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jueves, 3 de marzo de 2011

El espía que vino de Isla de Pinos

Iván García, marzo 3.
Tomado de Gaceta de Cuba

Lo malo de las películas de espionajes de Hollywood es que casi siempre nos vende un arquetipo inalterable de los topos: altos, perspicaces, diestros en el manejo de las armas y los puños y con una energía física a prueba de bombas atómicas.

No es el caso del recién develado Carlos Serpa Maceira, alias agente Emilio, un mulato recortado, no muy avispado y mirada nerviosa. Llegó a La Habana procedente de Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud. No tiene pinta de ser cinta negra en kárate o pegar un tiro a 120 metros entre ceja y ceja con una Makarov rusa a un tipo malo.

El día que lo conocí, estaba morado debido a varios trompones, que según Maceira, le pegaron a placer las nada cariñosas fuerzas de respuesta rápida en una céntrica avenida habanera, intentando cubrir periodísticamente una marcha de las Damas de Blanco, de las cuales decía ser su portavoz.

Acompañaba a un periodista español que realizaba un cortometraje sobre la poesía de Raúl Rivero, y le pareció  una buena idea llegarnos a casa de Laura Pollán, una de las más conocidas mujeres que gladiolos en mano reclaman la libertad de sus familiares.

El corresponsal ibérico deseaba que cada una de las presentes leyeran una estrofa de poemas previamente escogidos de Rivero. Estaba también Maceira, quien rápidamente activó las pilas y comenzó a desempeñar su papel de ‘periodista de barricada’.

Con lujo de detalles me describió el enfrentamiento con las turbas gubernamentales, insistía que viera las fotos que realizó. Varias veces, hizo hincapié que periodistas de la televisión nacional lo habían insultado. Me dijo sus nombres.

Realmente me interesaba más las impresiones de las damas, aunque para calmar al hiperkiquinético Maceira, le prometí que escribiría una crónica sobre los periodistas de corta y clava, como él aparentaba ser, de mala pluma, pero sobrados de valor para salir a la calle, a reportar una noticia, con golpes y palos volando de un lado a otro.

Redacté una nota que titulé Periodismo de barricada (http://www.desdelahabana.net/)[i].  Fue publicada en marzo de 2010 y en ella menciono a Maceira. Luego, el hombrecillo, frenético, locuaz y compulsivo, atiborraba el correo electrónico con un chorro de mensajes innecesarios.

Una tarde, desde Suiza, mi madre por teléfono me preguntó: “Quién es el Serpa ese que escribe con tantas faltas de ortografía”. Le respondí: “Es un tipo que le falta algún que otro tornillo, pero sale a la calle a buscar noticias”.

Carlos Serpa Maceira era uno de esos comunicadores, como otros existentes en la isla, que mezclaba la profesión con el activismo político. Sus notas eran toscas y sin pulir, pero daban una visión de los sucesos -ahora infiero que quizás los inventaba o se lo redactaban los tipos duros de la seguridad.

Dentro del periodismo independiente, a pocos tomó por sorpresa la noticia de que el mestizo de origen oriental era un espía. Ya en abril de 2003 salieron a la luz varios ‘chivatientes’ disfrazados de corresponsales. Por cierto, siempre suelen ser los más enérgicos y sensacionalistas. Quizás para reforzar sus leyendas de espías. Siempre andan acompañados de cámaras fotográficas: a todos los chivatos criollos les encanta retratar y ser retratados. La publicidad y autopromoción forma parte del juego.

Lo que inquieta dentro de la disidencia es si este nuevo culebrón político podría ser el inicio de una escalada represiva en contra de la oposición y el periodismo independiente. O sólo se trata de meter miedo en el cuerpo a los opositores.

Por lo demás, nadie va a perder el sueño. Todos los que de una manera u otra decidimos disentir públicamente sabemos los riesgos que corremos. Conocemos que estamos rodeados de confidentes y vigilantes.

Lo que me intriga es si Serpa Maceira siempre fue un espía frío y duro preparado en alguna escuela secreta del Ministerio del lnterior, o durante su labor como periodista fue chantajeado por los servicios especiales.

Si era un topo profesional su biotipo y agudeza deja mucho que desear. Pienso que fue captado mientras ejercía de combativo “periodista de barricada”. Dijo el viejo Lenin que detrás de un extremista se suele esconder un oportunista. O un cobarde.


[i] Periodismo de barricada

Serpa (a la derecha) junto a Orlando Zapata Tamayo


Carlos Serpa Maceira, 43 años, periodista independiente nacido en la otrora Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, es uno de los principales comunicadores de las actividades de las Damas de Blanco. No son pocas la veces que sale a tirar fotos o escribir una nota y termina arrastrado por el suelo por una turba, que a ratos abusa de la violencia física.

Serpa Maceira, mulato aindiado, de ojos negros y mediana estatura, es un convencido del periodismo desde la trinchera. Algunos periodistas libres en Cuba, se han especializado en denunciar todo tipo de atropellos.

Gracias a Caridad Caballero Batista, reportera independiente de Holguín, desde sus inicios Serpa Maceira supo y denunció, las brutales golpizas y malos tratos a Orlando Tamayo Zapata, a quien había conocido en La Habana en marzo de 2003, durante el ayuno convocado por la libertad de Oscar Elías Biscet y otros presos políticos.

Otro reportero independiente, Roberto de Jesús Guerra, joven mestizo, de constitución corpulenta, fue el primer periodista que informó el fallecimiento de 26 pacientes en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, más conocido como Mazorra.

Casi todos estos comunicadores suelen divulgar las noticias por Radio Martí, emisora del gobierno de Estados Unidos surgida en 1984. También escriben en diferentes páginas web, como Cubanet, Misceláneas de Cuba y Primavera de Cuba, un periódico digital  enteramente hecho en la isla, o en blogs propios.

El periodismo independiente surgió en Cuba a finales de los años 80. En un principio, estuvo conformado por reporteros salidos de medios oficiales, como Indamiro Restano, Rafael Solano o Rolando Cartaya. Luego, en los 90, entre otros se sumaron Raúl Rivero, Tania Quintero, José Rivero, Tania Díaz Castro, Iria González Rodiles y Ana Luisa López Baeza, quienes habían laborado en la prensa gubernamental.

No se puede ningunear el trabajo del periodismo libre.

Hay informadores de estilo rústico a la hora de redactar. Otros se encasillan en noticias sin demasiada importancia. Pero fueron, han sido y seguirán siendo, los que escriben de esa otra Cuba que el gobierno pretende ignorar.

Son cerca de un centenar de mujeres y hombres, de diversas edades y de todas las provincias. Sin recursos la mayoría. Varios han tomado el camino del exilio. Veintisiete de estos periodistas cumplen largas condenas en prisión por informar.

Desde sus prismas particulares y sus respectivas localidades, ellos hacen saber al mundo sucesos que no trascienden en “el país más democrático del planeta”.

Tienen limitaciones. Desconocen las técnicas periodísticas. Aprenden sobre la marcha. Redactando informaciones, crónicas y artículos, grabando entrevistas, tirando fotos. Al decir de José Martí, al referirse a los toscos poetas de la manigua, riman mal, pero piensan bien.

Otros, como Luis Cino, Jorge Olivera, Oscar Espinosa Chepe o Laritza Diversent, se pueden codear con cualquier profesional de la información.

Muchas veces escriben para un grupo reducido de lectores. Incluso para sí mismos.

Los corresponsales de grandes medios acreditados en Cuba los pueden superar en calidad y alcance. Pero no en inmediatez. Tampoco en cobertura a un sinnúmero de acontecimientos que la prensa extranjera en la isla pasa por alto.

Unos arriesgan el pellejo, como Carlos Serpa Maceira, reportero de barricada donde los haya. Otros, como Roberto de Jesús Guerra, con paciencia de orfebre tejen una red de personas que les informan lo que sucede en algún hospital o fábrica importante del país.

Ejercen el periodismo como un sacerdocio. Tienen una sola ilusión. Informar. A como dé lugar.

Iván García


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