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sábado, 9 de marzo de 2013

La herencia de Hugo Chávez


Pedro Corzo. EL NUEVO HERALD

El presidente Hugo Chávez murió el mismo día que José Stalin. Coincidencia que vale la pena evocar, porque ambos gobernantes promovían el socialismo, aunque en versiones diferentes.

El mandatario venezolano pretendió imponer el Socialismo del Siglo XXI, una versión menos cruenta en bienes, derechos y vidas que el socialismo real que implantó su par soviético, pero fundamentada igualmente en el despotismo y el abuso de poder, como denunciaron en múltiples ocasiones instituciones defensoras de los derechos humanos, entre ellas la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, de la que retiró su país por las constantes críticas a su administración.

Evidentemente su muerte genera numerosas expectativas para Venezuela y el resto del continente americano. Su modelo autocrático trascendió las fronteras, no por su capacidad de liderazgo, sino por las grandes riquezas de esa nación que le permitieron invertir en un proyecto político que sin dudas cosechó grandes éxitos.

Chávez no produjo el encantamiento mágico de Fidel Castro, ni llegó al poder con la aureola de Mesías de su maestro. Tampoco contó con las habilidades políticas del dictador cubano, pero poseía un excelente olfato político, un aguzado sentido de la oportunidad y mucho dinero, como se ha señalado.

Tuvo a su favor que un sector de la clase política y empresarial venezolana, al igual que la cubana en su momento, tenía vocación suicida y apoyó a un caudillo que paulatinamente le conculcaba los espacios en los que desarrollaban sus actividades.

Su fórmula para acercarse al poder absoluto fue novedosa. No destruyó las instituciones del estado, las transformó a su medida, impulsando una constitución originaria que le abría un mundo de posibilidades para avanzar al establecimiento de una dictadura institucional.

Legitimó el despotismo político por medio de una eficiente maquinaria electoral. Una fórmula novedosa en un continente en el que los caudillos habían impuesto su voluntad a sangre y fuego, aunque eso no significó que cuando las circunstancias lo demandaron no recurriera a la violencia extrema para controlar a los descontentos.

Chávez nunca mostró respeto a las normas democráticas. En su opinión un adversario o rival político era un enemigo que debía ser en el mejor de los casos desacreditado. Practicó el fusilamiento moral, recurrió a la ilegalidad para encarcelar a los que se oponían a su mandato. Obligó al exilio a miles de personas que solo defendían la democracia.

Limitó la libertad de expresión. Promovió la autocensura. Eliminó los medios de información que le adversaban con grandes multas o cancelando las concesiones gubernamentales. Los periodistas fueron atacados por su nombre y gustaba ridiculizar al comunicador que le hiciera una pregunta incómoda.

La propiedad privada nunca fue un serio obstáculo para su proyecto de dominación, siempre y cuando el capitalista fuera afín a su proyecto, de ahí que en Venezuela surgiera una generación de nuevos ricos que popularmente fueron identificados como los boliburgueses.

Chávez estableció una dictadura institucional. Ajustó la legalidad a la conveniencia del proyecto que patrocinó, lo que le permitió limitar las libertades ciudadanas en un marco constitucional que hacía difícil la reivindicación de los derechos perdidos.

Concentró los poderes públicos en su persona. Decidía legislaciones que restaban a su voluntad el poder de los funcionarios electos. Reorganizaba las circunscripciones electorales a su conveniencia e incurrió en gastos que han dañado profundamente la economía venezolana.

La corrupción se expandió y profundizó con el subterfugio de gastos públicos en el sector social como fueron los programas de Barrio Adentro, que no resolvían los problemas socioeconómicos del país porque no generaban riqueza, sino más dependencia ciudadana del gobierno. Las empresas públicas han sido devastadas, en particular PDVSA, la principal industria del país.

Politizó las Fuerzas Armadas. Los gastos en armamentos se incrementaron mientras la infraestructura del país se destruía. Los grandes ingresos petroleros fueron despilfarrados en una diplomacia petrolera que le permitió arrendar una clientela política que estaba a su favor en los foros internacionales.

El gran triunfo de Chávez radicó en el uso discrecional de los petrodólares. Tuvo más éxitos que Castro en el común propósito de destruir las sociedades democráticas de América Latina. Inventó el despotismo electoral. Fue gestor del CELAC, el Alba y UNASUR, todos instrumentos de control político.

Su herencia son regímenes como el de Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, pero su principal aporte fue el haber mantenido por años la fracasada dictadura de los hermanos Castro. Algunos analistas afirman que aportó al totalitarismo cubano más riquezas que la extinta Unión Soviética.

No olvidemos que Chávez apoyo a las guerrillas terroristas de las FARC y hasta demandó el reconocimiento de su beligerancia. Fue un excelente aliado de Muammar Gaddafi y de Mahmud Ahmadineyad. Un admirador de Ernesto “Che” Guevara, que se declaraba hijo de Fidel Castro.

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