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domingo, 2 de junio de 2013

Mentiras dañinas


Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD

En el último septiembre del mandato de George W. Bush, hubo un desastre financiero, cuyo epicentro fue Wall Street, que arrasó en cadena con una buena tajada de las economías de Occidente. Gran parte de aquel desastre se debió a la burbuja inmobiliaria, formada paulatinamente en una serie de transacciones altamente riesgosas, llevadas a cabo por los grandes bancos. Cada vez que una transacción de este tipo ocurrió, un grupo de ejecutivos cobró altas sumas en forma de bonos, como recompensa por la supuesta inversión exitosa. Millones de dólares pasaron así a las cuentas de éstos. Hasta que reventó la farsa.

Como el gobierno de los Estados Unidos asegura a los ahorradores que sus depósitos de $250,000 o menos no sean tocados, no hubo una estampida de retiros de dinero, pero sí se desató una crisis en el crédito, y muchas personas quedaron en bancarrota. Cuando lo peor de la crisis pasó, después de que el estado rescatara a los bancos inyectándoles enormes sumas, se descubrió que el gobierno había gastado más de lo que debía. De un superávit heredado del gobierno del presidente Clinton, ahora el déficit se había disparado. Billones prestados para llevar a cabo la guerra en Irak (sobre la que todavía se seguía prestando), la guerra en Afganistán (sobre la que también se seguía prestando), un programa de recortes a los impuestos de los más ricos que también costó billones (y que supuestamente haría crecer la economía) y el rescate a los bancos (otros tantos billones), habían hecho un hueco enorme en las finanzas del país.

Sin embargo, de un momento a otro, comenzamos a escuchar a un grupo de congresistas, asegurando que el déficit se debía a los programas de ayuda, a la cantidad de empleados públicos y a la dimensión del gobierno. De los bancos y sus operaciones riesgosas, de los ejecutivos y sus bonos, de las guerras (y la subsecuente alza exponencial en los precios del petróleo que éstas desataron), y del rescate a los bancos, no quedaba ni rastro. Todo era culpa del ‘enorme’ gobierno, que cometía el ‘delito’ de instalar programas de ayuda, y de gastar en la infraestructura de la nación. Todo era culpa de los tomadores (takers).

Culpa del Medicare y del Medicaid y de los hospitales públicos. Culpa de los bonos de alimentos. Culpa de la cantidad de policías, de bomberos y de paramédicos. Culpa de la cantidad de profesores en las escuelas y las universidades públicas. Culpa de la educación pública. Culpa de la televisión y la radio pública. Culpa del transporte público. Culpa de la cantidad de funcionarios públicos. Culpa de las becas patrocinadas por el estado. Culpa de los programas para prevenir el cáncer de mama. Culpa de la construcción de trenes. Culpa de Obama. Sí, también culparon al presidente Obama del déficit que heredó del anterior gobierno, cuando ni siquiera había pasado un mes de que se posesionara en el cargo. De ese tamaño es el absurdo.

Hoy, a pesar de todas las advertencias apocalípticas de los halcones del déficit, la economía crece, el déficit se ha reducido en un total de 800 billones desde que el presidente Obama asumió la presidencia, y en este año solamente se reducirá otros 400 billones. Hoy, el índice Dow Jones está un 60% más alto de cuando el presidente Obama comenzó su mandato. Hoy, la mayoría de los economistas coinciden en que recortar lo único que hará es daño a la recuperación, mientras los recortes del llamado secuestro comienzan a afectar a la gente que primeramente no tuvo nada que ver con el desastre, como ya afectaron a los que nada tuvieron que ver hace seis años. Pero hoy, ellos siguen diciendo lo mismo. (Aunque comienzan a distraer a la opinión con uno que otro ‘escándalo’.)

Es verdaderamente bochornoso ver cómo esas personas desde sus púlpitos (respetados púlpitos donde líderes enormes han proclamado grandes discursos) hablan de un universo paralelo, que no coincide con lo que realmente está sucediendo.

El cambio climático, las armas, la comida repleta de hormonas y pesticidas, las consecuencias de la guerra, el bienestar (que niegan) que ha traído el plan de salud del presidente, la necesidad de mejorar la infraestructura, todo esto son asuntos en los que, como en el caso del déficit, la realidad va por un camino, y los discursos de estos señores por otra.

Lo más doloroso es que tanta gente se vea afectada por esas mentiras tan dañinas.

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