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sábado, 12 de marzo de 2011

A la salida de la escuela

Adolfo Pablo Borrazá

Primavera Digital


Centro Habana, La Habana, 10 de marzo de 2011, (PD) Pasaba por allí y los vi. Frente a la parada del ómnibus, dos estudiantes de la escuela secundaria básica “Bartolomé Masó”, en Centro Habana, se aporreaban. Los demás alumnos los incitaban para que se golpearan más duro. Eran las 4 y 30 pm. La calle estaba repleta de hombres y mujeres que salían de sus trabajos. Pero nadie intentó apartar a los muchachos. Hasta que uno de ellos sacó un cuchillo y el otro echó a correr. Los demás también corrieron. O siguieron su camino, como si nada hubiera pasado.

Recientemente, cerca de allí (Centro Habana es un municipio especialmente violento) a un joven que salía de “un bonche” (una fiesta) le arrancaron de un machetazo la mano izquierda. El agresor había tenido una riña con él en la fiesta.



En días recientes, en una cola para comprar papas en un agro-mercado de la barriada de Cayo Hueso, también en Centro Habana, dos jóvenes zarandearon y empujaron a una mujer de mediana edad que trataba de colarse. Uno de ellos sacó un cuchillo y dijo que era por si alguno quería sacar la cara por la vieja.

Se han hecho normales las peleas callejeras, principalmente entre jóvenes y adolescentes. Pero a diferencia de los años 70 y 80, en que proliferaba la guapería en casi todos los barrios de la capital, ya no abundan las peleas a mano limpia, “las peleas de a caballeros”, como decían entonces “los ambientosos”. Ahora, es difícil que en las peleas alguien no saque algún tipo de arma.

En Cuba no abundan las armas de fuego, pero sí proliferan cuchillos, navajas, machetes y punzones, especialmente entre los jóvenes. Muchos adolescentes se las ingenian para llevar a la escuela en sus mochilas, junto con sus libretas y libros, bisturís, cuchillas, tenedores o cualquier cosa que pueda cortar o pinchar… “Por si hay líos”.

Mientras sus padres tratan desesperadamente de buscar los medios de sobrevivir en un país atestado de carencias y dificultades, los más jóvenes, irritables y sin esperanzas, intentan al menos ser respetados, temidos e imponer su voluntad. Empiezan desde la escuela. Saben que sí hay líos, “esto es problema”, como dice un reguetón. Se resolverá con los puños o con lo que venga a mano cuando termine el último turno de clases, a la hora de salida.

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