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miércoles, 8 de junio de 2011

Las elecciones del Perú

Un comentario de Nicolás Pérez sobre los resultados de las elecciones del Perú y la participación del escritor Mario Vargas Llosas en el triunfo del nacionalista Ollanta Humala. Nicolás Pérez avanza serias críticas hacia el premio nobel de literatura.

Mario Vargas Llosa-Ollanta Humala. (Foto: Lima W)

Ollanta Humala acaba de triunfar en las elecciones de su país, una mala noticia. Los enemigos de Alberto Fujimori apostaron y ganaron con cuatro argumentos. El primero, que con las fuertes instituciones democráticas que tiene Perú le va a ser difícil a Humala hacer lo que le dé la gana. Segundo, con gran pericia táctica y buena suerte han sobredimensionado los vínculos de Gana Perú con Luiz Inácio Lula da Silva, cuyos consejeros jugaron un papel crucial en estas elecciones. Tercero, adujeron que con la situación económica peruana, todos saben que el modelo económico liberal de Alan García incrementó el Producto Interno Bruto del 4 al 9.4% entre los años 2003-2008 y las exportaciones han logrado un alza sorprendente de un 29.8%, sería un suicidio que Humala marche hacia el modelo del Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, que sufre actualmente una inflación del 27.4%

Pero tengo mis serias dudas. A causa de un populismo absurdo cuya raíz hay que buscarla en el resentimiento latinoamericano hacia Estados Unidos, del cual no es ajeno Perú, se ha demostrado que el más descabellado de los modelos, con una pequeña base de respaldo político, como está sucediendo en Venezuela y Nicaragua, y que Humala no tiene en Lima, pero sí tiene en el interior del país, podría gobernar sin mayores sustos dividiendo a la oposición.

La cabra siempre tira al monte, utilizar la fuerza es un problema genético. Fidel Castro fue catapultado al escenario nacional por el asalto al cuartel Moncada, si venimos a ver un golpe de Estado fracasado como los de Hugo Chávez y Ollanta Humala. Luego Fidel se alzó en la Sierra, lo cual no pudieron hacer el venezolano y el peruano porque tenían circunstancias históricas diferentes. Entonces, estos últimos cambiaron el voto por la bala y comenzaron a utilizar la envidia y el resentimiento para llegar al poder. Los cubanos sabemos un mundo del ejercicio de estas miserias.

Estas elecciones peruanas y sobre todo, la reacción de Mario Vargas Llosa, me han puesto a pensar. ¿Qué sucedería si yo tuviera que escoger entre los herederos políticos de Fulgencio Batista y los de Fidel Castro? No es una posibilidad absurda, no es una fantasía, 50 años después uno de los cubanos de mayor poder en este exilio, Lincoln Díaz Balart, ha hablado de la posibilidad de resucitar la Rosa Blanca, una organización que en 1959 trató de ser la continuidad del régimen de Batista. El sargento taquígrafo no ha muerto para la historia de Cuba, sectores pequeños pero con influencia en este exilio tienen esa procedencia. Y entre los castristas está Antonio, el hijo favorito de Fidel, y los hijos de Raúl, Alejandro y Mariela.

Ante esta disyuntiva jamás diría como Vargas Llosa que sería escoger entre el sida y el cáncer. El régimen de Batista fue una dictadura en sus últimos dos años, el régimen castrista ha sido una continua tiranía durante medio siglo. No me simpatiza Lincoln, tiene una agresividad contenida que no es saludable en política, pero está formado en una democracia y estoy seguro de que respetaría la libertad, mientras que los cachorros castristas no me ofrecen, como no me ofrece Humala hoy, la menor confianza.

Quizás sea una falta de respeto que un cubano que no ha logrado librarse de una tiranía de 50 años, y que se ha equivocado tantas veces, critique a un premio Nobel que seguramente conoce al dedillo la realidad de su país. Pero sus declaraciones, entre ellas la última, que el triunfo de Humala es una victoria de la democracia, son un disparate.

No es la primera vez que el escritor peruano se equivoca radicalmente. Apoyó en sus inicios a la revolución cubana sin una gota de pudor. Viajó en 1965 a La Habana, donde formó parte del jurado de los premios Casa de las Américas y del Consejo de Redacción de la revista Casa de las Américas, hasta que el caso de Heberto Padilla en 1971 lo distanció del castrismo, no porque la sangre del paredón de fusilamiento nos ahogaba y miles de presos políticos sufrían la más brutal de las cárceles políticas de la historia de Latinoamérica, sino porque habían cometido una canallada con un intelectual. ¿Acaso la brutalidad contra un intelectual es más importante que la brutalidad contra un pueblo?

¿Rectificó Mario Vargas Llosa sus errores de los años 70? No lo sé, pero la actitud del hombre más célebre del Perú en estas cruciales elecciones, para mí, tienen un tufillo de resentimiento y soberbia.

Es una lástima que hombres tan grandes y lúcidos, en ocasiones, tengan actitudes tan pequeñas y necias.

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