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miércoles, 30 de marzo de 2011

Correa y el No a las mentiras.

Mario J. Viera. 


Rafael Correa no puede controlar su ego. Por encima de la ropa se nota su prepotencia, sus ansias de ser el mejor, el Supremo. Con muchísima más cultura que Hugo Chávez se ha inclinado ante ese payaso para la nueva edición del fracasado sistema socialista, ahora revisado y empeorado bajo el título de Socialismo del Siglo XXI. Las ansias de poder no diferencian entre aliados cretinos o aliados sensatos, lo que importa es la fuerza que puede obtenerse con una buena inyección de dólares.
La característica de estos aspirantes a rufianes totalitarios es su odio desenfrenado por todo aquello que signifique una crítica a sus personas y en el rechazo total al ejercicio del periodismo libre, del periodismo que no se inclina vergonzosamente ante el fálico símbolo del poder.
Y como odian la opinión libre; como sus figuras son sacramentadas; como se consideran a sí mismos como mesías salvadores o nuevos Quijotes desfaciendo entuertos se lanzan lanza en ristre contra los ogros de la prensa.
Es por esta estructura psicológica que Rafael Correa ha interpuesto una demanda millonaria contra el diario El Universo.
De acuerdo con EL UNIVERSO, Correa “a título personal” no como presidente de la República le solicita a ese diario una indemnización de 30 millones de dólares y otros 50 millones a Carlos, César y Nicolás Pérez, directivos del periódico; y Emilio Palacio, editor de opinión. Para los cuatro pide 3 años de prisión.
Es que Emilio Palacio tuvo la osadía de llamar al dictador como dictador y eso sí es grave. Los dictadores son elegidos por Dios para salvar a sus súbditos y no pueden ser denominados como dictadores porque ellos han llegado al poder por el determinismo histórico, porque la historia los absolverá de cualquier desaguisado que comentan en aras de darles a sus pueblos la felicidad de tenerles como guías.
Emilio Palacio escribió un artículo de opinión titulado “No a las mentiras” que fue publicado en la edición del 6 de febrero pasado. El asunto del artículo giraba en torno al propuesto indulto presidencial para los ejecutores del amotinamiento policial del 30 de septiembre de 2010. Palacio cuestionaba la capacidad del gobierno de poder “demostrar el supuesto crimen del 30 de septiembre”. “A esta altura, todas las “pruebas” para acusar a los “golpistas” se han deshilvanado…”
Palacio interrogó con respecto al indulto propuesto: “¿Por qué el Dictador sí pudo proponer la amnistía para los “pelucones” Gustavo Noboa y Alberto Dahik, pero en cambio quiere indultar a los “cholos” policías?” Gustavo Noboa fue presidente del Ecuador quien al concluir su mandato tuvo que enfrentar acusaciones por mal manejo de la deuda exterior ecuatoriana, en tanto que Alberto Dahik ex vicepresidente quien fuera acusado de peculado y enriquecimiento ilícito obtuvo la amnistía a propuesta del Presidente Correa.
Correa ripostó furioso a las insinuaciones que en su contra hiciera el periodista. En el programa de radio “El Poder de la Palabra” Correa señaló: “hace poco un periodista dijo que yo debía disparar a discreción a un hospital lleno de civiles sin previo aviso. ¿Qué es lo que van a decir los directivos de ese diario? Bueno, esa fue la opinión de ese editorialista. ¡Mentiras! Eso no es responsable, eso no es opinión. Esa es una acusación gravísima porque el directorio es responsable de la política editorial del diario. Nosotros estamos presentando una demanda no solo en contra del editorialista, sino contra los directivos de Diario EL UNIVERSO
Por supuesto que el objetivo de la demanda tiene una clara interpretación, buscar el medio eficaz para que las editoriales se impongan a sí mismas la censura, controlando lo que publiquen sus columnistas, suprimiendo alguna expresión “dura” o inconveniente. Como todo aprendiz de brujo totalitario, Correa quiere acallar la opinión contraria; amordazar a la prensa, como hizo Fidel Castro al inicio de su dictadura y confiscando después todos los periódicos y publicaciones privadas; como intenta ahora Hugo Chávez.
Probablemente, si Correa hace una visita a Argentina reciba un premio periodístico como el que recién se le otorgara a su mentor venezolano.



El artículo de la discordia

NO a las mentiras
Emilio Palacio. 06 de febrero del 2011

Esta semana, por segunda ocasión, la Dictadura informó a través de uno de sus voceros que el Dictador está considerando la posibilidad de perdonar a los criminales que se levantaron el 30 de septiembre, por lo que estudia un indulto.

No sé si la propuesta me incluya (según las cadenas dictatoriales, fui uno de los instigadores del golpe); pero de ser así, lo rechazo.

Comprendo que el Dictador (devoto cristiano, hombre de paz) no pierda oportunidad para perdonar a los criminales. Indultó a las mulas del narcotráfico, se compadeció de los asesinos presos en la Penitenciaría del Litoral, les solicitó a los ciudadanos que se dejen robar para que no haya víctimas, cultivó una gran amistad con los invasores de tierras y los convirtió en legisladores, hasta que lo traicionaron. Pero el Ecuador es un Estado laico donde no se permite usar la fe como fundamento jurídico para eximir a los criminales de que paguen sus deudas. Si cometí algún delito, exijo que me lo prueben; de lo contrario, no espero ningún perdón judicial sino las debidas disculpas.

Lo que ocurre en realidad es que el Dictador por fin comprendió (o sus abogados se lo hicieron comprender) que no tiene cómo demostrar el supuesto crimen del 30 de septiembre, ya que todo fue producto de un guión improvisado, en medio del corre-corre, para ocultar la irresponsabilidad del Dictador de irse a meter en un cuartel sublevado, a abrirse la camisa y gritar que lo maten, como todo un luchador de cachacascán que se esfuerza en su show en una carpa de circo de un pueblito olvidado.

A esta altura, todas las “pruebas” para acusar a los “golpistas” se han deshilvanado:

El Dictador reconoce que la pésima idea de ir al Regimiento Quito e ingresar a la fuerza fue suya. Pero entonces nadie pudo prepararse para asesinarlo ya que nadie lo esperaba.

El Dictador jura que el exdirector del Hospital de la Policía cerró las puertas para impedir su ingreso. Pero entonces tampoco allí hubo ningún complot porque ni siquiera deseaban verle la cara.

Las balas que asesinaron a los policías desaparecieron, pero no en las oficinas de Fidel Araujo sino en un recinto resguardado por fuerzas leales a la Dictadura.

Para mostrar que el 30 de septiembre no usaba un chaleco blindado, Araujo se colocó uno delante de sus jueces y luego se puso la misma camiseta que llevaba ese día. Sus acusadores tuvieron que sonrojarse ante la palpable demostración de que los chalecos blindados simplemente no se pueden ocultar.

Podría seguir pero el espacio no me lo permite. Sin embargo, ya que el Dictador entendió que debe retroceder con su cuento de fantasmas, le ofrezco una salida: no es el indulto lo que debe tramitar sino la amnistía en la Asamblea Nacional.

La amnistía no es perdón, es olvido jurídico. Implicaría, si se la resuelve, que la sociedad llegó a la conclusión de que el 30 de septiembre se cometieron demasiadas estupideces, de parte y parte, y que sería injusto condenar a unos y premiar a otros.

¿Por qué el Dictador sí pudo proponer la amnistía para los “pelucones” Gustavo Noboa y Alberto Dahik, pero en cambio quiere indultar a los “cholos” policías?

El Dictador debería recordar, por último, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente.

Los crímenes de lesa humanidad, que no lo olvide, no prescriben.
 

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