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viernes, 28 de octubre de 2011

Desmitificando al héroe.

Mario J. Viera.  Englewood, Florida.

Todavía quedan entre muchos cubanos de hoy impresiones muy fuertes de aquella revolución que triunfara el primero de enero de 1959 y luego vilmente traicionada por los que se apoderaron del poder en nombre de una esperanza. Muy pocos pudieron imaginar en aquella fría mañana que lo que parecía un glorioso sueño se convertiría en una terrible pesadilla. La Revolución, hábilmente manejada por los comunistas que se ocultaban en los entretelones de su puesta en escena, se convirtió en un sacro ídolo, cual el becerro de oro que se construyeron los hebreos en su peregrinar por el desierto del Sinaí.
El pretendido humanismo de la revolución se convirtió en odio. El pueblo reducido a la condición de masa fue miserablemente manipulado para hacerle cómplice de los designios de la ambición. El cubano dejaba a un lado su natural sentimiento de piedad para corear febrilmente el grito siniestro de “¡Paredón!” repetido hasta el delirio, mientras el terrible dios rojo de la Revolución se alimentaba de sangre. Los dioses sedientos reclaman sangre. La revolución era el dios rojo que los cubanos se habían construido y ante el cual se inclinaron reverentes.
Toda idolatría posee sus íconos propios y la Revolución tuvo los suyos y tuvo a su profeta: Solo hay una Revolución y Fidel es su profeta.
El pueblo comenzó a adorar a falsos dioses a quienes se les atribuían todas las perfecciones y toda la sabiduría. La palabra proferida por aquellos íconos no se discutía convirtiéndose en sacro dogma. Entre los semidioses del panteón revolucionario estaban los enérgicos, como aquel argentino maloliente y sanguinario al que llamaron Che, y los amables, los suaves y dulces y entre estos últimos el más sagrado, el más venerado era aquel salido de las entrañas de una barriada humilde, de trabajadores, Camilo Cienfuegos.
La popularidad de Camilo Cienfuegos era superior a la de cualquier otra figura de la Revolución y llegaba en ocasiones a parecer superior a la que recibía el propio Fidel Castro, por las aclamaciones que recibía su presencia, mayores que las ofrecidas al Profeta. Aquellos saludos a Camilo hacían recordar el conflicto surgido entre Saúl el rey de Israel y el joven David: “¡Saúl mató sus diez mil y David sus cien mil!”.
El recuerdo de Camilo ha perdurado ribeteado de leyendas. Para muchos, un verdadero héroe, para otros, uno más de los que contribuyeron a la pesadilla que hoy vive Cuba.
El héroe de Yaguajay, su figura es reclamada igualmente por castristas y anticastristas, cada cual con la interpretación propia de su personalidad e ideales. Muchos aseguran que Camilo Cienfuegos no era comunista e incluso que su pensamiento era anticomunista, mientras que otros tantos consideran que era un comunista convencido.
La leyenda de Camilo Cienfuegos comenzó aquel día de enero cuando Fidel Castro lanzara un discurso en el Campamento Militar de Columbia y se volviera hacia el rebelde de patriarcas barbas que estaba a su lado para preguntarle: “¿Voy bien, Camilo?”. El profeta había bendecido al dios menor. Y Camilo se hizo popular, le ayudaba su presencia de hombre sencillo, de simpatía personal, de desenvoltura de gente del barrio y, sobre todo, su fidelidad hacia Castro, su amistad con el Profeta y su juventud, solo tenía 27 años de edad. Carlos Franqui lo presenta en su libro “Camilo Cienfuegos” como un criollo cabal, bailador, risueño y mujeriego, asiduo de famosos restaurantes y cabarets habaneros, aficionado al béisbol y al carnaval, conocedor del habla, la religiosidad y las costumbres populares.
Su misteriosa desaparición el 28 de octubre de 1959 incentivó un debate en torno a su muerte a los responsables de la misma.
Para Ernesto Guevara “Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa... Camilo era Camilo, señor de la vanguardia, guerrillero completo que se imponía por esa guerra con colorido que sabía hacer”.
Según Carlos Franqui la formación política de Camilo Cienfuegos estuvo regida por un nacionalismo democrático, inspirado en las ideas de José Martí. Un nacionalismo, por cierto, que no participaba del odio a los Estados Unidos o del rechazo a todo lo norteamericano. Franqui destaca que cuando Camilo, inmigrante ilegal en Estados Unidos, en 1956 en carta que le dirigiera al presidente de estados Unidos ofreciéndose como voluntario para el ejército, aunque su solicitud fue rechazada. Su comprensión de la democracia americana indicaba para Franqui que Camilo nunca compartiera el ideario comunista.
Pero, ¿era en realidad Camilo Cienfuegos un anticomunista o se había decantado por las ideas que comulgaban Ernesto Guevara y Raúl Castro? La respuesta solo puede tener carácter de especulación.
Camilo era hijo de un hombre que sustentaba ideas anarquistas, no comunistas, pero de extrema izquierda y en parte podría haber influido en su pensamiento los conceptos sostenidos por su padre. Camilo estudió en la escuela primaria 135 en la Avenida de Dolores en la barriada de Lawton. Su maestro favorito, aquel con el que siempre mantuvo una estrecha comunicación fue el maestro Fernández, Rodolfo Fernández. Todavía conservo en la memoria la figura y personalidad de aquel que también fue maestro mío, un hombre delgado, amable, de sonrisa agradable y de gran cultura. Era uno de los maestros más respetados de aquella humilde escuela pública de barriada y militante del Partido Socialista Popular (PSP), el partido de los comunistas.
Camilo siempre buscaba ocasión para visitar su barriada y poder encontrarse con su antiguo maestro.
Yo vivía en la esquina de las calles C y 14 de Lawton, En la acera de enfrente, casi a la mitad de la cuadra vivía una familia de comunistas de los que, antes de incorporarse a la expedición de Castro, Camilo era asiduo visitante. Ellos lo recordaban con afecto y fueron recibidos por Camilo en diferentes ocasiones. No puedo decir que Camilo les visitara luego de derrocado el gobierno de Batista. Nunca hablé con Camilo, aunque sí le ví por Dolores en un carro descapotado acompañado por solo un escolta y en compañía de la bella Charito Sirgo, una joven artista, hija del conocido actor Oto Sirgo.
Un amigo de la infancia de Camilo, llamado Ivo Conde Martínez en una entrevista para JUVENTUD REBELDE, el 5 de Febrero del 2010, rememoró a su viejo amigo: “Aquel jovencito que conocí, cuando todavía ni soñaba ser un combatiente de renombre, compartía en el barrio de Lawton con personas de pensamiento progresista, entre ellos algunos del Partido Socialista Popular”.
Camilo no había militado en el PSP pero sus simpatías no estaban distantes de aquel partido.
Manolo Espinoza Díaz, escolta de Camilo Cienfuegos cuando la detención del Comandante Huber Matos trae a la memoria una anécdota de aquel día: “Algunos de aquellos oficiales manifestaron sus ideas y opiniones y se originó una discusión en torno al comunismo y al anticomunismo. El Jefe Guerrillero, que sabía que en el grupo (de Huber Matos) se encontraban compañeros valiosos, pero que se habían dejado confundir, explicó el alcance y el carácter de la revolución y les dijo que si para hacer una verdadera revolución había que ser comunista, pues entonces él sería comunista”.
Tras detener a Huber Matos, Camilo se presentó ante el Canal 11 de la televisión de Camagüey, allí diría: “Hasta dónde vamos se nos pregunta, y nosotros decimos que nosotros vamos con esta Revolución hasta el final. Vamos a realizar una verdadera justicia social, vamos a sacar a los campesinos y a los obreros de la miseria en que los tienen sumidos los intereses que hoy mueven las fuerzas de la contrarrevolución…”
Y en La Habana el 26 de octubre, su último discurso, pronunció las siguientes palabras: “Tan alto como el Pico invencible del Turquino, es hoy y será siempre el apoyo de este pueblo cubano a la Revolución que se hizo para este pueblo cubano”, y agregó: “Se demuestra esta tarde que no importan las traiciones arteras y cobardes que puedan hacer a este pueblo y a esta Revolución, que no importa que vengan aviones mercenarios tripulados por criminales de guerra y amparados por intereses poderosos del gobierno norteamericano, porque aquí hay un pueblo que no se deja confundir por los traidores; aquí hay un pueblo que no le teme a la aviación mercenaria”. Nada hay en estas palabras que pueda hacer presumir un distanciamiento con los preceptos de la revolución encabezada por Fidel Castro; y refirma su fidelidad revolucionaria diciendo: “Porque sabemos que este pueblo cubano no se dejará confundir por las campañas hechas por los enemigos de la Revolución, porque el pueblo cubano sabe que por cada traidor que surja habrá mil soldados rebeldes que estén dispuestos a morir defendiendo la libertad y la soberanía que conquistó este pueblo
¿A qué traidor desde su punto de vista revolucionario se refería Camilo? Posiblemente a Díaz Lanz, pero muy probable estaría pensando en Huber Matos dado lo reciente entre la detención de Matos y la fecha de ese último discurso del “Héroe de Yaguajay”.
No obstante, Huber Matos ha asegurado que Camilo se sentía molesto por la penetración de los comunistas en muchas esferas del gobierno revolucionario, aunque se confesaba como hombre de total fidelidad a Castro. Según Matos él le había entregado a Camilo un escrito pro comunista que se había publicado en la revista Verde Olivo y que este se molestó y responsabilizó con la publicación a Ernesto Guevara y a Raúl Castro

La misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos
Al día siguiente de aquel su memorable discurso, Camilo voló a Camagüey, requería hacer ajustes en los mandos militares de la provincia. Planeaba retornar aquel mismo día a La Habana en cumplimiento de una orden de Fidel Castro. El avión en que viajaba era una avioneta Cessna modelo 310.
Un antiguo miembro del ejército rebelde, Eusebio González relató al oficialista diario juventud rebelde lo que recordaba del que fuera el último vuelo del comandante Camilo Cienfuegos:
Eran alrededor de las cuatro de la tarde cuando Camilo me mandó a buscar y me encargó llevar para La Habana a un sujeto que había estado alzado y cometió varios crímenes —declaró—. Me ordenó que lo dejara en la prisión de Torrens. Luego me entregó las llaves de dos carros. ‘Te espero mañana temprano en el Estado Mayor’, me dijo en la despedida. Mi gente y yo arrancamos hora y media después.
Al anochecer, uno de los autos hizo cortocircuito y tuvimos que parar. Llamé por microonda a la torre de control de Camagüey, porque pensé que debía informar a Camilo que no llegaríamos a la capital a la hora prevista. Unos 40 minutos después, el avión suyo hizo contacto con nosotros, que íbamos ya por territorio villareño. Félix preguntó si habíamos resuelto el problema y le dije que sí. Entonces oigo a Fariñas, el piloto, que dice: ‘Nos tenemos que desviar’. Al oír eso exigí que me pusieran al habla con Camilo, quien parecía que estaba leyendo o algo así. Me dijo: ‘No, no hay problemas, Eusebio, no te preocupes. Dice el piloto que nos desviamos porque hay una tormenta…, que nos tenemos que desviar o no sé qué… Nos desviamos…’. Y ahí se cortó la comunicación. Insistí una y otra vez, pero la torre de control de Camagüey no pudo restablecerla”.
¿Había, en realidad una tormenta? Muchos aseguran que aquel día hizo buen tiempo sobre el territorio nacional, que no era cierto que hubiera una tormenta que pusiera en riesgo la nave en que viajaba Camilo. Me remito a la memoria.
Mi tío, Juan Viera Ramos, era un piloto muy experimentado, poseía una pequeña compañía aérea, Aerolíneas ANSA que hacía vuelos desde Morón a San José del Lago en Mayajigua y a la ciudad de Camagüey; era además un especialista calificado en aviones Cessna. A raíz de la desaparición de Camilo Cienfuegos mi tío había sido detenido en la prisión del DIER (Departamento de Inteligencia del Ejército Rebelde) en La Habana. Había sido el último técnico que revisara la nave en que viajaría Camilo.
 Mi padre que militaba en el PSP había sido autorizado para una visita a mi tío. Yo le acompañé. Al ver a mi padre mi tío se acercó a los barrotes. Estaba furioso; “¡Mira lo que me han hecho estos comunistas!” le espetó a mi padre. Luego, más calmado hizo su relato. Sí, había revisado el Cessna y dado el visto bueno en sus condiciones de vuelo, pero agregó que le había advertido a Cienfuegos que pospusiera el vuelo, pues existía un mal tiempo, con muchas turbonadas y ese tipo de nave podría estar en riesgo, a lo que Camilo le respondió que él tenía que regresar, que Fidel Castro lo esperaba ese mismo día. Sí, había una tormenta así nos lo hizo saber mi tío.
Nunca se supo más del comandante guerrillero. No dejó rastros; no se encontraron restos de la nave accidentada, ni siquiera una mancha de aceite sobre las aguas del mar. Había desaparecido el más legítimo de los íconos de la revolución.
Mucho se ha especulado sobre la causa de la extraña desaparición. La versión sostenida por el gobierno castrista es que su avión fue abatido por una poderosa tormenta; pero existen otras versiones, algunas con viso de realidad y muy diferentes a la versión gubernamental.
Huber Matos asegura que Camilo siempre le trató con sumo respeto después de su arresto y consideración, lo que le era informado a Fidel Castro por el capitán Jorge Enrique Mendoza que actuaba como presidente del INRA en Camagüey. Según Matos estas informaciones que suministraba Mendoza precipitaron las acciones punitivas contra Camilo. En opinión de Huber Matos, el piloto de Camilo, teniente Luciano Fariñas Rodríguez era un hombre muy disciplinado que no se habría desviado de la ruta sin haber pedido autorización.
Pedro Corzo cita a Juan Orta, un ex secretario de Castro, que le asegurara  al poeta Iván Portela, cuando ambos estaban exiliados en la embajada de México: “Yo estoy plenamente convencido de que el avión de Camilo fue derribado por órdenes de Fidel Castro. Yo estaba reunido con Fidel cuando Raúl Castro y Ernesto Guevara le plantearon: 'Camilo se opone a cambios estructurales en el ejército rebelde'. A lo que Fidel respondió: 'El plan será llevado a cabo cueste lo que cueste; ni cien Camilos podrán oponérsele'”. Según Corzo, Orta coincide con el criterio fe Matos. Orta afirmó que ''que desde la torre de control aéreo de Camagüey le indicaron a Cienfuegos que el comandante Félix Torres estaba perdido sobre el mar al sur de la ciudad de Trinidad, Las Villas, y que era necesario se sumara a su búsqueda''
Esta tesis concuerda con lo afirmado por el comandante del Segundo Frente Nacional del Escambray, Lázaro Asencio quien opinó que la avioneta de Camilo Cienfuegos fue derribado por un Sea Fury y que la orden la impartió el comandante Félix Torres, quien la había recibido de los hermanos Castro.
Para afirmar la versión gubernamental, un periódico oficialista citó unas frases atribuidas a Nazario Sargén que era el líder de Alpha 66: “Les voy a ser sincero. Castro es mi enemigo, pero estoy seguro que nada tiene que ver con la muerte del comandante Camilo Cienfuegos. Camilo, a quien yo admiraba enormemente, desapareció en el mar. Yo ayudé a buscar la avioneta por varios días. Y nada. ¿Qué pasó? Ese día el tiempo no era bueno. Y casi todos los pilotos con que contaba la Revolución eran aprendices. Para mí el mal tiempo y la inexperiencia del piloto fueron los responsables”.
Otras versiones apuntan directamente a Fidel o a Raúl Castro como los ejecutores directos del asesinato de Camilo Cienfuegos en tierra, una diciendo que el asesinato se produjo en el Palacio Presidencial y otra según Jaime Costa ex comandante del ejército rebelde en un pequeño aeropuerto de aviones de fumigación en la provincia de Matanzas.
La duda ha quedado sin respuestas por más de cincuenta años. Camilo, en realidad era un incondicional de Fidel Castro. Es dudoso que se haya enfrentado a él por Huber Matos o por causa de la infiltración comunista en el proceso revolucionario. Puede ser que en Fidel Castro se haya engendrado el complejo de Saúl al ver la peligrosa simpatía que el pueblo manifestaba hacia él; puede haber influido la envida de Raúl Castro hacia el hombre que parecía ser el segundo de los hombres de la revolución. Tal vez los Castro presintieran o temieran algún cambio en la conducta política de Camilo Cienfuegos y se decidieran a eliminarle. Quizá pudiera ser que como afirma el régimen Camilo muriera en un lamentable accidente.
No hay respuestas definitivas. La incógnita se mantendrá hasta que haya desaparecido el gobierno usurpador y se abra una investigación serena de aquellos días que marcaron el fin de uno de los hombres más representativos de la revolución y naciera el mito del Héroe de Yaguajay.

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