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miércoles, 6 de abril de 2011

El drama de Yamiléisis Cabrera: un desalojo en Placetas.

Mario J. Viera. 



Un sentimiento de impotente indignación se experimenta al ver el video enviado desde Cuba y mostrado en el programa A Mano Limpia del canal 41 de Miami. Siente uno en sus propias carnes el dolor de una cubana humilde que ve sus pobres pertenencias destruidas, arrojadas en medio del campo y su casucha demolida por la furia policial.
Se nos aprieta en el pecho un nudo angustioso ante el atropello. No cabe razón alguna que pueda justificar el barbárico hecho. ¡Ah, es que el gobierno de Raúl Castro quiere reproducir una de las escenas que mostraban sus medios sobre montados desalojos campesino a golpes de culata de la guardia rural! ¡Hipócritas! ¿No dicen que bajo el maligno sistema que han impuesto ningún cubano quedaría desamparado?
Desamparada ha quedado esta humilde mujer después que la burocracia oficialista declarara ilegal la casucha donde encontraba pobre techo Yamiléisis Cabrera y su pequeño hijo. ¿Es ese el paraíso del proletariado?
El gobierno ha sido incapaz de resolver el angustiante problema de la vivienda. Nada hace a favor, no de los sin tierra, sino de los sin techos. Hablan los zombis de las miserables vidas que viven los desposeídos en América Latina y en Africa y nada hacen para aliviar las existencias de sus propios ciudadanos.
Todo ser humano posee el derecho de contar con un hogar, con un techo seguro, con una vivienda aunque sea humilde y construida con adobes. Si el gobierno no posee la capacidad de satisfacer esa necesidad a la que se vio obligada luego de suprimir la iniciativa privada en las construcciones, al menos debiera permitir que los desamparados se construyan de cualquier manera las cuatro humildes paredes de una rústica vivienda.
Gerardo Machado fue menos cínico que los zombis del Consejo de Estado cuando permitió la construcción del Barrio de la Caridad de las Yaguas al pie de la Colina del Burro. Peros los jerarcas del Comité Central no pueden permitir que en Cuba se levanten villas miserias a pesar de que han hecho de Cuba una colosal villa miseria. Les avergüenza que algún despistado turista se tope de buenas a primeras con un barrio de casas hechas con madera, cartón y latas; ¡eso no es posible en la Cuba socialista! Y como no es posible para su vanidad de acomodados pues, ¡A derribar todas las casuchas “ilegales” y al diablo con los miserables que se atrevieron a alzarlas!
“¡Desalojo!”, denunció Yamiléisis; “¡Desalojo!” gritaron los vecinos y hasta los niños que conocían directamente el drama de un desahucio, algo que el gobierno de Grau había prohibido en la primera mitad del siglo XX.
Ascuas se acumulan sobre sus cabezas. El pueblo va despertando amargamente. Se aprietan crispados por la indignación los puños fuertes de los humildes, se respira desesperación en las ciudadelas citadinas, se palpa el angustioso palpitar de los corazones que comienzan a rechazar la pasividad ante la justicia. Para zares no es nuestra sangre, había clamado José Martí. Lo zares se destronan con el grito furioso, con la rebeldía de los pueblos, la causa de la libertad grita desde los más oscuros rincones, ya verá algún día la luz, entonces ¡Tiemblen los tiranos!

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