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jueves, 18 de julio de 2013

El culebrón de Panamá


René Gómez Manzano. CUBANET

Este martes, la noticia fue, con toda razón, la captura en Panamá de un cargamento de cohetes, piezas de aviones y otras armas, en un barco norcoreano procedente de Cuba. El alijo bélico, no declarado, se encontraba enmascarado en unos contenedores cubiertos por toneladas de azúcar.

Se dijo que el pretexto para la intervención de las autoridades del país istmeño fue una denuncia sobre la existencia de una supuesta carga de estupefacientes. Una verdadera ridiculez, si tenemos en cuenta que sólo a un demente se le ocurriría traficar drogas hacia la paupérrima y conventual heredad del más joven representante de la dinastía Kim.

En el suceso no faltaron incidencias rocambolescas; esto incluyó al capitán, que primero sufrió un supuesto ataque cardiaco y después intentó suicidarse par de veces; también la feroz resistencia de la tripulación. No hace falta ser muy agudo para comprender que, al escenificar sus desplantes, los súbditos del veinteañero mariscal Kim Yong Un tenían muy presentes las cuentas que con toda seguridad les pasarán al arribar a la “República Popular Democrática”. ¡Así paga el Diablo a quien bien le sirve!

Pero por encima de detalles picarescos, lo fundamental es que la actuación de las autoridades panameñas demostró estar más que justificada, lo que fue puesto de manifiesto por el mismo presidente Ricardo Martinelli, quien intervino de forma personal en la presentación de los hechos ante la prensa.

En una declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, se reconoce lo esencial del asunto. Se alega que la carga estaba compuesta “mayormente” por azúcar, pero se admite la presencia de los armamentos. No obstante, se aduce que se trataba de equipos “obsoletos” que — supuestamente — iban a ser reparados en el país asiático.

El documento no se molesta en tratar de explicar un aspecto medular de los hechos: Si, según se alega, todo constituía una operación lícita, ¿entonces a qué obedece que la documentación del buque asiático no reflejara la presencia de las armas? ¿Por qué éstas iban ocultas bajo el azúcar? Además: ¡Algo legal cuando existen resoluciones vinculantes de la ONU que prohíben los envíos de material bélico a Norcorea!

Para mayor abundamiento: Los hechos tuvieron lugar apenas un par de semanas después de la visita que realizó a La Habana Kim Kyok Sik, jefe del Estado Mayor del ejército norcoreano. Si la interesada en la “reparación” era la parte cubana, ¿por qué no fue un general de la Isla quien se molestara en darle la vuelta al mundo, en vez de lo contrario! Y si existen buenas relaciones con Rusia, ¿no era más lógico restaurar el armamento en el país donde fue fabricado, o incluso en China!

Por otra parte, ¿acaso el gobierno castrista no ha proclamado que sus industrias militares son capaces de dar mantenimiento al abundante armamento suministrado durante los decenios del idilio cubano-soviético! Al menos, eso es lo que se ha informado de manera sistemática y pública.

Los hechos tuvieron lugar horas después del congreso de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba, evento en el cual se adoptaron acuerdos encaminados a empoderar a la “prensa revolucionaria”. Sin embargo, el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana se circunscribió a dar lectura al documento gubernamental. El “nuevo papel” que están llamados a desempeñar los medios castristas permanecerá — pues — en un brumoso e incierto futuro.

Peor aún actuó el canal chavista TeleSur, en cuyo programa de noticias leyeron también del mismo texto, pero sólo en forma parcial. El que sí abordó el asunto fue el colega Walter Martínez. En su programa Dossier mostró imágenes y fragmentos de las declaraciones de Martinelli y de voceros oficiales estadounidenses. Fue tajante al calificar el embrollo: un “culebrón”, reconoció, a pesar de que el affaire apenas empieza.

En cualquier caso, se ha demostrado una vez más la vigencia del refrán: Perro huevero, aunque le quemen el hocico. El general Raúl Castro podrá desear que “los yanquis”  levanten el embargo; quizás aspire a que la multimillonaria inversión de El Mariel rinda frutos cuando se regularicen los vínculos con el gran país del Norte. Pero sigue manteniendo en injusta prisión al contratista Alan Gross, y no se priva de realizar, con sus polémicos “hermanos de ideales”, negocios turbios como éste.

Veremos qué dicen ahora los que han repetido gustosos las falacias lanzadas en su momento por Ana Belén Montes, la espía castrista insertada en el Pentágono de Washington. Observaremos también qué expresarán quienes han reclamado con vehemencia que Cuba sea sacada de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

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