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domingo, 30 de octubre de 2011

Red Avispa: las misiones que no deben olvidarse

Edgerton Levy[1] CAFÉ FUERTE

El espionaje que la Dirección de Inteligencia (DI) cubana ha realizado dentro de Estados Unidos no persigue detener las actividades de supuestos terroristas, como falsamente se afirma a través de la intensa campaña internacional que tiene lugar desde La Habana por la liberación de los cinco espías.
El verdadero objetivo es dañar ─ en toda la dimensión que le sea posible ─ la seguridad nacional de Estados Unidos y prolongar la permanencia en el poder de la jerarquía castrista.
Tuve la certeza de este propósito desde los días en que comenzó mi preparación para venir como agente encubierto a Estados Unidos, a finales de 1991. Estados Unidos es considerado por el régimen como su principal enemigo. De los americanos esperan los mayores retos y contra ellos dirigen sus máximos esfuerzos. De ahí, la particular importancia que dan al trabajo de penetración e influencia en las esferas de gobierno, militar, académica, medios de prensa y organizaciones sociales. Ana Belén Montes, la espía sembrada por Cuba en la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa, y el matrimonio de Kendall y Gwendolyn Myers, quienes por 30 años pasaron secretos del Departamento de Estado a La Habana, dan fe del empeño del régimen en vulnerar la seguridad nacional estadounidense.
Desde que a principios de los años 90 inició sus actividades en el sur de la Florida, la denominada “Red Avispa” dirigió esencialmente sus esfuerzos en esa dirección. La penetración del Comando Sur, mediante la “Operación Surco”, fue la máxima prioridad planteada por el general de brigada Eduardo Delgado Rodríguez, jefe de la Dirección de Inteligencia, aún antes de que el Comando Sur fuera trasladado para Miami, en 1997.
A mediados de 1996, el matrimonio compuesto por los agentes Joseph Santos y Amarylis Silveiro -quienes asumieron su culpabilidad y colaboraron con las autoridades estadounidenses- comenzó la realización de un levantamiento operativo del área donde se alzarían las edificaciones del Comando Sur. Las órdenes y la supervisión correspondían al oficial ilegal Hugo Soto. Ambos agentes habían sido originalmente preparados para trabajar contra la Estación Aeronaval de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, antes de recibir instrucciones de reubicarse en la ciudad de Miami, debido al cierre de aquella instalación.

Vigilando el Comando Sur

Un segundo matrimonio compuesto por los agentes George y Marisol Gari se incorporó al estudio de la situación operativa del área donde se ubicaría el Comando Sur. Con posterioridad se sumó el agente Juan Emilio Aboy, quien había intentado previamente sin éxito, ingresar a la Marina de Guerra de los Estados Unidos. Aboy fue sorpresivamente deportado a Cuba en el 2005.
El oficial ilegal, Ramón Labañino, especializado en la penetración de objetivos militares, fue asignado para dirigir este empeño desde finales de 1996. Labañino ya había operado contra el Comando Sur en Panamá durante la segunda mitad de los 80.
A mediados de 1993, en su paso hacia Tampa, Florida, Labañino cumplió una misión contra la base de la fuerza aérea de Barksdale, Louisiana, sede de la 2da Ala de Bombarderos del tipo B-52 y donde entonces radicaba el Centro de Mando de Retaguardia del ya inexistente Comando Aéreo Estratégico. Fue a la base de Barksdale adonde fue llevado el presidente George W. Bush al producirse los ataques terroristas del 9/11 y desde allí emitió sus primeros mensajes a la nación ante la tragedia que conmovía a la nación americana.
Entre 1993 y finales de 1996 Labañino se mantuvo operando contra la base de la fuerza aérea de Mac Dill, en Tampa, Florida, donde se controla y dirige todo el tráfico aéreo militar de Estados Unidos hacia y desde el Caribe, Centro y Suramérica. Además, en Mac Dill entonces radicaban el Comando de Operaciones Especiales y el Comando Central, mando que tuvo la dirección de las operaciones Escudo y Tormenta del Desierto en el Golfo Pérsico a principios de la década del 90.
La directiva de trabajo que la Dirección de Inteligencia le asignó a Labañino decía textualmente: “El objetivo principal es lograr la penetración del Estado Mayor del Comando Sur, el cual comienza a funcionar en la nueva construcción radicada en Miami a partir de septiembre de 1997”.
A pesar de todos los esfuerzos que fueron realizados no pudieron lograr sus propósitos y fueron apresados el 12 de septiembre de 1998.
Otro de los principales objetivos a penetrar por esta red de espionaje fue la Estación Aeronaval de Key West. La Dirección de Inteligencia decidió asignar la tarea al agente Antonio Guerrero, quien por ser ciudadano americano no confrontaría mayores inconvenientes para lograrlo. Guerrero cumplió antes una breve estancia en Panamá, donde integró la red de ilegales entre 1991 y 1992, acumulando experiencias en el trabajo contra el Comando Sur. Se radicó en Key West a principios de 1993 con la orden de penetrar la Estación Aeronaval. Operó bajo la conducción del oficial ilegal alias Alberto Manuel Ruiz  y el código de “Operación Aeropuerto”.
La directiva de trabajo establecía: “El objetivo fundamental de la operación es radicar a Antonio Guerrero en Key West a fin de llevar a cabo la penetración y obtención de información de la estación aeronaval que hay en esa ciudad. Por otra parte, la obtención de relaciones que nos puedan suministrar información militar, política, biográfica y operativa, así como estudiar las organizaciones contrarrevolucionarias que pudieran existir en la zona y cumplimentar tareas de estudio de la situación operativa de la cayería, fundamentalmente de Key West”.

Documentación incautada

Guerrero mantuvo una permanente y constante observación sobre el curso habitual de la vida y las actividades militares que se desarrollaron en la Estación Aeronaval de Key West, y trasladó regularmente información de carácter militar a La Habana, hasta que fue apresado en septiembre de 1998.
El oficial ilegal Fernando González es otro de los espías apresados que realizó actividades contra instalaciones militares dentro de Estados Unidos. Durante el cumplimiento de una misión anterior, valorada por sus superiores en la Dirección de Inteligencia como exitosa, González pasó cuatro años residiendo bajo una falsa identidad en la ciudad de Fayetteville, Carolina del Norte, cerca de la que se encuentran  las bases de la fuerza aérea de Pope y Fort Bragg, sedes de la 82 División Aerotransportada y del Comando de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos.
En una entrevista con la cadena CNN en Oporto, Portugal, el 19 de octubre de 1998, semanas después de que la Red Avispa fuera desmantelada, Fidel Castro trató de desvirtuar los verdaderos objetivos de la actividad de inteligencia de este grupo. Castro admitió entonces que había enviado espías a Estados Unidos para infiltrarse en grupos exiliados y -según expresó- “conocer las actividades terroristas que desde allí se organizan y se financian contra Cuba. No nos interesan en absoluto informaciones militares de Estados Unidos”.
Pero resulta difícil imaginar cómo es que sus agentes pueden luchar contra supuestos terroristas cumpliendo tareas vinculadas a instalaciones militares americanas, contra las cuales dirigen sus operaciones.
Arribé a Miami con mi esposa e hijo a fines de junio de 1993 y tras los seis meses iniciales de asentamiento, tuve contactos directos con los oficiales ilegales Soto, Labañino, González y el jefe de la red, Gerardo Hernández, quien llegó en 1994.
Sin embargo, toda la información que he citado en este artículo proviene de la documentación que la Dirección de Inteligencia intercambió con sus oficiales ilegales en suelo americano y fue desclasificada como parte de la evidencia presentada en el juicio contra los cinco agentes cubanos. La red de espionaje castrista -valga recordarlo- sumaba más de 20 integrantes. Sólo se recoge aquí parte de sus misiones, pues el espectro de las tareas que cumplían era mucho más amplio.
Si como Castro y los personeros de su régimen afirman, los espías vinieron a Estados Unidos para prevenir acciones terroristas contra la isla, ¿por qué no solicitó entonces inmunidad para que sus oficiales operaran bajo las regulaciones establecidas por las leyes de este país?
No haberlo hecho ratifica lo que la evidencia presentada en el juicio puso de manifiesto: la Red Avispa tenía otras misiones ajenas a la vigilancia de organizaciones de exiliados en Miami.


[1] Edgerton Ivor Levy fue una pieza clave para el desmantelamiento de la Red Avispa, la mayor organización de espionaje cubano en la historia de EEUU. Siendo profesor de la  Universidad de La Habana fue captado y entrenado desde 1991 por la Dirección de Inteligencia cubana para cumplir acciones de espionaje en el sur de la Florida, pero su misión en territorio estadounidense fue informar al FBI. Tiene en preparación un libro testimonial sobre esos dramáticos acontecimientos de su vida.


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