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lunes, 12 de noviembre de 2012

La dictadura se quita la careta

Odelín Alfonso Torna. CUBANET
Fue aterrador lo que vieron mis ojos en la tarde del 8 de noviembre. Jamás había vivido tal experiencia, ni siquiera en mis años de internamiento en las Escuelas Secundarias Básicas en el Campo (ESBEC), donde la violencia física estaba a la orden del día.

Quince minutos pasadas las dos de la tarde, la orden de despejar los alrededores de la novena unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), ubicada en Acosta y Diez de Octubre, ya estaba dada.

Aproximadamente dos horas antes un grupo de periodistas, blogueros y activistas de la sociedad civil se había concentrado frente a dicha unidad para exigir la liberación de Antonio Rodiles, director del proyecto Estado de SATS, detenido desde el día anterior. Ya se encontraban tras las rejas también los abogados Yaremis Flores, Laritza Diversent y Veizant Boloy.

La periodista y bloguera Yoani Sánchez, nos pedía constantemente mantenernos unidos. Estábamos en la escalera de un viejo edificio, frente a la novena unidad, a sólo tres metros de un grupo de agentes del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) que vigilaba cada uno de nuestros movimientos. Del grupo de ocho, solamente el periodista Eugenio Leal y yo podíamos comunicarnos con el exterior a través de nuestros celulares, aunque con limitaciones; al resto le habían cortado el servicio, pues el gobierno también es dueño de ETECSA, compañía que monopoliza las comunicaciones en el país, y la utiliza como parte integra de su engranaje represivo cuando necesita incomunicar a alguien.

Alrededor de las 2 y 20 pm, sentimos una fuerte discusión a setenta metros de donde nos encontrábamos. Era el escritor Orlando Luís Pardo, quien se defendía con la palabra y recibía como respuesta los golpes de una decena de agentes.

En apenas segundos, corrimos para auxiliar a Orlando Luis, mientras uno de los agentes pedía varias patrullas de refuerzo. La calle fue copada rápidamente por unos setenta represores, entre los que vi a altos oficiales del Ministerio del Interior (MININT). Yoani Sánchez, Ángel Santiesteban y tres activistas más, eran arrestados y golpeados brutalmente. Me salve de la golpiza porque me había apartado cuatro o cinco metros para enviar mensajes de texto a varios periodistas independientes.

El escritor Ángel Santiesteban, autor de “Dichosos los que lloran”, novela donde narra sus vivencias en medio de la brutalidad de las prisiones cubanas, fue golpeado sin cesar por varios agentes de la Seguridad del Estado (DSE), mientras otro lo agarraba por el cuello con intención de asfixiarlo.

Todo sucedió en cuestión de minutos. La operación había sido 100% premeditada. Los vecinos de la zona ni siquiera tuvieron tiempo de asomarse. Santiesteban fue el más golpeado; tenía el rostro sangrante y las costillas rotas. En ese momento, ante tanta barbarie, sentí total indefensión.

Aunque sufrí una experiencia parecida el 20 de marzo de 2010, cuando fui arrestado y golpeado en el rostro al término de una caminata con las Damas de Blanco, fue esta tarde del jueves 8 de noviembre cuando con más fuerza he experimentado la brutalidad de esta dictadura.

La dictadura se quita la careta. Dichosos los que hoy no callan ante tanto abuso y barbarie. Infelices los que en el futuro tendrán que arrepentirse del odio y la violencia que hoy muestran contra sus hermanos; solo para servir a una tiranía que en realidad los desprecia a ellos tanto como a sus víctimas.

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