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martes, 19 de febrero de 2013

La última (re)vuelta de Chávez


Roberto Giusti.  EL UNIVERSAL

Los golpes de Hugo Chávez, incluso los publicitarios (aunque todos lo son), como el de ayer lunes, suelen sacar a la gente de la cama. La sorpresa, como hábito, sin embargo, no deja de serlo y este hombre que siempre aparece, con alevosía y nocturnidad, en las madrugadas oscuras, genera reacciones de todo tipo, desata todas las pasiones y obnubila el entendimiento.

Que un enfermo como él regrese al país, directamente de una unidad de cuidados intensivos, en La Habana, a una habitación del Hospital Militar, no deja de ser comprensible. Al fin y al cabo, en esas circunstancias, no hay nada como respirar el aire de la patria. Que los jerarcas del Gobierno pidan serenidad a los fieles escandalosos, ya agolpados a las puertas del centro médico, para que no perturben la tranquilidad del enfermo, también resulta lógico. En los trances difíciles los excesos de amor abruman al convaleciente.

No hay, entonces, qué asombrarse de esta (re)vuelta clandestina y sigilosa, contrastante con aquellas de alfombra roja, revista a la tropa y el tren ministerial en pleno de antaño. Tampoco importan mucho las preguntas: ¿Vino en avión ambulancia? ¿Por qué ni una foto, no se diga un video, de la llegada? ¿Será que no regresó y todo es un montaje?

Claro que llegó, pero el tema no es ese, sino cómo llegó y en qué condiciones. Eso sí tiene el país derecho a saberlo porque le afecta directamente y de ahí surgen varias interrogantes válidas: ¿Se va a juramentar ahora sí para luego renunciar? ¿Ha decidido que se decrete, de una vez, la falta absoluta y abrir las puertas a unas elecciones? o, como creen algunos de sus seguidores, ¿está evolucionando favorablemente, al punto de que se juramentará y volverá a asumir sus responsabilidades de Estado?

Posiblemente el último de los escenarios sea el menos factible y todo parece indicar que Chávez va a tirar la toalla y le dará luz verde a su delfín para que comience lo que ya comenzó: la campaña electoral. El problema, sin embargo, es que el desempeño del pupilo ha sido tan errático y tan poco prometedor, que aún reducido a una cama de hospital, Chávez deberá sacar fuerzas de flaqueza para apuntalar a ese candidato malazo que quizás resulte peor aún desde la presidencia.

Por ahora el tono amenazador y destemplado, indicador de que viene un proceso de radicalización, quizás le quede grande al presunto sucesor y de allí la importancia de que la oposición salga a la calle con su candidato ya. Si después de Lenin sólo una feroz dictadura permitió la continuidad del modelo soviético, aquí las elecciones son la única forma de frenar lo que, hasta ahora, ha sido un régimen personalista y con una vocación totalitaria contenida a medias por el país democrático.

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