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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Gulnaz bajo la opresión de la sharía.

Mario J. Viera.

¡Dios es grande! Y como es grande no hay posibilidad que exista una legislación que no sea inspirada por su palabra, la ley que se dicte según el criterio humano es imperfecta y, lo que es peor, es blasfema, y la blasfemia es crimen que se paga con la vida. Este es el razonamiento de la sharía, la legislación islámica que se elaboró a partir de tradiciones y enunciados teológicos formados en un periodo de barbarie social. Es la continuidad del pasado y de los prejuicios del pasado en el presente; es mantener el siglo VII vigente en el siglo XXI.
El Islam es una doctrina intolerante y cargada de fanatismo; no hay posibilidad que entre sus devotos pueda producirse una Reforma como la protagonizada en el Siglo XV por Martin Lutero con respecto al dogma católico. Los innovadores se tienen que enfrentar con la sharía y como cualquier innovación a los dogmas seculares puede considerarse blasfema el peso de la ley islámica caerá inexorablemente sobre él.
El islam tiene sus ramas, la suní, la más numerosa, un 85% aproximado de todos los musulmanes, la chií que representa un diez por ciento y una tercera de menor extensión, la jariyí solo diferentes en temas de cierta importancia pero ninguna diferencia en cuarto al culto y a la ley islámica.
Se dice que la educación es el mejor instrumento contra el fanatismo; pero la educación de los musulmanes es instruida por los doctores musulmanes o alfaquíes, que transmiten la verdad del Corán sin diferenciar entre el poder espiritual y el poder secular.
Los talibanes de Afganistán son fieles musulmanes que siguen un ortodoxismo exagerado, fanático y brutal; son el extremo de la derecha del Corán. El resto del mundo musulmán, aunque menos exagerado y salvaje no carece de fanatismo y de sumisión a la supuesta verdad revelada del profeta; una sumisión que les impone obligaciones y les norma hasta lo más íntimo del aseo personal.
La mujer se relega a una figura de segunda importancia, colocada bajo el poder y vigilancia de los hombres de su familia y de sometimiento absoluto al cónyuge, como la nueva ley aprobada en Afganistán que impone la obligación que una mujer tiene “a satisfacer los deseos sexuales de su marido”, un precepto propio de la sharía que considera prohibido “Rechazar hacer contacto íntimo con el esposo sin pretexto religioso”, como se indica en la página digital arabespanol.org, Al Manhiat Asharia (Lo Prohibido en la Sharia).
Aunque un grupo de 300 mujeres, abogados y defensores de los derechos humanos se han manifestado en contra de la ley en las calles de Kabul, según The New York Times, 500 personas se les enfrentaron gritándoles - "¡Váyanse de aquí, putas! ¡Váyanse!".
Analizando la situación de las afganas, el diario EL PAIS señala: “Las mujeres afganas son víctimas de una mentalidad medieval. No existen leyes ni justicia, sólo tradición y la voluntad inapelable de unos hombres embrutecidos por 30 años de guerras que se amparan en el nombre de Dios para ejercer la violencia” (Ramón Lobo, “Afganistán se olvida de las mujeres”24 de agosto de 2009). Cita también EL PAIS las palabras de Fatana Ishaq Gailani, premio Príncipe de Asturias de la Concordia de 1998 y presidenta de una ONG defensora de los derechos de la mujer:
El burka no es el problema si es ella quien decide libremente llevarlo. El gran problema de las mujeres afganas es el trato inhumano que reciben. Nadie las protege de la violencia. Ni el Gobierno ni la comunidad internacional han hecho nada en ocho años por cambiar la situación. Es imposible condenar a nadie por violación; los jueces liberan a los acusados tras el pago de un soborno. La mujer afgana apenas tiene acceso a la educación y en las zonas rurales vive en condiciones de extrema pobreza”.
Sin embargo el burka sí es un problema. La ley islámica, la sharia, “obliga a las mujeres usar la burka en todo momento para ocultar su belleza y evitar excitar a los hombres. Si una mujer es agredida sexualmente mientras no lleva la burka, es culpable por provocar a los hombres”. (uniderecho.com. Ingrid Serna). Además “en caso de ser violada, la mujer no tiene ninguna credibilidad y necesita un mínimo de cuatro testigos que no sean ni familiares ni amigos. En caso de quedar embarazada, el hijo será la prueba material del delito de adulterio y la mujer será lapidada en cuanto el bebé pase el período de lactancia. La lapidación es la tortura que consiste en enterrar hasta el pecho a mujeres condenadas, para que luego sean apedreadas hasta morir desangradas” (Ibidem).
Esta amarga realidad legal la ha sufrido Gulnaz, una afgana que luego de haber sido violada y haber engendrado una criatura como resultado del asalto ha sido condenada a 12 años de prisión por el delito de adulterio, según ha reportado la cadena CNN.
Dos años atrás, Gulnaz se encontraba en su casa cuando sufrió el asalto sexual del marido de una prima suya. En el vídeo de CNN, ella lo relata: “El vestía la ropa mugrienta que usa para el trabajo, en la construcción. Cuando mi madre salió, él entró en mi casa y cerró las puertas y las ventanas. Yo empecé a gritar pero me hizo callar tapándome la boca con sus manos
Ella guardó silencio. Necesitaría cuatro testigos para acusar a su agresor. Además estaba deshonrada y su familia no la perdonaría sin importar que hubiera sido abusada, poseída a la fuerza. Pero había quedado embarazada, los achaques aparecieron.
Los tribunales la encontraron culpable de tener una relación sexual extramarital y ella y su hija cumplen juntos la sentencia en la cárcel de Badam Bagh en Kabul. Su única puerta de escape para su deshonra es casarse con el violador. Y Gulnaz acepta. Está dispuesta a casarse con el hombre que le arruinó su vida. “Me preguntaron si quería comenzar una nueva vida casándome con este hombre”, expresó Gulnaz y afirmó: “Mi respuesta fue que ese hombre me había deshonrado, y deseo estar con él” y agrega resignada: “Así mi hija podrá seguir teniendo una madre”.
Tal vez esa decisión la libre de ser linchada por la deshonra que le trajo a la comunidad y de hecho puede abandonar la cárcel.
Cuesta trabajo entender cómo es posible que mujeres nacidas en un mundo de tolerancia hacia la mujer se conviertan al islam y acepten las imposiciones de la sharía. Aun hasta en países latinoamericanos donde prima el machismo no es comprensible que mujeres de esos países acepten el credo musulmán; tal vez se trate de un fenómeno mental vinculado de cierta manera con un sentimiento de masoquismo.
Vídeo de CNN. Gulnaz

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