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lunes, 21 de noviembre de 2011

Una casa, allá en el cielo…

Luis Cino Alvarez

¿Qué posibilidades pudieran tener los ciudadanos de esta vivienda en el reparto Indalla en La Lisa de adquirir una vivienda?

¿... o esta en algún barrio habanero?

Arroyo Naranjo, (PD) En  cuanto el gobierno cubano autorizó la compra-venta de viviendas,  el cubanólogo Phil Peters, entre otras tonterías, casi proclama  el advenimiento del mercadeo inmobiliario en Cuba y la consiguiente – ¡ay, Carlos Marx! –  formación de capital. Todo ello prácticamente sin mercado y sin capital.
Con tanto apuro y optimismo, fue un milagro que no le diera a Phil Peters por advertir acerca del eventual estallido de la burbuja inmobiliaria para el jueves de la próxima semana y sus posibles consecuencias, no para los ruinosos solares habaneros, sino para las reformas raulistas, que algunos se empeñan en llamar así por mucho que les aclaren  que no son más que "una actualización del modelo económico", vigente a duras penas desde hace más de medio siglo.

Como  todas las medidas raulistas, incluso las que no se llegan a concretar, el Decreto-Ley 288, que legaliza la compra y venta de casas, ha creado más revuelo entre los cubanólogos y la prensa extranjera que entre los cubanos.
La mayoría de mis compatriotas  no ganan suficiente dinero para mal comer, así que no podrán ni soñar, no digamos con comprar una casa, ni siquiera podrán comprar una pocilga de las más baratas, que  al paso que vamos,  no bajará de 3 000 CUC,  una cantidad que si no roban, o están vinculados  a empresas mixtas, o tienen un negocio de envergadura  o reciben remesas fuertes de sus parientes en el exterior, no lograrán reunir  en toda una vida  de trabajo de sol a sol.
Repito: hablo de la mayoría de los cubanos. Para los que tienen dinero, los que podían construir y comprar y encima podían pagar sobornos, ahora todo será más fácil. Siempre son ellos los beneficiados con las medidas económicas del castrismo raulista, que parece no tomar demasiado en cuenta a la gente de abajo.
Como Cuba, con el timbirichero capitalismo de estado raulista, se acerca cada vez más al lado más feo de la dura normalidad mundial, ahora, con el Decreto-Ley 288 se acentuarán las desigualdades sociales hasta extremos verdaderamente insultantes. Y ya veremos los resultados.

Dice una amiga que con la compra y venta de casas, ahora que cada propietario puede hacer con su casa lo que estime conveniente y echar a la calle a quien desee, "van a haber muertos y heridos". Creo que tiene razón. Me dirán muchos que siempre fue así, que en todas partes es así, que siempre se debió respetar el derecho de  propiedad. Y es cierto, sólo que en otras partes, con mayor o menor esfuerzo, uno puede, con el fruto de su trabajo, alquilar, construir o comprar una casa. En Cuba, no. Alquilar cuesta una fortuna y los materiales de construcción escasean y son tan caros que sólo los pueden comprar los que tienen mucho dinero. En la actualidad, construir por esfuerzo propio una casa de dos habitaciones puede costar más de 8 000 cuc.
Definitivamente, llegamos demasiado tarde al  respeto al derecho de propiedad. Ahora no hay forma de que tal derecho rime con las necesidades habitacionales y el hacinamiento de la población, en un país donde, según los siempre conservadores y engañosos datos oficiales, el déficit de viviendas es de más de medio millón (y para complicar más la situación, el 70 % de las casas necesitan  reparaciones casi siempre capitales).

Así que veremos una vez más, y también en esto de las casas – quiera Dios que me equivoque-,  el sálvese el que pueda y el cuchillo en la boca. O clavado en cualquier parte del cuerpo.
Dicen algunos que luego de 52 años de férrea tutela estatal, los cubanos nos conformamos fácil con cualquier migaja que  conceda graciosamente el gobierno, que  cambia todo lo cambiable para que todo sigua igual. No creo que sea exactamente así, pero como quiera que sea, no hay que confundir la impotencia y la resignación con el júbilo. Menos aún formar alharaca con lo que no lo merece.
Con el Decreto Ley 288 el gobierno cubano sólo ha legalizado lo que ya existía por la izquierda y escapaba a su control. Y como siempre, trata de sacar provecho para el bolsillo estatal. No en vano son muchos los que temen la habitual trampa estatal, que pudiera estar, por ejemplo,  detrás de la exigencia de depositar en el banco el dinero de la compra de la casa y la entrega de un cheque al vendedor.

No obstante, el levantamiento de cualquier prohibición siempre es bienvenido. En este caso, algo particularmente positivo es el hecho de que desaparezca la abusiva confiscación de las casas de las personas que se iban del país. Lástima que sigan en pie esas aberraciones que son el concepto de salida definitiva y el hecho de que los cubanos necesiten pedir  permiso al Ministerio del Interior (MININT) para entrar y salir de su país.
Por lo pronto, y para que no me tilden de aguafiestas, voy a reconocer otro tanto al Decreto Ley 288:   parece nos quitaremos de encima a los burócratas mafiosos de la Dirección de Viviendas con sus robos, extorsiones, trapicheos y cambalaches. Y esto, créanme, no es poco. Aunque los que vivamos en un cuchitril y los que no tengan absolutamente donde vivir, tengamos que seguir – como en aquella vieja balada italiana que cantaba en castellano un meloso grupo de pop español – soñando con una casa, allá en el cielo...

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