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sábado, 24 de diciembre de 2011

Separados del pueblo de Cuba

Oscar Peña. EL NUEVO HERALD

La trampa legislativa que hizo Mario Díaz Balart de meter silenciosamente de contrabando en un paquete la limitación de los viajes a Cuba (una medida que no prosperó en el Congreso) es como si el mismo congresista sacara en sus oficinas de Miami y Washington un cartel grande y lumínico que dijera: “No me interesa lo que quieran el pueblo de Cuba y la mayoría de los cubanos de Miami. Yo pienso y reacciono como político norteamericano y mis planes son siempre molestar y estropear lo que hagan mis adversarios del Partido Demócrata en los Estados Unidos y complacer solo a la pequeña minoría de cubanos votantes que van a las urnas (o los llevan) a votar por mí”.

Realmente estamos ante un dilema. Si fuéramos abogado del congresista, tenemos que concluir que sus razonamientos son válidos y sirven para defenderlo. El es un político de Estados Unidos, no del pueblo de Cuba. El sabe que los cubanos de la isla quieren que sus parientes vayan sin limitación de tiempo, él sabe que la considerable mayoría de los cubanos de Miami también quieren lo mismo, pero hay un problema muy grave: no son sus votantes. Posiblemente haya que darle a Mario Díaz Balart el beneficio de la duda y pensar que si él dependiera del voto del pueblo de la isla y de las mayorías cubanas de Miami no castigaría de esa forma al pueblo cubano de a pie.
Hay que entender al congresista en cuanto a la presión que le hacen muchos de sus votantes que no tienen familiares en Cuba o que han perdido sus sentimientos o facultades de pensar por ellos, como también de la inmensa presión publica que reciben de las incoherencias de algunos miembros influyentes de la prensa cubana de Miami, pero –aun justificando la acción del congresista– la verdad es una sola y no se puede ocultar: es muy penoso que legisladores del país campeón de la libertad intenten limitar el movimiento de los seres humanos.
No soy ciego ante el problema. Efectivamente cada dólar que se manda a la familia en Cuba o se deja en un viaje termina en las manos del régimen, pero hay otra verdad más grande y más humana: se trata de nuestro pueblo, se trata de nuestros padres, hermanos, primos, amigos y vecinos a quienes visitamos o les mandamos remesas para que no se mueran de hambre y para que sepan que aún lejos no dejamos de ser un solo pueblo. Ese principio humanitario vale más que toda la política del mundo.
Además se trata de no hacer nunca lo que criticamos. Quien hace prohibiciones o limitaciones como hace el régimen de Cuba o las apoya pierde la moral y la efectividad para actuar o acusar a Cuba de violar los derechos humanos. Lamentablemente, Mario Diaz Balart y quienes lo apoyan se separan del pueblo de Cuba.

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