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miércoles, 19 de octubre de 2011

BOLIVIA, OTRA VEZ

Desde la cima del Avila/Américo Martín


“Se atribuye a Bolívar este dicho profundo y espiritual: los nuevos Estados de la América antes española necesitan reyes con el nombre de presidentes”
Alberdi
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El propio Alberdi -una columna de la revolución institucional de la América Hispana- no está seguro que las palabras recogidas en el epígrafe sean del Libertador. “Se atribuye a Bolívar”, es lo que dice. Recordemos cuando lo hace: 1852, época de trágica inestabilidad de los países emancipados. Se trataba de prevenir la anarquía, y –para no pocos- nada mejor que contraponerle reyes o Presidentes que gobernaran como tales. Tomemos nota: a diferencia de la suave monarquía bajo la cual se organizó Brasil, la América española se proclamó republicana. Semejante envoltura se acopló a las prácticas caudillistas y dictatoriales. Pero desde mediados del siglo XX, la democracia se abrió paso, a veces con el puñal al cinto.

El sistema institucional democrático tiene el cuerpo lleno de cicatrices y recuerdos y por eso todavía hoy no podríamos asegurar que sea irreversible. Sus viejos enemigos están al acecho cuando no al ataque frontal.

Es esa la causa de la diferencia entre la fortaleza de la democracia en Norteamérica y la insegura democracia en Latinoamérica. Es curioso, obligados a construirlo todo con sus manos por la negligencia tutelar de la corona inglesa, consolidaron sus instituciones y se limitaron a adaptarla sin traumas a la República independizada. En cambio la diligente monarquía hispánica construyó un orden jurídico-institucional completo, que al ser destruido por la independencia nos dejó a merced de jefes y caudillos, no todos bien intencionados.

2
Bolivia podría recaer en el círculo vicioso de los dictadores y caudillos. En su historia particular, hubo una etapa militarista con el general Melgarejo, una populista con el general Belzú y una revolucionaria, a cuya cabeza se colocó el brillante Paz Estenssoro, con cuya gestión pareció estabilizarse la unidad social del país. Pero más tarde el militar-populismo recuperó terreno en una espiral agobiante. Quedó sin embargo el recuerdo. Para defender su reforma agraria, Paz armó milicias campesinas y para hacer irreversible la nacionalización del estaño, los trabajadores mineros asumieron un fuerte liderazgo.

En Bolivia, los factores decisivos son en este momento las provincias autónomas, los indígenas y los mineros. En el fondo del escenario, los militares. Indígenas y mineros fueron el soporte de Evo Morales. Cabalgando sobre ellos accedió a la presidencia pero en el alma de este personaje prendió la vocación caudillista. ¡Bolívar y Sucre no habían muerto! La vieja revolución debía ser completada y Evo ¿por qué no? podría encabezarla. Alentado por el presidente Chávez, adoptó posiciones suicidas, sin contar con reservas dinerarias como las venezolanas. Necesitaba como nadie la cooperación internacional pero helo aquí metido en la Alba, en lucha retórica contra las potencias industriales.

3
Evo no es propiamente un caudillo ni tiene madera para serlo, además de que buenas intenciones quizá no le falten.  Su fuerza inductora natural fue la de los sólidos baluartes antes mencionados. No se crea que esos indígenas, campesinos y obreros son masas ingenuas o inexpertas. Tienen atrás una tradición de lucha notable. Por eso difícilmente podrían conformarse con rumbosas promesas, invocaciones al Libertador y tramas infecundas como esa de abandonar la colaboración entre países más allá de la diferencia de sus sistemas, para sustituirla por el conflicto gratuito alimentado por sueños redentores que nada significan. Brasil no puede ser acusado de pro-imperialista y no obstante su política exterior no se obstina en pelear con otros, sino más bien en sacarles todo el provecho posible.

Su ingenuo chavismo metió a Evo de lleno en la lucha contra las arraigadas autonomías provinciales, para concentrar en su mano todo el poder. Se desangró sin obtener éxitos evidentes, pero embriagado, pensó en perpetuarse.

Con un voluntarismo providencial, buscó correctamente la anhelada salida al mar de su desgarrado país. Con un autobombo que no le es natural, sembró la idea de que sería él quien lograría una zona costanera a Bolivia, en el Océano de Balboa. Se lanzó a la cruzada convencido de que vencería la resistencia de Chile, pero tal como esperaba todo el mundo, Bachelet primero y Piñera después se mantuvieron serenamente firmes, y la campaña de Evo ha terminado lánguidamente. Bolivia merece salir al mar, pero bajo la conducción de gente motivada al logro y no al espectáculo.

Estaba en latencia un sordo malestar en las etnias que lo apoyaron, y se le ocurre  tirar una carretera por el medio del parque Tipnis, que negoció en forma inconsulta con Brasil. Violó la Constitución, cuya normativa dispone la consulta a los indígenas en los asuntos que les conciernen.

Y aunque Evo atribuyó al imperio la salvaje represión de los manifestantes, los bolivianos no se engañan. Y el mundo tampoco.

Epílogo
He creído necesario contrastar la crisis boliviana de hoy con el legado militarista, caudillista, revolucionario y golpista de su historia. Cuando Evo accedió a la presidencia, abrió la esperanza de la unidad profunda de aquel desgarrado país.  Evo es aymara y Bolivia tiene un enorme componente indígena.

Pero en lugar de pasar a la historia materializándola, Evo dividió a Bolivia en patético remedo de lo que ocurre en Venezuela. La disidencia, escarnecida; los medios, acosados; y ahora le tocó a su tradicional base indígena. Cada vez más impopular, su salida abrupta dejaría un peligroso vacío. ¿Quién lo ocuparía? ¿Las fuerzas democráticas? ¿El militarismo y el totalitarismo?.

Es una ruleta rusa; empuñen sus pistolas.

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