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miércoles, 17 de octubre de 2012

Cayendo en la misma estupidez


A propósito de un artículo de Manuel Márquez-Sterling

Mario J. Viera

Siempre he considerado que las ideologías son cárceles del pensamiento: funcionan como en una especie de teología cargada de dogmas y principios de fe inexcusable. Aferrarse a una ideología es como ponerle una camisa de fuerza a la razón. El pensamiento se enturbia cargado de clisés y de consignas. Es lo que quiso decir Goya cuando pintó El Sueño de la Razón produce monstruos, dentro de la serie que tituló Caprichos.

Las ideologías, como expresa Maynor Antonio Mora, es “la adopción casi irrestricta de varios principios” tales como: “la linealidad del pensamiento y, con ella, de la realidad misma, la reducción de las cosas a principios mecánicos, la sobre-simplificación de los argumentos y los análisis, el carácter plano del mundo y del pensamiento, la desvalorización de otras funciones ─ especialmente en el plano emocional ─ del intelecto o de la mente…”[1]

Las ideologías captan y embriagan no solo a palurdos sino también a renombrados intelectuales y los igualan diciendo y repitiendo las mismas estupideces, a veces presentadas brillantemente pero sin dejar de ser expresiones imbéciles.

Manuel Márquez-Sterling es un destacado profesor de Historia en la Plymouth State University y un reconocido periodista. Timbres no le faltan como intelectual; por eso me sorprende, no con agrado, el tono y contenido de su artículo “Tropezando con la misma piedra” que apareciera en la edición del 16 de octubre en Diario Las Américas.

Sorprende el párrafo inicial de ese artículo que insinúa muy a las claras que en los Estados Unidos de hoy gobiernan los comunistas: “Empecemos por ver las cosas claras y con realismo. ¿Quiénes gobiernan a este país? Pues bien son tres personas y las tres son comunistas de “pañal rojo” como se les llama a esos que heredaron el comunismo de los labios de sus padres y en el regazo de la madre”. Los tres comunistas de “pañal rojo”,  son señalados por Márquez-Sterling:

Esas tres personas ─ escribe Márquez-Sterling ─ son David Axelrod, comunista de segunda generación, Valerie Jarrett de tercera, y por supuesto el propio presidente, otro de “pañal rojo.” Los dos primeros trabajan en la Casa Blanca, casi viven en ella, y el tercero, es el inquilino, por cuatro años”. Comunistas de segunda y tercera generación; es decir, manchados por el pecado de sus progenitores. Tal parece que el columnista y emérito profesor se identifica con el terrible dictamen que aparece en Exodo 20:5, el castigo divino de los padres sobre los hijos, nietos y biznietos: “Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.

Quizá carga sobre Axelrod una supuesta mancha ideológica de su madre cuando trabajaba como periodista en PM ─ un periódico de izquierda ─ en 1940. PM fue sindicado por la derecha, esa furibunda derecha de Estados Unidos, de comunista. Sin embargo una tesis argumentada por Anya Schiffrin demostró que PM se oponía frecuentemente a las políticas del Partido Comunista y mantuvo en sus editoriales una fuerte confrontación con el Daily Worker, el periódico de los comunistas estadounidenses. Tal vez algún antisemita, Márquez-Sterling no lo es, cargue contra Axelrod por ser judío y practicar el judaísmo.

A propósito, Hitler identificó al bolchevismo con el judaísmo.

Valerie Jarrett, mujer de negocios, nacida en Irán de padres americanos, se le ha acusado casi de todo lo malo, aunque no la catalogan musulmana. Quizá Márquez-Sterling tenga información precisa de que un abuelo suyo haya sido miembro del Partido Comunista (comunista de tercera generación), pero ¿es ella realmente comunista?, ¿ha hecho declaraciones que la identifiquen con una marxista? Yo, al menos, no he podido obtener tal información.

De Barack Obama nos dice “que a duras penas puede esconder el color cardenal de sus ideas”. Bueno ya le han acusado de ser musulmán y hasta de no haber nacido en Estados Unidos. Entonces el muy ilustrado profesor de Historia nos educa diciendo que “en los estudios que se han hecho de todas las revoluciones que ha padecido el mundo occidental en los últimos quinientos años, desde la revolución religiosa protestante, iniciada por Martín Lutero, pasando por la francesa, la bolchevique y aterrizando en la del gangster de Biran, se pueden ver que en las mismas hay dos factores o etapas comunes” y nos aclara que esas dos etapas son, la primera, como “la transferencia del poder”; la segunda, como “la transferencia de la riqueza”. No se como encaja en este concepto la Reforma de Lutero.

¡Ah, preparémonos para el aciago futuro! Las trompetas del apocalipsis de la democracia ya están sonando! Así nos advierte el profesor: “Miremos entonces a este país teniendo en cuenta lo que decíamos al principio de esta colaboración. La primera etapa, la de la transferencia del poder se ha estado efectuando desde enero del 2009”. La bestia marcada con el 666, acecha con la transferencia de la riqueza; es decir, el Armagedón. De acuerdo con Márquez-Sterling la relección de Barak Obama la permitirá tener “cuatro años para ejecutar la transferencia de la riqueza que pasará a las manos del estado quien la repartirá entre aquellos que nunca han cooperado, léase, trabajado, para aumentar la riqueza del país. O sea, que la nación pasará a ser la colmena, el hormiguero, la piara, gobernada por una minoría privilegiada que nos dictará lo que leamos, veamos en la TV y el cine, lo que comamos, etc., etc.”

¿De dónde saca tal descabellado aserto? El totalitarismo en Estados Unidos, ni siquiera lo pudo lograr Joseph McCarthy ─ “The Pepsi Cola Kid” ─ con su Subcomité de Investigaciones del Senado, ni lo podría lograr el Secretario General del Partido Comunista de Estados Unidos, Sam Webb, si por un desvarío del electorado alcanzara la presidencia. Hay que destacar un punto de coincidencia con el presente. Los ataques de McCarthy se lanzaban contra la supuesta penetración comunista en el gobierno de Harry Truman, casualmente, un presidente demócrata.

Aprendamos algo del profesor de Historia cuando nos ilustra diciendo: “Se nos dice que no hay nada malo con el socialismo ni con el socialista demócrata. A estos hay que recordarles que el socialismo y el comunismo nacieron en la misma cama y al mismo tiempo. Tienen mucho en común, o mejor, tienen pocas diferencias y las diferencias residen en el hecho de que el socialista es aquel que aún no ha matado ni perseguido. Y el comunista, es ese socialista que ya mató y persiguió”.

Desgraciadamente en historia del socialismo habría que darle una mala calificación a Márquez-Sterling. El socialismo y el comunismo no tienen el mismo origen. Quizá la socialdemocracia y el bolchevismo tengan igual origen en la Internacional Comunista y en el Manifiesto de Karl Marx y Friedrich Engels. Antes de la aparición del marxismo ya se habían promovido diferentes corrientes socialistas denominadas luego por Engels bajo el genérico nombre de socialismo utópico. Entre sus más destacados propulsores están Graco Babeuf, con su “conspiración de los iguales”, Robert Owen, padre del cooperativismo, el Conde de Saint-Simon y Charles Fourier. Además existían corrientes socialistas contrarias y divergentes del marxismo como fueron los movimientos anarquistas del siglo XIX, con antecedentes que pueden encontrarse en el católico Tomás Moro y su libro “Utopía” y en el anabaptista Thomas Müntzer y su Liga de los Elegidos que se inspiraban en las primeras comunidades cristianas reflejadas en Hechos de los Apósteles y en las cartas de Pablo (por cierto, Pablo es el autor de la frase “el que no trabaja que no coma”).

Entre los principales líderes anarquistas anti marxistas se pueden citar a Pierre-Joseph Proudhon con sus libros Filosofía de la Miseria y ¿Qué es la Propiedad?, en la que asegura que “la propiedad es un robo”; Mijail Bakunin y su conocida cita: “No hay libertad real sin igualdad, no sólo de derechos sino en la realidad. Libertad en igualdad, ahí está la justicia” y, por último Piotr Kropotkin y su teoría del apoyo mutuo.

El socialismo es una corriente ideológica, como lo fue el fascismo, como lo es el neoliberalismo. Ideologías que han dado una interpretación unilateral de la vida y la sociedad. No se trata de posiciones de izquierda o derecha, de progresismo o conservadurismo, sino la deformación y el extremismo de esas posiciones. Ser de izquierda no significa ser la equivalencia de socialismo o comunismo, como ser de derecha no significa ser fascista.

Si, las ideologías turban la razón y generan monstruos. Defender los valores de la sociedad americana no implica caer en extravagancias y exageraciones ultraconservadoras.

Vale la pena reproducir la réplica que diera Henry Truman a los ataques de McCarthy:

El "americanismo" está bajo el ataque de los elementos que proclaman a viva voz ser sus principales defensores. Tratan de crear miedo y sospecha entre nosotros mediante el uso de la calumnia, las acusaciones no probadas y simplemente las mentiras. Están tratando de hacernos creer que nuestro gobierno está lleno de comunismo y corrupción. Estos seres están tratando de hacer tanta histeria entre nosotros, que nadie va a enfrentarse a ellos por temor a ser llamado comunista. Ahora bien, ese es el viejo truco comunista inverso. Eso no es jugar limpio. Eso no es el americanismo.



[1] “El sueño de la razón…”: Apuntes sobre la idea de Razón en el grabado de Goya. Universidad Nacional de Costa Rica.

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