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sábado, 3 de noviembre de 2012

Sonoro amén por la reelección de Obama


Maribel Hastings. EL NUEVO HERALD

WASHINGTON – Hace apenas un mes comencé a visitar una iglesia metodista cercana a mi casa y como ocurre en otras iglesias mayormente afroamericanas de la capital política del país, el tema de la elección no queda fuera, sobre todo de las oraciones. La petición principal: la reelección del presidente Barack Obama.

Hace años que no visito una iglesia hispana, así que desconozco si el tema surge o no, pero mis vecinos metodistas afroamericanos manifiestan en sus oraciones una profunda preocupación por un cambio de inquilino en la Casa Blanca. La separación Iglesia-Estado es relativa en estos momentos por la inquietud que genera una potencial presidencia de Mitt Romney en el futuro de diversos programas sociales, educativos y de salud que podrían verse afectados por las propuestas republicanas, particularmente sus promesas de reducir el gasto posiblemente a expensas de muchos de estos programas. Y no olvidemos la promesa de Romney de derogar el llamado Obamacare, que ha dado acceso a seguro médico a nueve millones de latinos que antes no tenían cobertura.

Una preocupación que yo, una votante latina y registrada como independiente, también comparto.

Tan pronto puse un pie en este país procedente de Puerto Rico me registré como independiente. Han pasado muchas lunas y muchas elecciones y en el proceso he votado por candidatos de ambos partidos. No me ciego con la política partidista. Miro los candidatos y sus propuestas.

Y hace varios años ninguna mancuerna republicana me había generado tan mala espina como la de Mitt Romney y Paul Ryan.

De Romney me disgusta que sea como veleta y cambie de postura según soplen los vientos. No hay convicción. Me preocupan sus posturas migratorias y que se codee con figuras extremistas como su asesor migratorio, Kris Kobach, arquitecto de la SB 1070 de Arizona y de la política de desgaste mediante la aplicación de severas leyes para garantizar que los inmigrantes trabajadores terminen autodeportándose, concepto que es piedra angular de la política migratoria de Romney.

Me ofende la forma en que habló de cómo no tenía que preocuparse por ese 47% del país que se consideran “víctimas” y que no pagan impuestos sin considerar quiénes conforman ese 47%, incluyendo los militares que Romney y los republicanos tanto dicen honrar. Me indigna pensar que sus políticas sólo buscan favorecer el bolsillo de sus millonarios colegas a expensas de la clase media y los más pobres.

Ryan, por su parte, ya me inquietaba antes que fuera escogido para la vicepresidencia. Una ascendente estrella republicana con propuestas fiscales que una vez más colocan las reducciones de gastos en los programas que más necesitan los trabajadores y las minorías del país.

Ryan aboga por la privatización del Seguro Social y recortes al Medicare. Un análisis del Center on Budget and Policy Priorities encontró que en el presupuesto que Ryan propuso y la Cámara Baja aprobó en marzo de este año, 62% de los recortes, unos 3.3 billones (trillions) de dólares, provienen de reducciones a programas para personas de escasos recursos incluyendo Medicaid, las becas Pell Grant y otros.

De la mancuerna republicana también me preocupan los vientos de guerra que soplan cada vez que hablan de Irán o de Siria. Hacen recordar la insistencia de W. Bush en que Irak tenía armas de destrucción masiva y por eso había que intervenir. Y ya sabemos cómo terminó ese cuento.

Fui de las que en 2008 votó por Barack Obama y ciertamente hay temas que quisiera haber visto atendidos, principalmente la prometida reforma migratoria. He criticado que se hayan ampliado cuestionables programas de colaboración con autoridades estatales y locales que han alimentado las crecientes cifras de deportaciones. Pero también entiendo que para avanzar un proyecto de este tipo se requiere de ambos partidos y lo menos que ha tenido Obama en estos cuatro años ha sido colaboración bipartidista.

Me entristece la lenta recuperación económica y el desempleo que azota al país, pero entiendo que mucho de lo que está ocurriendo ahora responde a las fallidas políticas económicas implementadas en la presidencia de Bush y a dos guerras en Irak y Afganistán, también bajo W., que aumentaron el déficit.

Me preocupa también que cuatro años después de una histórica elección que suponía un paso adelante en la oscura historia del racismo en este país, ese racismo se haya manifestado ahora incluso más que en el 2008 de diversas formas. Romney ha energizado a una base ultraconservadora que aunque no lo quiere, ve en él la oportunidad de remover a Obama de la Casa Blanca. Como dijo un republicano hijo de Tommy Thompson, el aspirante republicano al Senado federal por el estado de Wisconsin: “Tenemos la oportunidad de enviar a Barack Obama de vuelta a Chicago... o a Kenia”.

Cualquier desilusión que haya tenido con Obama palidece ante el desalentador cuadro de Romney-Ryan en la Casa Blanca.

Por eso cada vez que en la iglesia a la vuelta de la esquina de mi casa oran por Obama y porque tenga la oportunidad de reelegirse para completar su agenda, de mi boca emana un sonoro amén.

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