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viernes, 18 de marzo de 2011

Una advertencia para los autoritarios del patio.

Mario J. Viera. 




Parecía que no se llegaría a un acuerdo en el Consejo de Seguridad con respecto al establecimiento de la zona de exclusión aérea sobre Libia. Rusia y China se mostraban reacios a conceder su voto favorable; Alemania asumía una posición vacilante expresando dudas sobre la conveniencia de aprobar la propuesta impulsada por Francia e Inglaterra, apoyada por la Liga Arabe y solicitada por el Consejo Nacional de Transición que lidera la rebelión popular contra el régimen de Muamar el Gadafi.
Gadafi desde su refugio en Trípoli fanfarroneó amenazando con crear un infierno en el Mediterráneo si la resolución fuera finalmente aprobada. Mientras tanto lanzaba todo su poder militar sobre las ciudades ocupadas por la insurgencia vociferando que acabaría con los rebeldes casa por casa y sin piedad.
Desde lejos los gobernantes autoritarios, los dictadores, los que reprimen las ideas contrarias con actos violentos, los que marginalizan a sus oponentes, los que les encierran en sucias prisiones, no perdían un detalle de la controversia surgida en torno a las sanciones al sangriento régimen de Gadafi. Pensaban con esperanza que el Consejo de Seguridad dividido en puntos de vistas contradictorios no llegaría a un acuerdo. Sabían que ninguna de las potencias actuaría al margen de los postulados de la ONU. Abrigaron una esperanza para el futuro, la esperanza de poder reprimir a sus pueblos impunemente, ante un movimiento popular que les exigiera el cambio.
Pero se equivocaron. La violencia feroz conque respondió Muamar el Gadafi a las protestas populares venció la resistencia de los gobiernos que se oponían a una intervención militar en defensa de la seguridad y la vida de los civiles. Ya nadie podía seguir oponiéndose a las medidas de sanciones contra la tiranía libia incluidas las acciones de fuerza que fueran necesarias para impedir el etnocidio.
Rusia y China, con derecho de veto, renunciaron a ejercer su privilegio y se abstuvieron, como lo hicieron la India, Brasil e, incluso Alemania. Diez miembros del Consejo de Seguridad dieron su voto positivo.
Bajó entonces Gadafi el tono de sus amenazas. Se anunció el alto al fuego, buscando ganar tiempo y salvar su pellejo. Esperaba por la reacción de la comunidad internacional. Y fue claro el mensaje. Francia se alistaba para entrar en acción, Gran Bretaña comenzaba a moverse hacia la zona de conflictos; Estados Unidos movió sus portaaviones como hizo España con el “Príncipe de Asturias”; Italia ofreció sus bases en Sicilia, Canadá se dispuso a enviar seis aviones de combate… No se desembarcarían tropas en Libia, no se crearía un nuevo protectorado, no habría combate cuerpo a cuerpo entre las fuerzas de la coalición y las tropas regulares y mercenarias de Libia; pero se actuaría con firmeza contra las tropas gadafistas si incumplían el alto al fuego y el cese de los bombardeos indiscriminados sobre poblaciones ocupadas por los oponentes.
Los gobernantes autoritarios que han aparecido en América Latina, desde el Caribe hasta los Andes deben estar tomando nota de la advertencia que ha dado el mundo. No se permitirá un nuevo Kosovo. Los pueblos tienen derecho a rebelarse contra la opresión, tienen derecho a protestar, tienen derecho a destituir al gobierno que les oprime.
Los Castro, Chávez, Correa, Morales y Ortega deben extraer la enseñanza que se desprende de esta movilización de la comunidad internacional en favor de un pueblo masacrado.

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