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martes, 2 de agosto de 2011

Cuando se enferma el presidente

Jorge Ramos. EL NUEVO HERALD


Primero lo básico: mi deseo es que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se recupere lo antes posible del cáncer que sufre. De verdad. Soy de los que creen que hay que ganarle a Chávez, pero en las urnas, no en el hospital.

La crisis institucional que está viviendo Venezuela fue creada por el mismo Chávez. Desapareció la separación de poderes y ahora controla el ejecutivo, el legislativo y el judicial, además del ejército, el organismo electoral y los principales medios de comunicación. Chávez concentró todos los poderes en él.

Vio su imagen repetida millones de veces en posters y en la televisión, y se creyó indispensable (aunque todo fue pagado o gestado por su propio gobierno). Chávez se tragó su propio cuento de que él era invencible.

En sus discursos, Chávez empezó a referirse a él mismo en tercera persona y la palabra “yo” se repitió innumerables veces en sus kilométricas cadenas a nivel nacional. El se creyó toda Venezuela.

Chávez, como todos los que se creen iluminados, se comparó en ocasiones con Jesucristo y se pensó casi eterno. Y así planeó su gobierno.

El –faltando a su promesa hecha en 1998 de entregar la presidencia en cinco años o antes– cambió la Constitución para atornillarse en el poder y aún habla de quedarse “hasta el 2021”.

Chávez se presentó ante los venezolanos como el salvador del país, una especie de mesías milagroso. Y reemplazó todo el sistema institucional de Venezuela con su imagen de caudillo. El problema es que el cáncer no estaba en sus planes.

Me conmueve ver a Chávez rezando y tomando la comunión. Lo siento sincero y vulnerable. Está asustado, como cualquiera de nosotros lo estaría al enfrentarnos prontamente a la muerte. Por eso una democracia no puede depender de un solo hombre. Ese fue su error.

Y ahora el gobierno chavista se desmorona y pierde dirección con un Chávez convaleciente que va y viene a la Habana. No hay chavismo sin Chávez.

Cuando él se va, no está claro quién gobierna en Caracas. ¿Es el vicepresidente, su hermano Adán o un consejo de ministros? La verdad es que un gobierno basado en los humores y estornudos de un solo hombre no es transferible.

Así que Venezuela espera la muerte o el retorno permanente de su caudillo. Pero espera. Eso pasa en los países donde no hay democracia.

Esto no pasa en otros países verdaderamente democráticos. Cuando se enferma el presidente, todos saben quién lo reemplaza.

Comencé mi carrera periodística a nivel internacional cuando John Hinkley trató de matar al presidente norteamericano Ronald Reagan el 30 de marzo de 1981. Viajé a Washington a cubrir el atentado y ahí todos tenían muy claro que si Reagan moría o quedaba incapacitado, el vicepresidente George H. Bush tomaría su lugar.

En ese caso no había la menor duda sobre el proceso de sucesión presidencial. Pero en Venezuela nadie lo sabe.

Las democracias, cuando funcionan, tienen soluciones para todas las crisis. No dependen de la voluntad o malhumor de un solo individuo.

Me parece loable, por ejemplo, que ahora Chávez se preocupe por todos los presos que sufren de cáncer en las prisiones y que haya propuesto que lleven a cabo su tratamiento en casa. Perfecto. Pero ese tipo de propuestas no puede depender de un hombre debilitado por un doloroso proceso de quimioterapia. Para eso hay legisladores y leyes. No basta un presidente enfermo y sensibilizado por otros pacientes como él.

La tragedia que vive actualmente Venezuela fue creada por el mismo Chávez. Acumuló tanto poder que, cuando no está, deja al país con un terrible vacío de autoridad.

Chávez es el paciente impaciente. Sabe perfectamente que si no se recupera, y pronto, su proyecto de país se perderá en una lucha interna por el poder.

Los líderes autoritarios como Chávez pueden imponer muchas cosas, pero no extender la vida un solo segundo más. Sin embargo, espero ver a un Chávez muy recuperado para las elecciones presidenciales del próximo año. El chavismo puede y debe ser vencido en las urnas, con argumentos y con votos, no por enfermedad.

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