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sábado, 2 de julio de 2011

Cuba, el conflicto racial


Otra oportunidad perdida
Leonardo Calvo Cárdenas. Historiador y politólogo
(Tomado de Posracialidad. CIR)

I
El gobierno cubano demuestra cotidianamente su incapacidad para enfrentar el enorme reto que representa la problemática racial y las inquietudes crecientes que esta provoca dentro y fuera de nuestras fronteras.

Ahora mismo las autoridades de la Isla se encuentran muy a la saga y divorciadas de los ambientes y las dinámicas globales que promueven iniciativas de todo tipo, encaminadas a hacer justicia histórica con la herencia y el legado de los africanos y sus descendientes y sobre todo hacer valer los derechos y espacios para todos sin distinción.

El Año Internacional de los Afrodescendientes establecido por la ONU con la efervescencia intelectual, política, cívica y cultural que ha generado alrededor del mundo, las claras recomendaciones hechas al gobierno cubano por el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) en la perspectiva de establecer espacios e instituciones independientes para la ventilación del delicado tema, además las iniciativas y acciones de los movimientos independientes que de manera pacífica buscan la verdad histórica y la más plena integración, podrían constituir el marco idóneo para que las autoridades cubanas demuestren la voluntad y sensibilidad de enfrentar con aires nuevos un problema tan antiguo como nuestra propia historia.

A pesar de que los máximos líderes han reconocido en varias ocasiones la persistencia y gravedad del problema racial, el silencio institucional, la ambigua manipulación argumental y la represión más descarnada continúan siendo las respuestas oficiales a las realidades e inquietudes que provoca el tema.

El domingo 8 de mayo, Día de las Madres, un gigantesco operativo de la policía política, pródigo en agentes  y medios sembró el terror entre vecinos y transeúntes de la barriada habanera de El Vedado solo para impedir que una decena de activistas antirracistas colocaran una ofrenda floral en el monumento que rinde homenaje a Mariana Grajales, valerosa patriota mestiza que impulsó a sus hijos a convertirse en héroes de nuestras guerras de independencia. Debo confesar que a pesar de la represión y las detenciones de esa mañana resultó más fácil colocar la ofrenda en su pedestal de destino que  convencer a cualquier interlocutor de la veracidad del insólito suceso.

Pocas horas después de este hecho el Dr. Esteban Morales publicó en su Blog personal (http//estebanmoralesdominguez.blogspot.com), un texto que bajo el título “Frente a los retos del color  como parte  del  debate  por  el socialismo” reitera algunas claves arguméntales esgrimidas por el poder para enfrentar el reto de los traumas e inquietudes que generan la problemática racial en Cuba.

El Dr. Morales, un especialista en economía y relaciones Cuba-Estados Unidos de larga trayectoria académica, en los últimos años se ha erigido en una especie de vocero oficial sobre la cuestión racial y nos sorprende desde el título mismo de su entrega.

No es el color de nada ni de nadie lo que plantea un reto para el presente y futuro de nuestras relaciones humanas, si no las actitudes y comportamientos de los actores sociales frente a las desigualdades y carencias culturales que atrofian nuestra convivencia en cualquier circunstancia política o económica.

Por otra parte el socialismo no está en debate en Cuba, porque no se puede debatir sobre lo que no existe. Fenómenos como la invariable defenestración de todos los delfines del poder, muchas veces por intentar reproducir el modo de vida de sus progenitores políticos,  el reconocimiento por parte del general presidente de que no cuentan con relevo para asumir los papeles dirigentes, la estampida migratoria de tantos privilegiados y confiables, lo que incluye a una parte considerable de la descendencia de los personajes históricos de la revolución o la corrupción galopante de los docentes que deben adoctrinar a las nuevas generaciones, demuestran que aquel socialismo y aquella utopía solo sobreviven en la retórica útil del continuismo hegemonista.

El texto comienza reproduciendo dos reiteraciones arguméntales que resulta necesario aclarar: En primer lugar que la revolución había desarrollado una política humanista y de lucha por la igualdad social. Considero que la estatización de los servicios sociales no es muestra de humanismo e igualdad. Solo cuando el hombre, su dignidad, integridad sin condicionamientos y sus derechos son plenamente respetados y protegidos podemos hablar de humanismo.

El humanismo y la igualdad son palabras vacías cuando un negro, un oriental o un homosexual pueden ser excluidos o victimizados por su raza, origen o preferencia, cuando hay que agradecer por obligación  incluso lo que no se tiene.

Por otra parte nos repite el Dr. Morales que durante la crisis de los años noventa se hizo evidente el retraso y las desventajas que padecían amplios sectores de la población negra para enfrentar las nuevas condiciones. Lo que siempre se olvidan de reconocer los voceros del poder es que los negros llegamos al convulso final del siglo en peores condiciones porque nunca se pusieron en práctica los mecanismos socioeconómicos destinados a paliar esas desventajas que arrastramos a lo largo de nuestra historia.

El autor cae en una lamentable contradicción cuando enumera muchos de los traumas y carencias que sufrimos negros y mestizos y que nos colocan en peor condición cada vez que se actualiza el modelo socioeconómico a favor del sostenimiento del poder, a la vez que habla de logros alcanzados por los afrodescendientes beneficiados por la revolución.

Quisiera que algún día los defensores del sistema se dignen a enumerar los logros que tanto mencionan y nunca describen y de paso demuestren el valor intelectual y político de reconocer los alcances y espacios alcanzados, en los siglos XIX y XX, por los afordescendientes cubanos con mucho esfuerzo y sacrificio en condiciones adversas  e incluso hostiles.

Si hoy queda mucho por hacer para lograr la siempre soñada igualdad y equilibrio social, si ser negro continua siendo un obstáculo para insertarse y avanzar y además todos los cubanos crecen ignorando lo que lograron los afrodescendientes en el terreno intelectual, cívico, cultural, artístico, político, sindical o deportivo  antes de 1959, ¿sobre qué fundamentos de orgullo y autoestima se asentará el crecimiento y la evolución de este importante sector social que sigue luchando por dejar de ser el marginado de siempre?

II
El Dr. Esteban Morales en su texto titulado “Frente a los retos del color como parte de la lucha por el socialismo”, aparecido el 9 de mayo en su blog personal (http//estebanmoralesdominguez.blogspot.com), para reafirmar algunas posiciones oficialistas respecto a la cuestión racial y el debate que sobre este tema gana actualidad nacional y global, comete un grave desliz metodológico.

En primer lugar se refiere a las posiciones y proyecciones de unos actores que se desenvuelven en el ámbito nacional, a los cuales califica pero no se atreve a mencionar por sus nombres. En las notas del trabajo hace referencias a documentos del CIR sin aclarar previamente que se refiere al Comité Ciudadano por la Integración Racial, una plataforma cívica que en sus tres años de existencia (7 de agosto de 2008) ha desarrollado varias iniciativas y acciones en los ámbitos social, intelectual, académico y cultural, establecido sólidas relaciones con movimientos antirracistas foráneos y de paso enfrentado los embates represivos de las autoridades de La Habana.

El Dr. Morales habla de disidentes y de documentos, además de reproducir el comodín argumental que conecta a los opositores con las posiciones y los intereses provenientes de los Estados Unidos, acomodaticio recurso que trata de deslegitimar de origen a cualquier opinión diferente de la oficial.

Una vez más el Dr. Morales lanzó su acostumbrada andanada de descalificaciones contra el destacadísimo intelectual y luchador antirracista cubano Carlos Moore, cuyo altura y prestigio personal e intelectual en tres continentes resulta una incómoda noticia para los afanes hegemonistas del gobierno cubano que, incapaz de hacer la impugnación intelectual o académica de la obra colosal del maestro Moore, se conforma con regodearse en la injuria y la calumnia, lo cual por cierto hace un claro retrato ético del régimen y sus voceros y vuelve a demostrar la debilidad  de sus posiciones político-ideológicas.

Al caracterizar los alineamientos actuales respecto a la problemática racial el autor asegura que “Una posición considera que los problemas raciales en Cuba, son  responsabilidad del gobierno cubano, supuestamente,  debido a la ausencia  de una política de derechos humanos, democracia y libertades civiles para los negros. Para esta línea  de pensamiento, los líderes de la revolución son racistas, particularmente Fidel Castro, que según estos, no ha atendido el problema racial con vistas a solucionarlo”.

A todas luces por alguna razón el Dr. Morales no se atreve a reconocer que los luchadores antirracistas cubanos tienen un discurso propio, muy claramente expuesto en esos documentos que menciona de soslayo y que les sobra seriedad intelectual como para considerar la cuestión racial un problema tan antiguo como nuestra propia historia.

Los actuales gobernantes son parte de esa elite antinacional y excluyente que ha hegemonizado la política cubana por varios siglos. El discurso patriotero y populista no puede esconder el racismo arterial que les corroe ni la responsabilidad que, después de medio siglo de poder absoluto e incontestable, les asiste por las carencias y traumas que el mismo Dr. Morales reconoce.

La otra mala noticia para las autoridades de la Habana es que el movimiento continental que lucha por el rescate y revalorización de la herencia y el lugar de los afrodescendientes en la sociedad se fundamenta en los valores y derechos humanos universalmente reconocidos. Esa perspectiva y la persistente intolerancia del alto liderazgo cubano vuelven a demostrar que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.

Pero el Dr.Morales llega al paroxismo de su divorcio con la realidad cuando afirma que “Ambas posiciones despliegan sus acciones, dentro de un marco de tolerancia política, por parte del gobierno cubano, por lo que la confrontación, no tiene un carácter violento, sino pacifico y  ni siquiera, aun, el de un  enfrentamiento  personal directo“.

Con esta afirmación el reconocido académico hace un flaco favor a su imagen de hombre e intelectual serio puesto que el mismo ha sido testigo de las acciones represivas de la policía política para cerrar el paso a los luchadores antirracistas cubanos en su afán de participar en los espacios de intercambio intelectual fiscalizado que muy de cuando en cuando generan instituciones académicas y culturales sobre el tema racial.

El Dr. Morales hace un inventario de los retrasos y las desventajas que todavía arrastramos los afrodescendientes cubanos, sin que todavía nuestros traumas e inquietudes encuentren espacio en los ambientes académicos, los planes de enseñanza  o un debate social que, por cierto, no existe ni para este ni para otro de los muchos problemas que agobian a la sociedad cubana. Al mismo tiempo asegura que con la revolución los negros han avanzado más que en cualquier otra época e incluso en cualquier otro lugar del hemisferio.

Desde que llegamos a este hemisferio los africanos y sus descendientes hemos sufrido todo género de injusticias y exclusiones, sin embargo lo que no parece poder discernir el Dr. Morales es que la difrerencia de la actualidad cubana con la Cuba precastrista y la vigente realidad continental radica precisamente en que los espacios cívicos y las posibilidades de asociación y expresión que constituyen los fundamentos esenciales de la evolución posible siguen siendo para nosotros una utopía aún inalcanzable.

El profesor Morales debe reconocer que los enormes retos y el largo camino a recorrer para avanzar en el delicado asunto de las relaciones interraciales en Cuba, no deben enfrentarse a partir de criterios confrontacionales, ni esquemáticos alineamientos políticos.

Solo cuando en condiciones de igualdad plena y respeto, sin ambages, a los derechos y la dignidad de todos, podremos dar el primer paso para construir la Cuba de la justicia y la integración que tanto hemos soñado.

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