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sábado, 16 de marzo de 2013

El dolor publicitado de la hija de Chávez


Mario J. Viera

Por elemental principio humano respeto el dolor ajeno y siento la empatía que me inspira  un hijo ante la muerte de uno de sus progenitores. Admiro el dolor íntimo, sin alharacas de aquel que lamenta la pérdida de un ser querido. Mas, sin embargo, detesto el alarde patricio del dolor, de la pena que no se guarda dentro del alma sino que se expresa hacia el exterior, para disfrute del circo humano. Si, para mí, ese alarde del sufrir gallardo es simple hipocresía.

Me indigna que esos que se dicen cristianos publiciten en plazas públicas su dolor; porque el dolor ha de sufrirse en el silencio de la intimidad como el orar se debe hacer en lo oculto de la habitación y no en plazas y cantones.

Llora la hija del difunto presidente Hugo Chávez y es justo que los hijos lloren por sus padres al momento de la final despedida. Si, duele la partida del progenitor como le ha dolido a María Gabriela Chávez; si, para ella, para cualquier hijo de vecino, esa pérdida es “un dolor que quema en el alma”.

¿Por qué hacer alarde de haber llorado, gritado y rogado al cielo? Eso es íntimo, no se publica por escrito como si fuera una carta abierta aparecida en los medios. No hay por qué pregonar ese impulso que te impone decirle al ser querido en su partida: “Te amo, te siento y te vuelvo a llorar”. No lo dices en silencio a tu padre muerto, pobre María Gabriela, lo dices para que el público crea en tu dolor. Al hacerlo haces que yo dude de tu pena, que no la sienta legítima, que se expresa como instrumento de propaganda política, porque por intereses políticos los compinches de tu difunto padre se han encargado de hacer público ese dolor que tú dices sentir ante la muerte de tu padre.

Sin embargo, María Gabriela, tú afirmaste que nunca te has “involucrado directamente en cuestiones de política” cuando escribiste otra carta, según tú, al verte “en la necesidad de alzar mi voz contra quienes quieren jugar con el dolor de mi familia, el dolor de mi pueblo y, sobre todo, con la memoria de mi gigante padre”.

Entonces respaldaste a los que mentían sobre el estado de salud física y mental de tu padre atacando “a los señores de la oposición enferma y especialmente al señor Capriles…” que habían denunciado aquellas mentiras de Maduro y comparsa. Le restregaste entonces en la cara a los de esa oposición que tú denominas “enferma” esta frase contundente: “Siempre se ha dicho que la política es sucia” ¿Lo dedujiste por los modos demagógicos, ramplones y vulgares conque tu fallecido padre conducía la política en Venezuela?

Siento lástima por ti, muchacha nueva rica, no por tu dolor sino porque te has convertido en sentimental mecanismo de manipulación de la política más burda.  Esa burda política que te impulsa a involucrarte cuando le expresas al difunto dictador: “Nosotros cuidaremos tu patria y defenderemos tu legado, como tú nos enseñaste a hacerlo”, cuando agradeces diciendo: “Gracias comandante por devolvernos la patria”, cuando en realidad tu padre entregó la patria venezolana a los tiranos de Cuba, cuando sumió la soberanía de Venezuela a los dictados de los Castro.

Reconozco que no soy eso que llaman políticamente correcto y me considero un convencido iconoclasta de ídolos humanos, de falsos mesías, de fuhrers, de caudillos y de máximos líderes; por eso, discúlpame María Gabriela, no creo en tu dolor, no te siento sincera.

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