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sábado, 2 de marzo de 2013

La razón de la sinrazón


José Ayala Lasso. EL COMERCIO
Joroben… y me lanzo por 300 años más / Por Pancho.
 El Comercio

La alternabilidad en el poder es elemento esencial de la democracia. Nuestras Constituciones, prácticamente sin excepción, han determinado que el Gobierno será alternativo y responsable.

Este principio de sana filosofía política suscita el debate sobre cómo debe entenderse la alternabilidad. Hay países que prohíben la reelección inmediata, otros que la admiten y otros que la aceptan únicamente después de transcurrido un periodo. Estas últimas atienden al argumento -a todas luces válido- de que en el caso de la reelección inmediata, quien ejerce el poder cuenta -inequitativamente- con dinero, maquinaria y elementos de presión oficial para su campaña. El Ecuador ha sido testigo de la influencia y ventajas de que dispuso el Presidente-candidato, en los últimos comicios.

Con pocas excepciones, los Estados aceptan la alternabilidad en el Gobierno atendiendo a Bolívar, quien advertía que si una persona ejerce el poder por mucho tiempo, se acostumbra a mandar y el pueblo a obedecer, originándose así la tiranía y la opresión.

Al triunfar en las últimas elecciones, el Presidente declaró que el mandato recibido sería el último de su carrera política. Sin embargo, cuando hubo críticas sobre la posibilidad de que, basado en la considerable mayoría que ha obtenido en la Asamblea, pudiera resolver prolongar su mandato mediante reformas o interpretaciones constitucionales, Correa cambió de criterio y dijo que si lo siguen "molestando" volverá a presentar su candidatura en 2017. ¡He allí, en toda su lucidez y profundidad, la razón por la cual el Presidente modificó su doctrina política y dejó en el aire el ofrecimiento de ir a vivir en Bélgica al concluir el nuevo mandato que le ha otorgado el pueblo.

Parece increíble y, en todo caso, es altamente censurable que un líder político altere su pensamiento sobre un tema tan importante por sentirse molesto a causa de las opiniones críticas expresadas por uno o varios ciudadanos. ¿Quiso dar a su advertencia el carácter de amenaza, aceptando que prolongar su mandato implicaría amedrentar a sus adversarios anunciándoles tiempos tumultuosos? ¿Quiso acallar la opinión de quienes han defendido la necesidad de seguir el consejo de Bolívar? ¿Fue su molestia personal el motivo "filosófico" para favorecer una o más reelecciones? ¡Insondable misterio! Las decisiones de un hombre de Estado no pueden obedecer a reacciones caprichosas propias de un Luis XIV o un Enrique VIII, anacrónicas y contrarias a la tesis que propugna que la autoridad existe para servir al pueblo y no para proclamarse dueña de la nación.

Porque Correa se molestó, ¿tendremos los ecuatorianos que aceptar que nos siga gobernando, sin límite de tiempo, hasta que le pase la molestia? He allí, de cuerpo entero, la razón de la sinrazón.

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