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martes, 5 de julio de 2011

Apología del Granma a Chávez, ¿de lo sublime o de lo ridículo?

Mario J. Viera. 


Si, se ha dicho mucho que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso; y ese paso lo acaba de franquear la cronista del oficialismo Anneris Ivette Leiva al pergeñar para el GRANMA una “sublime” apología al presidente de Venezuela Hugo Chávez.
La pobre redactora, que a lo mejor escribe sus crónicas bajo el estrés de saber que está mintiendo, comparó, nada más y nada menos al huésped del Palacio de Miraflores, con la figura inmortal del Libertador, “Bolívar de estos tiempos” que corona los “llanos y cúspides andinas, con el ánimo vencedor de una nueva batalla de Carabobo”, así le denominó.
Ofensiva hacia la oposición venezolana a la que califica alejada “ya de toda condición humana” y rechazada “por una fuerza tan múltiple y centelleante como la población del firmamento, y que no se expresa en términos numéricos, sino en calidad de afectos, en ‘razones amorosas’”. Hermoso el tropo de la “fuerza tan múltiple y centelleante como la población del universo” para referirse a las masas chavistas que le dieron la bienvenida a su líder, lástima que de tan hermoso se convierte, en la alabanza de un político deshonesto, es una ridícula adulonería.
Hay que saborear el bello párrafo que nos dedicó a los pobres mortales que no alcanzan a descubrir la sublimidad del momento que intenta describir:
La noche en que (Chávez) partió de Cuba estuvo más candente la temperatura, pues se sumaron al abrazo febril del verano el calor de tantas voluntades vibrando por su recuperación, y la compañía gratificante de Raúl al pie de la escalerilla —quien aun después veló con calma paternal el momento del despegue.
Otra hermosa metáfora esa del “abrazo febril del verano” y “el calor de tantas voluntades”. ¿Qué decir de ese adjetivo “gratificante” que califica la compañía de Raúl Castro, velando “con calma paternal el momento del despegue” al pie de la escalerilla del avión en que partiría su postizo hijo. Imaginemos la escena: Raúl Castro, con el rostro dulcificado, casi a punto de romper en llantos, velando cómo el pobrecito de Chávez tambalea en la escalerilla mientras asciende hasta la nave, y atento a que el “Bolívar” del siglo XXI no vaya a rodar dándose una caída tanto estrepitosa como bochornosa.
Pero, ¡atención! No es posible entender el nuevo tropo que emplea a continuación: “Entonces, tal y como quedara en el mensaje del Comandante bolivariano a su pueblo y al mundo (...) volvió el tiempo con su vientre de esperanzas a despejarse como protagonista histórico...” ¿Qué es eso de “el tiempo con su vientre de esperanzas” que volvió “a despejarse”? ¿Una barriga de esperanzas que se despeja? ¿De quién es el vientre de esperanzas? ¿Del “Comandante bolivariano”? ¿Acaso del tiempo? Bien osada que es la metáfora empleada del vientre de esperanzas que se despeja... ¡Ay, de mí que soy tan prosaico! Se me antoja un vientre con cólicos que se despeja liberando gases por el conducto anal. Sí, quizá esa sea la idea que quiso expresar la cronista sobre un Chávez operado del colon y con un catéter implantado en su trasero.
Las cláusulas siguientes no tienen desperdicio. Tanto quiere resaltar la grandeza de Chávez que concluye retratándolo tal y como es. Veamos lo que dice: “...ahí estuvo nuevamente el Bolívar de talla multiplicada, a la altura retadora de su deber mayor; el hijo pródigo de una Patria Grande que se extiende desde donde la simiente Maya alimenta el polvo, hasta las Tierras del Fuego”. Estoy plenamente de acuerdo con Anneris cuando denomina a Hugo Chávez como el hijo pródigo de la Patria Grande.
El “Hijo pródigo” es el personaje de una parábola cristiana que describe al hijo ingrato de un buen padre que le exige le entregue su parte que le corresponde de su herencia y se va a “disfrutar de la vida” y a gastar a manos llenas en aventuras y locuras el patrimonio familiar. Es conveniente que los cronistas que componen apologías consulten un buen diccionario antes de atribuirle a sus elogiados epítetos que puedan ser contraproducentes.
Si la cronista hubiera ido al Diccionario de la Real Academia encontraría que este define el adjetivo “pródigo” de esta manera: “Dicho de una persona: Que desperdicia y consume su hacienda en gastos inútiles, sin medida ni razón”. Por eso digo que coincido con la periodista del GRANMA, Chávez es el hijo pródigo de Venezuela, que ha malgastado las riquezas del país manteniendo gobiernos parásitos, como el de Cuba, comprando conciencias, sumiendo a su país en el desabastecimiento y en una elevada tasa de inflación, la más alta de la América Latina.
Por supuesto, creo sinceramente que Anneris Ivette Leiva obtuvo malas notas en la asignatura de geografía durante sus años de escolar. Es tal su desconocimiento de la geografía que probablemente México se sienta ofendido por la  exclusión de la mayor parte de su territorio, que hizo la autora, de la Patria Grande, pues para Anneris la Patria Grande se extiende desde el istmo de Tehuantepec hasta las Tierras del Fuego.
“...una Patria Grande que se extiende desde donde la simiente Maya alimenta el polvo, hasta las Tierras del Fuego”. La simiente maya se extendía por todo el territorio que se extiende debajo del istmo de Tehuantepec que comprende solo cinco estados mexicanos, Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán y los estados actuales de Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador en América Central.
Despida con toda su femenil sensibilidad al pretotalitario Hugo Chávez, déjele ir con el “arrullo su canto madrugador” como ha comparado su desafinado canto del vals La bella noche de Maiquetía; pero, por favor, respétese a Ud misma, no trate de redactar tan sublimemente para no caer en un ridículo literario.

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