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miércoles, 17 de octubre de 2012

Las fantasías bélicas de Romney


Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD

Haciendo gala de su acostumbrado oportunismo político, Romney se valió del ataque al consulado estadounidense en Bengasi, Libia, el pasado 11 de septiembre para aventurar la tesis de que la política exterior estadounidense en el mundo árabe se ha deteriorado porque la estrategia de Obama en la región evidencia debilidad. En otras palabras, según Romney, Estados Unidos necesita una política exterior “dura” semejante a la del anterior presidente republicano George W. Bush.

Tres días antes del ataque en Bengasi y hablando ante un grupo de cadetes del Instituto Militar de Virginia, Romney ya había utilizado todo el repertorio neoconservador de lugares comunes patrioteros para anunciarle al mundo entero que de ganar la presidencia los halcones que metieron al país en dos guerras de las que todavía no acaba de salir retornarán al poder.

Irresponsablemente, Romney insinuó que “muy probablemente el ataque en Bengasi fue perpetrado por los mismos que atacaron a la patria”, once años antes en la misma fecha. Podría ser que, en efecto, el grupo que atacó el consulado haya sido un comando dirigido por Al Qaida pero eso ni Romney lo sabía ni se ha podido establecer con certidumbre hasta ahora. De cualquier modo, no es correcto que un candidato a la presidencia se dé golpes de pecho y lance acusaciones sin tener evidencias a la mano.

Romney, el resto del Partido Republicano, así como muchos otros observadores independientes, han criticado a la administración de Obama por sus confusiones al hacer el diagnóstico inicial del ataque. Si Susan Rice, la embajadora de EEUU ante la ONU, no tenía la información correcta sobre el incidente, tampoco ella debió haber hecho pública una interpretación incorrecta de los hechos.

No obstante, Romney y compañía cometen un enorme yerro cuando le reclaman a la Casa Blanca por no haber previsto el ataque y por no redoblar el personal de seguridad para salvaguardar las vidas de los diplomáticos norteamericanos. La acusación es injustificada porque asume que existen parámetros exactos para establecer la dimensión adecuada del dispositivo de seguridad en un consulado del tamaño del de Bengasi que teóricamente no está en zona de guerra.

En todo caso, no deja de ser absurdo que Romney se ponga ahora a revisar la historia con el propósito de negar los espectaculares triunfos de Obama en política exterior: la retirada de tropas en Irak y pronto también de Afganistán o los certeros golpes a terroristas como Osama bin Laden. No obstante el incidente en Bengasi, en los casi cuatro años de gobierno de Obama se ha logrado una notable disminución en el número de ataques directos a EEUU fuera de las zonas de guerra.

Obama también ha obrado correctamente al enfrentar con serenidad los retos que se le han ido presentando en países como Irán y Siria. La respuesta militar debe ser siempre el último recurso y Obama hace bien en agotar todas las instancias pacíficas para neutralizar dichos retos sin más violencia que la necesaria. Más aún, como bien señaló el Presidente en su reciente discurso ante la ONU, “Estados Unidos ni puede resolver los problemas del mundo ni puede dictar el desenlace de las transiciones hacia la democracia”.

Si en verdad queremos encontrar a los responsables del desprestigio de la política exterior estadounidense en esa región del mundo habría que empezar por desenterrar los nombres de los políticos estadounidenses que por décadas apoyaron a dictadores locales como Hosni Mubarak en Egipto o Mohamed Reza Pahlavi en Irán. Habría que admitir que en el mundo árabe no olvidan a las víctimas inocentes de las guerras de George W. Bush en Irak y Afganistán. Habría que demostrar en los hechos que si bien EEUU está comprometido a defender la sobrevivencia de Israel como nación, también pugna por la existencia de un Estado palestino.

La semana pasada, la Unión Europea fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, entre otras cosas porque como ha escrito Quentin Peel en el Financial Times, “a diferencia de EEUU y Rusia, la Unión Europea no se distingue por su “poder duro. Sus tropas hoy son mejores para hacer la paz que la guerra”.

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