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jueves, 11 de agosto de 2011

Peleas clandestinas

Adolfo Pablo Borrazá

Centro Habana, La Habana, 11 de agosto de 2011, (PD) A Yander Martínez se le salen las lágrimas cada vez que se acuerda de su perro “Campeón”. Tenía cuatro años cuando lo mataron en una pelea de perros clandestina hace dos semanas. Junto al can, Yander perdió la suma de 50.000 pesos cubanos que apostó al animal.

Para recuperarse, compró en cien pesos convertibles un cachorro de bull terrier. Según él, tiene que salir igual o mejor que “Campeón”, quien ganó 30 peleas y sólo perdió una, sólo que esta fue fatal.

Las peleas de perros son prohibidas por la ley. Aun más si se hacen apuestas. De todas formas, muchos se arriesgan y apuestan a favor del animal de su simpatía. Otros aficionados de este sangriento “deporte” acuden sencillamente para entretenerse.

Se comenta que Raúl Castro y Guillermo García, dos hombres de la cúpula gobernante, tienen crías de gallos de pelea.

Las peleas de animales, ya sea perro o gallos, son excelente fuentes de ingresos que van en aumento. En ellas, es sabido que las apuestas son fuertes. El ambiente peligroso que las rodea no impide que asistan personas de toda clase y género a probar suerte.

Para los dueños de estos “gladiadores”, jugar es su estilo de vida. Las apuestas van más allá del espectáculo sangriento.

Es común ver a jóvenes como Yander, entrenar perros en cualquier campo deportivo. Ninguno desea estudiar y mucho menos trabajar. Se afanan en buscar las herramientas necesarias para el training de la mascota. Más de uno ha visto triplicada su inversión.

El “deporte” de las peleas acelera la testosterona y provoca adicción. Máxime si se vive una buena vida a costa de ver animales matándose entre sí. Si lo sabrá Yander, que gracias a “Campeón” logró comprarse un apartamento y adornarlo como si fuera un faraón.

Pese a que ha tenido varios problemas con la policía por dichas peleas, el muchacho no desfallece. Experto en canes de buena raza, por estos días, como no tiene uno que pelear, apuesta al que cree que venza. Muy pocas veces se equivoca. En las peleas clandestinas le apodaron “Houdini”, por la magia que tiene en adivinar al vencedor.

Sueña con que el gobierno legalice las peleas de animales. Entonces, según él, se hará millonario. Por el momento se ve obligado a sobornar policías que merodean los lugares llamados popularmente “vallas” para que hagan de la vista gorda.

El hermoso cachorro bull terrier de Yander ya tiene nombre: se llama “Campeón”. Tiene que ser igual o mejor que el difunto. Para el animal la suerte está echada. Su supervivencia depende de cómo se comporte en las peleas clandestinas.

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