito interrumpido por la retirada del pene y eyaculando fuera de la vagina lo que exige del hombre el autocontrol para retirarse en el momento preciso.  Este procedimiento anticonceptivo es el que propiamente puede denominarse onanismo.

Curiosamente entre los musulmanes el coitus interruptus, aunque desaconsejable, no está prohibido y se requiere que ambos cónyuges estén de acuerdo con hacerlo; así se dice “Solíamos realizar el ‘Azl (coitus interruptus) en vida del Mensajero de Allah, mientras el Corán era revelado, y Allah no lo prohibió”. No obstante la masturbación está prohibida para los musulmanes.

 En la Biblia, en cambio, no existe una prohibición textualizada sobre la masturbación. Lo más que se aproxima a este tema se encuentra en Levítico 15: 16-18:

Cuando un hombre tenga una eyaculación (emisión de semen), deberá bañarse todo el cuerpo, y quedará impuro hasta el anochecer.  Toda ropa o piel sobre la que haya caído semen deberá lavarse con agua, y quedará impura hasta el anochecer.  Cuando un hombre y una mujer tengan relaciones sexuales con eyaculación, ambos deberán bañarse, y quedarán impuros hasta el anochecer”.

En el primer caso puede estarse refiriendo a las emisiones nocturnas o poluciones, eyaculaciones involuntarias de semen que tiene lugar durante el sueño y que de ningún modo se relacionan con la masturbación. Se conoce que el varón humano mientras duerme puede tener cuatro o cinco erecciones durante la noche que se consideran como respuestas vegetativas inconscientes del aparato genital masculino y como un modo inconsciente de reprimir los deseos nocturnos de orinar.  Se ha señalado que si un individuo no tiene relaciones sexuales, la carga de semen contenida en las vesículas seminales imponen la necesidad de expulsar su sobre almacenamiento en el organismo; esto puede conseguirse por medio de la masturbación. Sin embargo, cuando alguien no se masturba, el organismo puede buscar el equilibrio por medio de las emisiones nocturnas.

En el segundo caso del capítulo 15 de Levítico, relación sexual entre un hombre y una mujer con eyaculación, puede referirse tanto al coitus interruptus como al coito con derrame sexual dentro de la vagina. En ningún caso se considera pecaminoso, sino como alguien ha hecho notar se trata de una medida higiénica practicada entre los hebreos. Es un caso de impureza no un pecado que debe ser lavado con agua. Estos casos tienen el mismo criterio que se aplica para la menstruación femenina: “Cuando a una mujer le llegue su menstruación, quedará impura durante siete días”. (Lev 15: 19)

Para alegar que la masturbación constituye un pecado se suele citar a Mateo 5:28 donde Jesús dice: “Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón”. Se dice que la fantasía sexual, el deseo erótico hacia una persona impulsa hacia la autosatisfacción por medio de la masturbación y se viola con ello la palabra de Jesús. Esta verdad es relativa. No siempre la masturbación está precedida por deseos lúbricos, en muchos casos está determinada por presión de  las glándulas sexuales. Sucede en aquellos que mantienen una vida célibe prolongada, ya sea por voluntad propia, ya sea por contingencias externas como confinamiento en prisión, entre militares durante prolongadas campañas y sin deja de ocurrir entre monjes de conventos.

En el caso de un matrimonio la práctica mutua de la masturbación puede ser un acicate para alcanzar un encuentro íntimo más intenso y, por tanto y en este caso, no se viola lo dicho en Mt 5:28.

Entonces debo cuestionar ¿Quién dijo que masturbarse o hacer uso de anticonceptivos es pecaminoso? ¿Quién dijo que Onán cometió un supuesto pecado que sería denominado “onanismo”?

 

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