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martes, 18 de diciembre de 2012

Basta ya


Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD

La seguridad ciudadana requiere una efectiva regulación de armas. Es hora de abandonar la defensa automática de todo armamento y aditamento que aumente su ritmo y capacidad de tiro. Es hora de defender a las víctimas futuras. Es hora de protegernos de gente que descarga su desequilibrio, furia o lo que sea, sobre inocentes que ni sospechan que la muerte los acecha. Es hora de moldear para hoy un derecho formulado en el siglo XVIII, cuando recargar cualquier arma con pólvora, fulminante y plomo necesitaba todo un minuto. Hoy podemos disparar cien balas en menos de sesenta segundos, y sobrará tiempo para recargar antes de cumplido el minuto entero. Este no es el Estados Unidos de la revolución, con padres de la patria que poseían esclavos y mujeres relegadas a servirlos para presentarse limpios y arreglados en la sociedad de entonces. Ese mundo ya no existe. Hoy las armas en manos ciudadanas son muchas veces contraproducentes en defensa de la vida y la libertad.

Rush Limbaugh salió, tres horas después de las muertes de los niños en Connecticut, advirtiendo a grito pelado que la Casa Blanca aprovecharía el pánico para quitarnos nuestras armas y suprimir nuestra democracia y libertad. Aprovecha la muerte de inocentes para levantar a la población contra un gobierno que él detesta. Solo el respeto a la libertad de expresión les permite, a él y otros como él, sus descargas diarias de odio disfrazado de patriotismo. ¿Y el respeto a la vida? Hay que hacer algo cuando la libertad de expresión y la segunda enmienda se cruzan con el respeto a la vida. El tema es constitucional, y el tribunal supremo necesita actuar. La Casa Blanca debe presentar mociones que exijan su dictamen.

Obama ha ganado su segundo período y esto le quita trabas y consideraciones que tuvo que observar para no provocar a la extrema derecha en su reelección. El mismo día de la tragedia, alrededor de la misma hora en que Limbaugh nos daba su escupitajo diario, Obama se presentó, con ojos lagrimosos y palabras entrecortadas, en la sala de prensa. “We’re going to have to come together and take meaningful action to prevent more tragedies like this, regardless of the politics”. Necesitaremos actuar juntos, dijo, sin consideraciones políticas, con medidas significativas que eviten la repetición de tragedias como esta. Las palabras claves, “sin consideraciones políticas”, han sido totalmente ignoradas en el pasado por temor a la acción de un grupo específico, la Asociación Nacional del Rifle.

En la segunda enmienda, aprobada en 1791, está claramente escrita la palabra ‘regulada’. “Siendo necesaria una milicia bien regulada para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no será violado”. No violado en ningún momento significa no regulado. En ningún lugar se garantiza ese derecho sin regulación. La Asociación Nacional del Rifle rechaza esto con una falacia sobre la que ha montado un engaño nacional, que necesitamos armas para evitar un estado totalitario. También las necesitamos, según Limbaugh y otros, para mantener a raya el socialismo comunistoide, estatizante y controlador de Obama.

La Asociación intimida a nuestros políticos. Daña al país con su influencia, y lo mismo hacen Limbaugh y compañía. Es pasmosa la inhabilidad de nuestros legisladores, cortes y juristas ante argumentos de gentes e instituciones claramente desquiciadas. Oponerse a la regulación de armas en base a peligros ficticios, mientras matan inocentes, es cuando menos inmoral y cuando más, criminal. Limbaugh, la Asociación Nacional del Rifle y la ultraderecha se burlan de todos cuando sostienen que las armas son para defendernos del gobierno. Nuestro gobierno no necesita desarmarnos para imponer una dictadura. Lo último en tecnología y ciencia hacen de las armas de percusión algo primitivo e inútil en defensa de la libertad y la privacidad.

Estamos en una nueva era en que la intromisión del estado puede ejecutarse mediante nano espías robóticos equipados con cámaras, detectores de todo tipo y micrófonos de largo alcance, por aire, mar o tierra. El gobierno tiene plantaciones electrónicas dedicadas a interceptar todo tipo de comunicaciones. El espíritu de la segunda enmienda no radica más en la tenencia, regulada o no, de armas de fuego. Hoy, para defender la libertad y la privacidad, se necesitan las armas de hoy. Son tecnología y ciencia, jurisprudencia y cultura, industria y finanzas, banca y mercados, valores y creencias. Esas son las armas de la libertad en el presente. Las de ayer no sirven más. Hay que regularlas, y las más letales hay que desaparecerlas. Se necesita enjuiciar a los responsables de la mentira con la que nos acobardan. Tienen la sangre de inocentes en sus manos. La FCC y el Departamento de Justicia necesitan encausarlos para quitarles su veneno. Basta ya de defender lo indefendible.

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